¡Dios te salve María!
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAMINO DE PERFECCIÓN

 

 

 

 

 

SANTA TERESA DE JESÚS


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Camino de Perfección


 

Camino de perfección

 

 

Teresa de Jesús

 

 

 

(Códice de Valladolid)

 

JHS

 

     Este libro trata de avisos y consejos que da Teresa de Jesús a las

hermanas religiosas y hijas suyas de los monasterios que, con el favor

de nuestro Señor y de la gloriosa Virgen Madre de Dios, Señora

nuestra, ha fundado de la Regla primera de Nuestra Señora del

Carmen. En especial le dirige a las hermanas del monasterio de San

José de Ávila, que fue el primero de donde ella era priora cuando le

escribió.

 

***

 

     Libro llamado CAMINO DE PERFECCIÓN, compuesto por Teresa

de Jesús, monja de la Orden de Nuestra Señora del Carmen. Va

dirigido a las monjas descalzas de Nuestra Señora del Carmen de la

primera Regla.

 

JHS


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Santa Teresa de Jesús


 

 

 

 

 

Prólogo



 

 

     1. Sabiendo las hermanas de este monasterio de San José cómo

tenía licencia del padre Presentado, fray Domingo Bañes, de la orden

del glorioso Santo Domingo, que al presente es mi confesor, para

escribir algunas cosas de oración, en que parece podré atinar por haber

tratado con muchas personas espirituales y santas, me han tanto

importunado les diga algo de ella, que me he determinado a

obedecerlas, viendo que el amor grande que me tienen puede hacer

más acepto lo imperfecto, y por mal estilo que yo les dijere, que

algunos libros que están muy bien escritos de quien sabía lo que

escribe. Y confío en sus oraciones, que podrá ser por ellas el Señor se

sirva acierte a decir algo de lo que al modo y manera de vivir que se

lleva en esta casa conviene. Y, si fuere mal acertado, el padre

Presentado, que lo ha de ver primero, lo remediará o lo quemará, y yo

no habré perdido nada en obedecer a estas siervas de Dios, y verán lo

que tengo de mí cuando Su Majestad no me ayuda.

     2. Pienso poner algunos remedios para algunas tentaciones menudas

que pone el demonio, que, por serlo tanto, por ventura no hacen caso

de ellas, y otras cosas, como el Señor me diere a entender y se me

fueren acordando, que, como no sé lo que he de decir, no puedo decirlo

con concierto y creo es lo mejor no llevarle, pues es cosa tan

desconcertada hacer yo todo esto. El Señor ponga en todo lo que

hiciere sus manos, para que vaya conforme a su santa voluntad, pues

son éstos mis deseos siempre, aunque las obras tan faltas como yo soy.

     3. Sé que no falta el amor y deseo en mí para ayudar en lo que yo

pudiere para que las almas de mis hermanas vayan muy adelante en el

servicio del Señor; y este amor, junto con los años y experiencia que

tengo de algunos monasterios, podrá ser aproveche para atinar en cosas

menudas más que los letrados, que, por tener otras ocupaciones más

importantes y ser varones fuertes, no hacen tanto caso de cosas que, en

sí, no parecen nada; y a cosa tan flaca como somos las mujeres todo


 

 

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Camino de Perfección


 


 

nos puede dañar, porque las sutilezas del demonio son muchas para las

muy encerradas, que ven son menester armas nuevas para dañar. Yo,

como ruin, me he sabido mal defender y, así, querría escarmentasen

mis hermanas en mí. No diré cosa que, en mí o por verla en otras, no la

tenga por experiencia.

     4. Pocos días ha, me mandaron escribiese cierta relación de mi vida,

adonde también traté algunas cosas de oración. Podrá ser no quiera mi

confesor le veáis y, por esto, pondré aquí alguna cosa de lo que allí va

dicho y otras que también me parecerán necesarias. El Señor lo ponga

por su mano, como le he suplicado, y lo ordene para su mayor gloria,

amén.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Santa Teresa de Jesús


 

 

 

 

 

Capítulo 1



De la causa que me movió a hacer con tanta estrechura este

monasterio

 

     1. Al principio que se comenzó este monasterio a fundar -por las

causas que en el libro que digo tengo escrito están dichas con algunas

grandezas del Señor, en que dio a entender se había mucho de servir en

esta casa-, no era mi intención hubiese tanta aspereza en lo exterior ni

que fuese sin renta, antes quisiera hubiera posibilidad para que no

faltara nada; en fin, como flaca y ruin; aunque algunos buenos intentos

llevaba más que mi regalo.

     2. En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el

estrago que habían hecho los luteranos y cuánto iba en crecimiento esta

desventurada secta. Me dio gran fatiga y, como si yo pudiera algo o

fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal.

     Me parecía que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las

muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer y ruin e

imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del

Señor, y toda mi ansia era, y aún es que, pues tiene tantos enemigos y

tan pocos amigos, que esos fuesen buenos, determiné a hacer eso

poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda

la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están

aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca

falta de ayudar a quien por Él se determina a dejarlo todo; y que,

siendo tales cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes no

tendrían fuerza mis faltas y podría yo contentar en algo al Señor; y que,

todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y

predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que

pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha

hecho tanto bien, que parece le querrían tomar ahora a la cruz estos

traidores y que no hubiese adonde reclinar la cabeza.

     3. ¡Oh, Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sin


 

 

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Camino de Perfección



 

fatigarse mucho! ¿Qué es esto ahora de los cristianos? ¿Siempre ha de

ser los que más os deben los que os fatiguen? A los que mejores obras

hacéis, a los que escogéis para vuestros amigos, entre los que andáis y

comunicáis por los sacramentos, ¿no están hartos de los tormentos que

por ellos habéis pasado?

     4. Por cierto, Señor mío, no hace nada quien ahora se aparta del

mundo. Pues a Vos os tienen tan poca ley, ¿qué esperamos nosotros?

¿Por ventura merecemos nosotros mejor nos la tengan? ¿Por ventura

les hemos hecho mejores obras para que nos guarden amistad? ¿Qué es

esto? ¿Qué esperamos ya los que por la bondad del Señor estamos sin

aquella roña pestilencial? Que ya aquéllos son del demonio. ¡Buen

castigo han ganado por sus manos y bien han granjeado con sus

deleites fuego eterno! ¡Allá se lo hayan! Aunque no me deja de quebrar

el corazón ver tantas almas como se pierden; mas del mal no tanto.

Querría no ver perder más cada día.

     5. ¡Oh, hermanas mías en Cristo! Ayudadme a suplicar esto al

Señor, que para eso os juntó aquí; éste es vuestro llamamiento, éstos

han de ser vuestros negocios, éstos han de ser vuestros deseos, aquí

vuestras lágrimas, éstas vuestras peticiones. No, hermanas mías, por

negocios del mundo; que yo me río y aun me congojo de las cosas que

aquí nos vienen a encargar supliquemos a Dios: de pedir a Su Majestad

rentas y dineros, y algunas personas que querría yo suplicasen a Dios

los repisasen todos ellos. Buena intención tienen y, en fin, se hace por

ver su devoción, aunque tengo para mí que en estas cosas nunca me

oye.

     Se está ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo -

como dicen-, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia

por el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura, si

Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas

mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia.

     6. Por cierto que, si no mirase a la flaqueza humana, que se

consuela que las ayuden en todo -y es bien si fuésemos algo-, que

holgaría se entendiese no son éstas las cosas que se han de suplicar a

Dios con tanto cuidado.


 

 

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Capítulo 2



Que trata cómo se han de descuidar de las necesidades y

del bien que hay en la pobreza

 

     1. No penséis, hermanas mías, que por no andar a contentar a los del

mundo os ha de faltar de comer, yo os aseguro. Jamás por artificios

humanos pretendáis sustentaros, que moriréis de hambre, y con razón.

Los ojos en vuestro Esposo; Él os ha de sustentar; contento Él, aunque

no quieran, os darán de comer los menos vuestros devotos, como lo

hemos visto por experiencia. Si, haciendo vosotras esto, muriereis de

hambre, ¡bienaventuradas las monjas de San José! Esto no se os olvide,

por amor del Señor; pues dejáis la renta, dejad el cuidado de la comida;

si no, todo va perdido. Los que quiere el Señor que la tengan, tengan

enhorabuena esos cuidados, que es mucha razón pues es su

llamamiento; mas nosotras, hermanas, es disparate.

     2. Cuidado de rentas ajenas, me parece a mí, sería estar pensando en

lo que los otros gozan; sí, que por vuestro cuidado no muda el otro su

pensamiento, ni se le pone deseo de dar limosna. Dejad ese cuidado a

quien los puede mover a todos, que es el Señor de las rentas y de los

renteros. Por su mandamiento venimos aquí; verdaderas son sus

palabras, no pueden faltar; antes faltarán los cielos y la tierra. No le

faltemos nosotras, que no hayáis miedo que falte; y, si alguna vez os

faltare, será para mayor bien, como faltaban las vidas a los santos,

cuando los mataban para el Señor, y era para aumentarles la gloria por

el martirio. Buen trueco sería acabar presto con todo y gozar de la

hartura perdurable.

     3. Mirad, hermanas, que va mucho en esto, muerta yo, que para esto

os lo dejo escrito; que mientras yo viviere os lo acordaré, que por

experiencia veo la gran ganancia: cuando menos hay, más descuidada

estoy; y sabe el Señor que, a mi parecer, me da más pena cuando

mucho sobra que cuando nos falta; no sé si lo hace. Como ya tengo

visto, nos lo da luego el Señor. Sería engañar el mundo otra cosa:


 

 

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Camino de Perfección



 

hacernos pobres no siéndolo de espíritu, sino en lo exterior. Conciencia

se me haría -a manera de decir- y me parecería pedir limosna las ricas,

y plega a Dios no sea así, que adonde hay estos cuidados demasiados

de que den, una vez u otra se irán por la costumbre, o podrían ir y pedir

lo que no han menester, por ventura a quien tiene más necesidad; y,

aunque ellos no pueden perder nada, sino ganar más, nosotras

perderíamos. No plega a Dios, mis hijas. Cuando esto hubiera de ser,

más quisiera tuvierais renta.     4. En ninguna manera se ocupe en esto

el pensamiento, os pido, por amor de Dios, en limosna; y la más

chiquita, cuando esto entendiese alguna vez en esta casa, clame a Su

Majestad y acuérdelo a la mayor; con humildad le diga que va errada; y

lo va tanto, que poco a poco se va perdiendo la verdadera pobreza. Yo

espero en el Señor no será así ni dejará a sus siervas; y para esto,

aunque no sea para más, aproveche esto que me habéis mandado

escribir por despertador.

     5. Y crean, mis hijas, que para vuestro bien me ha dado el Señor un

poquito a entender los bienes que hay en la santa pobreza; y las que lo

probaren lo entenderán, quizá no tanto como yo; porque no sólo no

había sido pobre de espíritu, aunque lo tenía profesado, sino loca de

espíritu. Ello es un bien que todos los bienes del mundo encierra en sí;

es un señorío grande; digo que es señorear todos los bienes de él otra

vez a quien no se le da nada de ellos. ¿Qué se me da a mí de los reyes y

señores, si no quiero sus rentas, ni de tenerlos contentos, si un tantito

se atraviesa haber de descontentar en algo por ellos a Dios? ¿Ni qué se

me da de sus honras, si tengo entendido en lo que está ser muy honrado

un pobre, que es en ser verdaderamente pobre?

     6. Tengo para mí que honras y dineros casi siempre andan juntos, y

que quien quiere honra, no aborrece dineros, y que quien los aborrece,

que se le da poco de honra. Entiéndase bien esto, que me parece que

esto de honra siempre trae consigo algún interés de rentas o dineros,

porque por maravilla hay honrado en el mundo, si es pobre; antes,

aunque lo sea en sí, le tienen en poco. La verdadera pobreza trae una

honraza consigo que no hay quien la sufra; la pobreza que es tomada

por solo Dios, digo, no ha menester contentar a nadie sino a Él; y es


 

 

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Santa Teresa de Jesús


 


 

cosa muy cierta, en no habiendo menester a nadie, tener muchos

amigos; yo lo tengo bien visto por experiencia.

     7. Porque hay tanto escrito de esta virtud, que no lo sabré yo

entender, cuanto más decir, y por no agraviarla en loarla yo, no digo

más en ella. Sólo he dicho lo que he visto por experiencia, y yo

confieso que he ido tan embebida, que no me he entendido hasta ahora.

Mas, pues está dicho, por amor del Señor, pues son nuestras armas la

santa pobreza y lo que al principio de la fundación de nuestra orden

tanto se estimaba y guardaba en nuestros santos padres (que me ha

dicho quien lo sabe, que de un día para otro no guardaban nada), ya

que en tanta perfección exterior no se guarde, en lo interior procuremos

tenerla. Dos horas son de vida, grandísimo el premio; y cuando no

hubiera ninguno, sino cumplir lo que nos aconsejó el Señor, era grande

la paga imitar en algo a Su Majestad.

     8. Estas armas han de tener nuestras banderas, que de todas las

maneras lo queramos guardar: en casa, en vestidos, en palabras, y

mucho más en el pensamiento. Y mientras esto hicieren, no hayan

miedo caiga la religión de esta casa, con el favor de Dios; que -como

decía santa Clara- grandes muros son los de la pobreza. De éstos -decía

ella- y de humildad quería cercar su monasterio; y a buen seguro, si se

guarda de verdad, que esté la honestidad y todo lo demás fortalecido

mucho mejor que con muy suntuosos edificios. De esto se guarden, por

amor de Dios y por su sangre se lo pido yo; y, si con conciencia puedo

decir, que el día que tal hicieren se torne a caer.

     9. Muy mal parece, hijas mías, de la hacienda de los pobrecitos se

hagan grandes casas. No lo permita Dios, sino pobre en todo y chica.

Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en el

portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió. Casas eran éstas

adonde se podía tener poca recreación. Los que las hacen grandes, ellos

se entenderán; llevan otros intentos santos; mas trece pobrecitas,

cualquier rincón les basta. Si, porque es menester por el mucho

encerramiento, tuvieren campo -y aun ayuda a la oración y devoción-

con algunas ermitas para apartarse a orar, enhorabuena; mas edificios y

casa grande ni curioso, nada ¡Dios nos libre! Siempre acordaos se ha


 

 

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Camino de Perfección



 

de caer todo el día del juicio ¿qué sabemos si será presto?

     10. Pues hacer mucho ruido al caerse casa de trece pobrecillas no es

bien, que los pobres verdaderos no han de hacer ruido; gente sin ruido

ha de ser para que los hayan lástima. Y ¡cómo se holgarán si ven

alguno, por la limosna que les ha hecho, librarse del infierno!; que todo

es posible, porque están muy obligadas                  a rogar por ellas           muy

continuamente, pues os dan de comer; que también quiere el Señor

que, aunque viene de su parte, lo agradezcamos a las personas por cuyo

medio nos lo da; y de esto no haya descuido.

     11. No sé lo que había comenzado a decir, que me he divertido;

creo lo ha querido el Señor, porque nunca pensé escribir lo que aquí he

dicho. Su Majestad nos tenga siempre de su mano para que no se caiga

de ello, amén.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Capítulo 3


 


Prosigue lo que en el primero comencé a tratar y persuade

a las hermanas a que se ocupen siempre en suplicar a Dios

favorezca a los que trabajan por la Iglesia. Acaba con una

exclamación

 

     1. Tornando a lo principal, para lo que el Señor nos juntó en esta

casa y por lo que yo mucho deseo seamos algo para que contentemos a

Su Majestad, digo que, viendo tan grandes males, que fuerzas humanas

no bastan a atajar este fuego de estos herejes (con que se ha pretendido

hacer gente, para si pudieran, a fuerza de armas, remediar tan gran mal

y que va tan adelante), me ha parecido es menester como cuando los

enemigos en tiempo de guerra han corrido toda la tierra y viéndose el

Señor de ella apretado se recoge a una ciudad, que hace muy bien

fortalecer, y desde allí acaece algunas veces dar en los contrarios, y ser

tales los que están en la ciudad, como es gente escogida, que pueden

más ellos a solas que con muchos soldados, si eran cobardes, pudieron;

y muchas veces se gana de esta manera victoria; al menos, aunque no

se gane, no los vencen; porque como no haya traidor, si no es por

hambre, no los pueden ganar. Acá esta hambre no la puede haber que

baste a que se rindan; a morir sí, mas no a quedar vencidos.

     2. Mas ¿para qué he dicho esto? Para que entendáis, hermanas mías,

que lo que hemos de pedir a Dios es que en este castillito que hay ya de

buenos cristianos no se nos vaya ya ninguno con los contrarios; y a los

capitanes de este castillo o ciudad los haga muy aventajados en el

camino del Señor, que son los predicadores y teólogos; y pues los más

están en las Religiones, que vayan muy adelante en su perfección y

llamamiento que es muy necesario; que ya ya -como tengo dicho- nos

ha de valer el brazo eclesiástico y no el seglar. Y pues para lo uno ni lo

otro no valemos nada para ayudar a nuestro Rey, procuremos ser tales

que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios, que

con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida y trabajado


 

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Camino de Perfección

 

para ayudar ahora al Señor.



     3. Podrá ser digáis que para qué encarezco tanto esto y digo hemos

de ayudar a los que son mejores que nosotras. Yo os lo diré, porque

aún no creo entendéis bien lo mucho que debéis al Señor en traeros

adonde tan quitadas estáis de negocios y ocasiones y tratos; es

grandísima merced ésta; lo que no están los que digo ni es bien que

estén, en estos tiempos menos que en otros, porque han de ser los que

esfuercen la gente flaca y pongan ánimo a los pequeños. ¡Buenos

quedarían los soldados sin capitanes! Han de vivir entre los hombres y

estar en los palacios y aun hacerse algunas veces con ellos en lo

exterior. ¿Pensáis, hijas mías, que es menester poco para tratar con el

mundo y vivir en el mundo y tratar negocios del mundo y hacerse -

como he dicho- a la conversación del mundo y ser en lo interior

extraños del mundo y enemigos del mundo y estar como quien está en

destierro y, en fin, no ser hombres sino ángeles? Porque, a no ser esto

así, ni merecen nombre de capitanes, ni permita el Señor salgan de sus

celdas, que más daño hará que provecho; porque no es ahora tiempo de

ver imperfecciones en los que han de enseñar.

     4. Y si en lo interior no están fortalecidos en entender lo mucho que

va en tenerlo todo debajo de los pies y estar desasidos de las cosas que

se acaban y asidos a las cosas eternas, por mucho que lo quieran

encubrir, han de dar señal. Pues ¿con quién lo han, sino con el mundo?

No hayan miedo se lo perdone, ni que ninguna imperfección dejen de

entender. Cosas buenas, muchas se les pasarán por alto, y aun por

ventura no las tendrán por tales; mas mala o imperfecta, no hayan

miedo. Ahora yo me espanto quién los muestra la perfección, no para

guardarla (que de esto ninguna obligación les parece tienen; harto les

parece hacen si guardan razonablemente los mandamientos), sino para

condenar, y a las veces lo que es virtud les parece regalo. Así que no

penséis es poco favor de Dios para esta gran batalla adonde se meten,

sino grandísimo.

     5. Para estas dos cosas os pido yo procuréis ser tales que

merezcamos alcanzarlas de Dios: la una, que haya muchos, de los muy

muchos letrados y religiosos que hay, que tengan las partes que son


 

 

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Santa Teresa de Jesús



 

menester para esto -como he dicho-, y a los que no están muy

dispuestos, los disponga el Señor; que más hará uno perfecto que

muchos que no lo estén. La otra, que después de puestos en esta pelea,

que -como digo- no es pequeña, los tenga el Señor de su mano para que

puedan librarse de tantos peligros como hay en el mundo y tapar los

oídos en este peligroso mar del canto de las sirenas. Y si en esto

podemos algo con Dios, estando encerradas peleamos por Él, y daré yo

por muy bien empleados los trabajos que he pasado por hacer este

rincón, adonde también pretendí se guardase esta regla de nuestra

Señora y Emperadora con la perfección que se comenzó.

     6. No os parezca inútil ser continua esta petición, porque hay

algunas personas que les parece recia cosa no rezar mucho por su alma;

y ¿qué mejor oración que ésta? Si tenéis pena porque no se os

descontará la pena del purgatorio, también se os quitará por esta

oración, y lo que más faltare, falte. ¿Qué va en que esté yo hasta el día

del juicio en el purgatorio si por mi oración se salvase sola un alma?

¡Cuanto más el provecho de muchas y la honra del Señor! De penas

que se acaban no hagáis caso de ellas cuando interviniere algún

servicio mayor al que tantas pasó por nosotros; siempre informaos lo

que es más perfecto. Así que os pido, por amor del Señor, pidáis a Su

Majestad nos oiga en esto. Yo, aunque miserable, lo pido a Su

Majestad, pues es para gloria suya y bien de su Iglesia, que aquí van

mis deseos.

     7. Parece atrevimiento pensar yo he de ser alguna parte para

alcanzar esto. Confío yo, Señor mío, en estas siervas vuestras que aquí

están, que veo y sé que no quieren otra cosa ni la pretenden sino

contentaros. Por Vos han dejado lo poco que tenían, y quisieran tener

más para serviros con ello. Pues no sois Vos, Criador mío,

desagradecido para que piense yo dejaréis de hacer lo que os suplican;

ni aborrecisteis, Señor, cuando andabais en el mundo, las mujeres,

antes las favorecisteis siempre con mucha piedad.

     Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, o rentas, o dineros, o

cosa que sepa a mundo; mas para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no

nos habéis de oír, Padre eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas


 

 

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por Vos? No por nosotras, Señor, que no lo merecemos, sino por la

sangre de vuestro Hijo y sus merecimientos.

     8. ¡Oh, Padre eterno! mirad que no son de olvidar tantos azotes e

injurias y tan gravísimos tormentos. Pues, Criador mío, ¿cómo pueden

sufrir unas entrañas, tan amorosas como las vuestras, que lo que se

hizo con tan ardiente amor de vuestro Hijo y por más contentaros a

Vos (que mandasteis nos amase) sea tenido en tan poco como hoy día

tienen esos herejes el Santísimo Sacramento, que le quitan sus posadas

deshaciendo las iglesias? ¡Si le faltara algo por hacer para contentaros!

Mas todo lo hizo cumplido. ¿No bastaba, Padre eterno, que no tuvo

adonde reclinar la cabeza mientras vivió y siempre en tantos trabajos,

sino que ahora las que tiene para convidar sus amigos (por vernos

flacos y saber que es menester que los que han de trabajar se sustenten

de tal manjar) se las quiten? ¿Ya no había pagado bastantísimamente

por el pecado de Adán? ¿Siempre que tornamos a pecar lo ha de pagar

este amantísimo Cordero? ¡No lo permitáis, Emperador mío!

¡Apláquese ya Vuestra Majestad! ¡No miréis a los pecados nuestros,

sino a que nos redimió vuestro sacratísimo Hijo, y a los merecimientos

suyos y de su Madre gloriosa y de tantos santos y mártires como han

muerto por Vos!

     9. ¡Ay dolor, Señor, y quién se ha atrevido a hacer esta petición en

nombre de todas! ¡Qué mala tercera, hijas mías, para ser oídas y que

echase por vosotras la petición! ¡Si ha de indignar más a este soberano

Juez verme tan atrevida, y con razón y justicia! Mas mirad, Señor, que

ya sois Dios de misericordia; habedla de esta pecadorcilla, gusanillo

que así se os atreve. Mirad, Dios mío, mis deseos y las lágrimas con

que esto os suplico y olvidad mis obras, por quien Vos sois, y habed

lástima de tantas almas como se pierden, y favoreced vuestra Iglesia.

No permitáis ya más daños en la Cristiandad, Señor; dad ya luz a estas

tinieblas.

     10. Os pido yo, hermanas mías, por amor del Señor, encomendéis a

Su Majestad esta pobrecilla y le supliquéis la dé humildad, como cosa

a que tenéis obligación. No os encargo particularmente los reyes y

prelados de la Iglesia, en especial nuestro obispo; veo a las de ahora


 

 

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tan cuidadosas de ello, que así me parece no es menester más. Vean las

que vinieren que teniendo santo prelado, lo serán las súbditas, y como

cosa tan importante ponedla siempre delante del Señor; y cuando

vuestras oraciones y deseos y disciplinas y ayunos no se emplearen por

esto que he dicho, pensad que no hacéis ni cumplís el fin para que aquí

os juntó el Señor.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Capítulo 4


 


En que persuade la guarda de la Regla y de tres cosas

importantes para la vida espiritual. Declara la primera de

estas tres cosas, que es amor del prójimo, y lo que dañan

amistades particulares

 

     1. Ya, hijas, habéis visto la gran empresa que pretendemos ganar;

¿qué tales habremos de ser para que en los ojos de Dios y del mundo

no nos tengan por muy atrevidas? Está claro que hemos menester

trabajar mucho, y ayuda mucho tener altos pensamientos para que nos

esforcemos a que lo sean las obras. Pues con que procuremos guardar

cumplidamente nuestra Regla y Constituciones con gran cuidado,

espero en el Señor admitirá nuestros ruegos. Que no os pido cosa

nueva, hijas mías, sino que guardemos nuestra profesión, pues es

nuestro llamamiento y a lo que estamos obligadas, aunque de guardar a

guardar va mucho.

     2. Dice en la primera Regla nuestra que oremos sin cesar. Con que

se haga esto con todo el cuidado que pudiéremos, que es lo más

importante, no se dejarán de cumplir los ayunos y disciplinas y silencio

que manda la orden; porque ya sabéis que para ser la oración verdadera

se ha de ayudar con esto; que regalo y oración no se compadece.

     3. En esto de oración es lo que me habéis pedido diga alguna cosa;

y lo dicho hasta ahora, para en pago de lo que dijere, os pido yo

cumpláis y leáis muchas veces de buena gana.

     Antes que diga de lo interior, que es la oración, diré algunas cosas

que son necesarias tener las que pretenden llevar camino de oración, y

tan necesarias que, sin ser muy contemplativas, podrán estar muy

adelante en el servicio del Señor; y es imposible, si no las tienen, ser

muy contemplativas y, cuando pensaren lo son, están muy engañadas.

El Señor me dé el favor para ello y me enseñe lo que tengo de decir,

porque sea para su gloria, amén.

     4. No penséis, amigas y hermanas mías, que serán muchas las cosas


 

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Santa Teresa de Jesús


 


 

que os encargaré, porque plega al Señor hagamos las que nuestros

santos padres ordenaron y guardaron, que por este camino merecieron

este nombre. Yerro sería buscar otro ni deprenderle de nadie.

     Solas tres me extenderé en declarar, que son de la misma

Constitución, porque importa mucho entendamos lo muy mucho que

nos va en guardarlas para tener la paz que tanto nos encomendó el

Señor, interior y exteriormente. La una es amor unas con otras; otra,

desasimiento de todo lo criado; la otra, verdadera humildad, que,

aunque la digo a la postre, es la principal y las abraza todas.

     5. Cuanto a la primera, que es amaros mucho unas a otras, va muy

mucho; porque no hay cosa enojosa que no se pase con facilidad en los

que se aman, y recia ha de ser cuando dé enojo. Y si este mandamiento

se guardase en el mundo como se ha de guardar, creo aprovecharía

mucho para guardar los demás; mas, más o menos, nunca acabamos de

guardarle con perfección.

     Parece que lo demasiado entre nosotras no puede ser malo, y trae

tanto mal y tantas imperfecciones consigo, que no creo lo creerá sino

quien ha sido testigo de vista. Aquí hace el demonio muchos enredos,

que, en conciencias que tratan groseramente de contentar a Dios, se

sienten poco y les parece virtud; y las que tratan de perfección lo

entienden mucho, porque, poco a poco, quita la fuerza a la voluntad

para que del todo se emplee en amar a Dios.

     6. Y en mujeres creo debe ser esto aún más que en hombres, y hace

daños para la comunidad muy notorios; porque de aquí viene el no

amarse tanto todas, el sentir el agravio que se hace a la amiga, el desear

tener para regalarla, el buscar tiempo para hablarla, y muchas veces

más para decirle lo que la quiere y otras cosas impertinentes que lo que

ama a Dios. Porque estas amistades grandes pocas veces van ordenadas

a ayudarse a amar más a Dios, antes creo las hace comenzar el

demonio para comenzar bandos en las religiones; que cuando es para

servir a Su Majestad, luego se parece, que no va la voluntad con

pasión, sino procurando ayuda para vencer otras pasiones.

     7. Y de estas amistades querría yo muchas donde hay gran

convento; que en esta casa -que no son más de trece, ni lo han de ser-


 

 

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aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de

querer, todas se han de ayudar; y guárdense de estas particularidades,

por amor del Señor, por santas que sean, que aun entre hermanos suele

ser ponzoña y ningún provecho en ello veo; y si son deudos, muy peor:

es pestilencia.

     Y créanme, hermanas, que aunque os parezca es éste extremo, en él

está gran perfección y gran paz, y se quitan muchas ocasiones a las que

no están muy fuertes; sino que, si la voluntad se inclinare más a una

que a otra -que no podrá ser menos, que es natural y muchas veces nos

lleva a amar lo más ruin, si tiene más gracias de naturaleza-, que nos

vayamos mucho a la mano a no nos dejar enseñorear de aquella

afección. Amemos las virtudes y lo bueno interior, y siempre con

estudio traigamos cuidado de apartarnos de hacer caso de esto exterior.

     8. No consintamos, ¡oh hermanas!, que sea esclava de nadie nuestra

voluntad, sino del que la compró por su sangre; miren que, sin entender

cómo, se hallarán asidas, que no se puedan valer. ¡Oh, válgame Dios!,

las niñerías que vienen de aquí no tienen cuento. Y porque son tan

menudas -que sólo las que lo ven lo entenderán y creerán- no hay para

qué decirlas aquí, mas de que en cualquiera será malo y en la prelada

pestilencia.

     9. En atajar estas parcialidades es menester gran cuidado desde el

principio que se comience la amistad; esto más con industria y amor

que con rigor. Para remedio de esto es gran cosa no estar juntas sino las

horas señaladas, ni hablarse, conforme a la costumbre que ahora

llevamos, que es no estar juntas, como manda la Regla, sino cada una

apartada en su celda. Líbrense en San José de tener casa de labor

porque, aunque es loable costumbre, con más facilidad se guarda el

silencio cada una por sí, y acostumbrarse a soledad es gran cosa para la

oración; y pues éste ha de ser el cimiento de esta casa, es menester

traer estudio en aficionarnos a lo que a esto más nos ayuda.

     10. Tornando a el amarnos unas a otras, parece cosa impertinente

encomendarlo, porque ¿qué gente hay tan bruta que, tratándose

siempre y estando en compañía y no habiendo de tener otras

conversaciones ni otros tratos ni recreaciones con personas de fuera de


 

 

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casa, y creyendo nos ama Dios y ellas a Él, pues por Su Majestad lo

dejan todo, que no cobre amor? En especial, que la virtud siempre

convida a ser amada; y ésta, con el favor de Dios, espero en Su

Majestad siempre la habrá en las de esta casa. Así que en esto no hay

que encomendar mucho, a mi parecer.

     11. En cómo ha de ser este amarse y qué cosa es amor virtuoso -el

que yo deseo haya aquí- y en qué veremos tenemos esta virtud (que es

bien grande, pues nuestro Señor tanto nos la encomendó y tan

encargadamente a sus Apóstoles), de esto querría yo ahora decir un

poquito conforme a mi rudeza. Y si en otros libros tan menudamente lo

hallaréis, no toméis nada de mí, que por ventura no sé lo que digo.

     12. De dos maneras de amor es lo que trato: una es espiritual,

porque ninguna cosa parece toca a la sensualidad ni la ternura de

nuestra naturaleza, de manera que quite su puridad; otra es espiritual, y

junto con ella nuestra sensualidad y flaqueza o buen amor, que parece

lícito, como el de los deudos y amigos; de éste ya queda algo dicho.

     13. Del que es espiritual, sin que intervenga pasión ninguna, quiero

ahora hablar, porque, en habiéndola, va todo desconcertado este

concierto; y si con templanza y discreción tratamos personas virtuosas,

especialmente confesores, es provechoso. Mas si en el confesor se

entendiere va encaminado a alguna vanidad, todo lo tengan por

sopechoso y, en ninguna manera, aunque sean buenas pláticas, las

tengan con él, sino, con brevedad, confesar y concluir. Y lo mejor sería

decir a la prelada que no se halla bien su alma con él y mudarle; esto es

lo más acertado, si se puede hacer sin tocarle en la honra.

     14. En caso semejante y otros que podría el demonio en cosas

dificultosas enredar y no se sabe qué consejo tomar, lo más acertado

será procurar hablar alguna persona que tenga letras -que, habiendo

necesidad, se da libertad para ello- y confesarse con él y hacer lo que le

dijere en el caso; porque, ya que no se pueda dejar de dar algún medio,

se podía errar mucho; ¡y cuántos yerros pasan en el mundo por no

hacer las cosas con consejo, en especial en lo que toca a dañar a nadie!

Dejar de dar algún medio no se sufre; porque cuando el demonio

comienza por aquí, no es por poco, si no se ataja con brevedad; y así,


 

 

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Camino de Perfección


 


 

lo que tengo dicho de procurar hablar con otro confesor es lo más

acertado, si hay disposición, y espero en el Señor sí habrá.

     15. Miren que va mucho en esto, que es cosa peligrosa y un infierno

y daño para todas. Y digo que no aguarden a entender mucho mal, sino

que al principio lo atajen por todas las vías que pudieren y entendieren;

con buena conciencia lo pueden hacer. Mas espero yo en el Señor no

permitirá que personas que han de tratar siempre en oración puedan

tener voluntad sino a quien sea muy siervo de Dios; que esto es muy

cierto, o lo es que no tienen oración ni perfección conforme a lo que

aquí se pretende; porque, si no ven que entiende su lenguaje y es

aficionado a hablar en Dios, no le podrán amar, porque no es su

semejante; si lo es, con las poquísimas ocasiones que aquí habrá, o será

muy simple, o no querrá desasosegarse y desasosegar a las siervas de

Dios.

     16. Ya que he comenzado a hablar en esto, que -como he dicho- es

gran daño el que el demonio puede hacer, y muy tardío en entenderse,

y así se puede ir estragando la perfección sin saber por dónde; porque,

si éste quiere dar lugar a vanidad por tenerla él, lo hace todo poco aun

para las otras. Dios nos libre, por quien Su Majestad es, de cosas

semejantes: a todas las monjas bastaría a turbar, porque sus conciencias

les dice al contrario de lo que el confesor; y si las aprietan en que

tengan uno solo, no saben qué hacer ni cómo sosegarse; porque quien

lo había de quietar y remediar es quien hace el daño. Hartas aflicciones

debe haber de éstas en algunas partes; me hace gran lástima, y así no os

espantéis ponga mucho en daros a entender este peligro.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Capítulo 5


 


Prosigue en los confesores. Dice lo que importa sean

letrados

 

     1. No dé el Señor a probar a nadie en esta casa el trabajo que queda

dicho, por quien Su Majestad es, de verse alma y cuerpo apretadas.

¡Oh, que si la prelada está bien con el confesor! ¡Que ni a él de ella, ni

a ella de él no osan decir nada! Aquí vendrá la tentación de dejar de

confesar pecados muy graves, por miedo de no estar en desasosiego.

¡Oh, válgame Dios, qué daño puede hacer aquí el demonio y qué caro

les cuesta el apretamiento y honra! Que porque no traten más de un

confesor, piensan granjean gran cosa de religión y honra del

monasterio, y ordena por esta vía el demonio coger las almas, como no

puede por otra. Si piden otro, luego les parece va perdido el concierto

de la religión. ¡Oh, que si no es de la Orden!, aunque sea un santo, aun

tratar con él les parece les hace afrenta.

     2. Esta santa libertad pido yo, por amor del Señor, a la que estuviere

por mayor; procure siempre con el obispo o provincial que, sin los

confesores ordinarios, procure algunas veces tratar ella y todas y

comunicar sus almas con personas que tengan letras, en especial si los

confesores no las tienen, por buenos que sean. Son gran cosa letras

para dar en todo luz. Será posible hallar lo uno y lo otro junto en

algunas personas; y mientras más merced el Señor os hiciere en la

oración, es menester más ir bien fundadas sus obras y oración.

     3. Ya sabéis que la primera piedra ha de ser buena conciencia y con

todas vuestras fuerzas libraros aun de pecados veniales y seguir lo más

perfecto. Parecerá que esto cualquier confesor lo sabe, y es engaño. A

mí me acaeció tratar con uno cosas de conciencia, que había oído todo

el curso de Teología, y me hizo harto daño en cosas que me decía no

eran nada; y sé que no pretendía engañarme -ni tenía para qué-, sino

que no supo más; y con otros dos o tres, sin éste, me acaeció.

     4. Este tener verdadera luz para guardar la ley de Dios con


 

 

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perfección es todo nuestro bien; sobre ésta asienta bien la oración; sin

este cimiento fuerte, todo el edificio va falso, si no les dieren libertad

para confesarse, para tratar cosas de su alma con personas semejantes a

lo que he dicho. Y me atrevo más a decir que, aunque el confesor lo

tenga todo, algunas veces se haga lo que digo; porque ya puede ser él

se engañe, y es bien no se engañen todas por él; procurando siempre no

sea cosa contra la obediencia -que medios hay para todo y vale mucho

a las almas- y así es bien, por las maneras que pudiere, lo procure.

     5. Todo esto que he dicho toca a la prelada; y así, la torno a pedir

que, pues aquí no se pretende tener otra consolación sino la del alma,

procure en esto su consolación; que hay diferentes caminos por donde

lleva Dios y no por fuerza los sabrá todos un confesor; que yo aseguro

no les falten personas santas que quieran tratarlas y consolar sus almas,

si ellas son las que han de ser, aunque seáis pobres; que el que las

sustenta los cuerpos despertará y pondrá voluntad a quien con ella dé

luz a sus almas, y se remedia este mal, que es el que yo temo; que

cuando el demonio tentase al confesor en engañarle en alguna doctrina,

como sepa trata con otros, se irá a la mano y mirará mejor en todo lo

que hace.

     Quitada esta entrada al demonio, yo espero en Dios no la tendrá en

esta casa; y, así, pido por amor del Señor al obispo que fuere que deje a

las hermanas esta libertad y que no se la quite, cuando las personas

fueran tales que tengan letras y bondad, que luego se entiende en lugar

tan chico como éste.

     6. Esto que aquí he dicho lo tengo visto y entendido y tratado con

personas doctas y santas, que han mirado lo que más convenía a esta

casa, para que la perfección de esta casa fuese adelante; y entre los

peligros -que en todo le hay mientras vivimos- éste hallamos ser el

menor. Y que nunca haya vicario que tenga mano de entrar y salir, ni

confesor que tenga esta libertad, sino que éstos sean para celar el

recogimiento y honestidad de la casa y aprovechamiento interior y

exterior, para decirlo al prelado cuando hubiere falta; mas no que sea él

el superior.

     7. Y esto es lo que se hace ahora, y no sólo por mi parecer; porque


 

 

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el obispo que ahora tenemos, debajo de cuya obediencia estamos (que,

por causas muchas que hubo, no se dio la obediencia a la Orden) que es

persona amiga de toda religión y santidad y gran siervo de Dios -se

llama don Álvaro de Mendoza, de gran nobleza de linaje y muy

aficionado a favorecer esta casa de todas maneras-, hizo juntar

personas de letras y espíritu y experiencia para este punto, y se vino a

determinar esto.

     Razón será que los prelados que vinieren se lleguen a este parecer,

pues por tan buenos está determinado y con hartas oraciones pedido al

Señor alumbrase lo mejor, y, a lo que se entiende hasta ahora, cierto

esto lo es. El Señor sea servido llevarlo siempre adelante como más sea

para su gloria, amén.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Capítulo 6


 


Torna a la materia que comenzó del amor perfecto

 

     1. Harto me he divertido, mas importa tanto lo que queda dicho, que

quien lo entendiere no me culpará. Tornemos ahora al amor que es bien

y lícito nos tengamos; del que digo es puro espiritual. No sé si sé lo

que me digo; al menos me parece no es menester mucho hablar en él,

porque le tienen pocos. A quien el Señor se le hubiere dado, alábele

mucho, porque debe ser de grandísima perfección; en fin, quiero tratar

algo de él. Por ventura hará algún provecho, que poniéndonos delante

de los ojos la virtud, se aficiona a ella quien la desea y pretende ganar.

     2. Plega a Dios yo sepa entenderle, cuanto más decirle, que ni creo

sé cuál es espiritual, ni cuando se mezcla sensual, ni sé cómo me pongo

a hablar en ello. Es como quien oye hablar de lejos, que no entiende lo

que dicen; así soy yo, que algunas veces no debo entender lo que digo

y quiere el Señor sea bien dicho; si otras fuere dislate, es lo más natural

a mí no acertar en nada.

     3. Me parece ahora a mí que cuando una persona la ha llegado Dios

a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y

que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que

lo uno es eterno y lo otro soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la

criatura -esto visto por experiencia, que es otro negocio que sólo

pensarlo y creerlo-, o ver y probar qué se gana con lo uno y se pierde

con lo otro, y qué cosa es Criador y qué cosa es criatura, y otras

muchas cosas que el Señor enseña a quien se quiere dar a ser enseñado

de Él en la oración, o a quien Su Majestad quiere, que aman muy

diferentemente de los que no hemos llegado aquí.

     4. Podrá ser, hermanas, que os parezca tratar en esto impertinente y

que digáis que estas cosas que he dicho ya todas las sabéis. Plega al

Señor sea así que lo sepáis de la manera que hace al caso, imprimido

en las entrañas; pues si lo sabéis, veréis que no miento en decir que a

quien el Señor llega aquí tiene este amor.


 

 

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     Son estas personas, que Dios las llega a este estado, almas

generosas, almas reales; no se contentan con amar cosa tan ruin como

estos cuerpos, por hermosos que sean, por muchas gracias que tengan,

bien que place a la vista y alaban al Criador; mas para detenerse en

ello, no. Digo     detenerse, de manera que por estas cosas los tengan

amor; les parecería que aman cosa sin tomo y que se ponen a querer

sombra; se correrían de sí mismos y no tendrían cara, sin gran afrenta

suya, para decir a Dios que le aman.

     5. Me diréis: «esos tales no sabrán querer ni pagar la voluntad que

se les tuviere». Al menos se les da poco de que se la tengan, ya que de

presto algunas veces el natural lleva a holgarse de ser amados, en

tornando sobre sí ven que es disparate, si no son personas que las ha de

aprovechar su alma o con doctrina o con oración. Todas las otras

voluntades les cansan, que entienden ningún provecho les hace y les

podría dañar; no porque las dejan de agradecer y pagar con

encomendarlos a Dios. Tómanlo como cosa que echan carga al Señor

los que las aman, que entienden viene de allí, porque en sí no les

parece que hay qué querer, y luego les parece las quieren porque las

quiere Dios, y dejan a Su Majestad lo pague y se lo suplican, y con esto

quedan libres, que les parece no les toca. Y, bien mirado, si no es con

las personas que digo que nos pueden hacer bien para ganar bienes

perfectos, yo pienso algunas veces cuán gran ceguedad se trae en este

querer que nos quieran.

     6. Ahora noten que, como el amor, cuando de alguna persona le

queremos, siempre se pretende algún interés de provecho o contento

nuestro, y estas personas perfectas ya todos los tienen debajo de los

pies los bienes que en el mundo les pueden hacer y regalos; los

contentos ya están de suerte que, aunque ellos quieran -a manera de

decir-, no le pueden tener que lo sea fuera de con Dios o en tratar de

Dios. Pues ¿qué provecho les puede venir de ser amados?

     7. Como se les representa esta verdad, de sí mismos se ríen de la

pena que algún tiempo les ha dado si era pagada o no su voluntad.

Aunque sea buena la voluntad, luego nos es muy natural querer ser

pagada. Venido a cobrar esta paga, es en pajas, que todo es aire y sin


 

 

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tomo, que se lo lleva el viento; porque, cuando mucho nos hayan

querido, ¿qué es esto que nos queda? Así que, si no es para provecho

de su alma con las personas que tengo dichas -porque ven ser tal

nuestro natural que, si no hay algún amor, luego se cansan- no se les da

más ser queridas que no. Os parecerá que estos tales no quieren a

nadie, ni saben, sino a Dios.

     8. También os parecerá que si no aman por las cosas que ven, que

¿a qué se aficionan?

     Verdad es que lo que ven aman y a lo que oyen se aficionan; mas es

a cosas que ven son estables. Luego éstos, si aman, pasan por los

cuerpos y ponen los ojos en las almas y miran si hay qué amar; y si no

lo hay y ven algún principio o disposición para que, si cavan, hallarán

oro en esta mina, si la tienen amor, no les duele el trabajo; ninguna

cosa se les pone delante que de buena gana no la hiciesen por el bien

de aquel alma, porque desean durar en amarla, y saben muy bien que si

no tiene bienes y ama mucho a Dios, que es imposible. Y digo que es

imposible, aunque más la obligue y se muera queriéndola y la haga

todas las buenas obras que pueda y tenga todas las gracias de

naturaleza juntas; no tendrá fuerza la voluntad, ni la podrá hacer estar

con asiento. Ya sabe y tiene experiencia de lo que es todo; no le

echarán dado falso. Ve que no son para en uno y que es imposible

durar a quererse el uno al otro; porque es amor que se ha de acabar con

la vida, si el otro no va guardando la ley de Dios, y entiende que no le

ama y que han de ir a diferentes partes.

     9. Y este amor que sólo acá dura, alma de éstas a quien el Señor ya

ha infundido verdadera sabiduría, no le estima en más de lo que vale,

ni en tanto; porque para los que gustan de gustar de cosas del mundo,

deleites y honras y riquezas, algo valdrá, si es rico o tiene partes, para

dar pasatiempo y recreación; mas quien todo esto aborrece ya, poco o

nonada se le dará de aquello. Ahora, pues, aquí -si tiene amor- es la

pasión para hacer esta alma ame a Dios para ser amada de Él, porque -

como digo- sabe que no ha de durar en quererla. Es amor muy a su

costa; no deja de poner todo lo que puede porque se aproveche;

perdería mil vidas por un pequeño bien suyo. ¡Oh, precioso amor, que


 

 

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va imitando al capitán del amor, Jesús, nuestro bien!


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Capítulo 7


 


En que trata de la misma materia de amor espiritual y da

algunos avisos para ganarle

 

     1. Es cosa extraña qué apasionado amor es éste, qué de lágrimas

cuesta, qué de penitencias y oración, qué cuidado de encomendar a

todos los que piensa le han de aprovechar con Dios para que se le

encomienden, qué deseo ordinario, un no traer contento si no le ve

aprovechar. Pues si le parece está mejorado y le ve que torna algo

atrás, no parece ha de tener placer en su vida; ni come, ni duerme, sino

con este cuidado, y siempre temerosa si alma que tanto quiere se ha de

perder y si se han de apartar para siempre; que la muerte de acá no la

tienen en nada, que no quiere asirse a cosa que en un soplo se le va de

entre las manos sin poderla asir.

     Es -como he dicho- amor sin poco ni mucho de interés propio; todo

lo que desea y quiere es ver rica aquella alma de bienes del cielo. Esta

es voluntad, y no estos quereres de por acá desastrados, aun no digo los

malos, que de esos Dios nos libre.

     2. En cosa que es infierno no hay que nos cansar en decir mal, que

no se puede encarecer el menor mal de él. Éste no hay para qué tomarle

nosotras, hermanas, en la boca, ni pensar le hay en el mundo, en burlas

ni en veras oírle, ni consentir que delante de vosotras se trate ni cuente

de semejantes voluntades -para ninguna cosa es bueno y podría dañar

aun oírlo-, sino de estotros lícitos -como he dicho- que nos tenemos

unas a otras, o de deudos y amigas. Toda la voluntad es que no se nos

muera; si les duele la cabeza, parece nos duele el alma; si los vemos

con trabajos, no queda -como dicen- paciencia; todo de esta manera.

     3. Estotra voluntad no es así. Aunque con la flaqueza natural se

sienta algo de presto, luego la razón mira si es bien para aquel alma, si

se enriquece más en virtud y cómo lo lleva, el rogar a Dios la dé

paciencia y merezca en los trabajos. Si ve que la tiene, ninguna pena

siente, antes se alegra y consuela; bien que lo pasaría de mejor gana


 

 

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que vérselo pasar, si el mérito y ganancia que hay en padecer pudiese

todo dársele, mas no para que se inquiete ni desasosiegue.

     4. Torno otra vez a decir que se parece y va imitando este amor al

que nos tuvo el buen amador Jesús; y así aprovechan tanto, porque no

querrían ellos sino        abrazar todos los trabajos, y que los otros, sin

trabajar, se aprovechasen de ellos. Así ganan muy mucho los que

tienen su amistad; y crean que, o los dejarán de tratar -con particular

amistad digo-, o acabarán con nuestro Señor que vayan por su camino,

pues van a una tierra, como hizo santa Mónica con san Agustín. No les

sufre el corazón tratar con ellos doblez, porque si les ven torcer el

camino, luego se lo dicen, o algunas faltas; no pueden consigo acabar

otra cosa. Y como de esto no se enmendarán ni tratan de lisonja con

ellos ni disimularles nada, o ellos se enmendarán o apartarán de la

amistad; porque no podrán sufrirlo, ni es de sufrir; para el uno y para el

otro es continua guerra, con andar descuidados de todo el mundo y no

trayendo cuenta si sirven a Dios o no, porque sólo consigo mismo la

tienen; con sus amigos no hay poder hacer esto ni se les encubre cosa;

las motitas ven. Digo que traen bien pesada cruz.

     5. Esta manera de amar es la que yo querría tuviésemos nosotras;

aunque a los principios no sea tan perfecta, el Señor la irá

perfeccionando. Comencemos en los medios, que aunque lleve algo de

ternura, no dañará, como sea en general.

     Es bueno y necesario algunas veces mostrar ternura en la voluntad,

y aun tenerla, y sentir algunos trabajos y enfermedades de las

hermanas, aunque sean pequeños; que algunas veces acaece dar una

cosa muy liviana tan gran pena como a otra daría un gran trabajo, y a

personas que tienen de natural apretarle mucho pocas cosas. Si vos le

tenéis al contrario, no os dejéis de compadecer; y por ventura quiere

nuestro Señor reservarnos de esas penas y las tendremos en otras cosas,

y de las que para nosotras son graves -aunque de suyo lo sean-, para la

otra serán leves. Así que en estas cosas no juzguemos por nosotras, ni

nos consideremos en el tiempo que, por ventura sin trabajo nuestro, el

Señor nos ha hecho más fuertes, sino considerémonos en el tiempo que

hemos estado más flacas.


 

 

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