¡Dios te salve María!
 

Camino de Perfección


 

 

 

 

 

Capítulo 26


 


En que va declarando el modo para recoger el

pensamiento. Pone medios para ello. Es capítulo muy

provechoso para los que comienzan oración

 

     1. Ahora, pues, tornemos a nuestra oración vocal para que se rece

de manera que, sin entendernos, nos lo dé Dios todo junto, y para -

como he dicho- rezar como es razón.

     La examinación de la conciencia y decir la confesión y santiguaros,

ya se sabe ha de ser lo primero. Procurad luego, hija, pues estáis sola,

tener compañía. Pues ¿qué mejor que la del mismo Maestro que enseñó

la oración que vais a rezar? Representad al mismo Señor junto con vos

y mirad con qué amor y humildad os está enseñando; y creedme,

mientras pudierais, no estéis sin tan buen amigo. Si os acostumbráis a

traerle cabe vos, y Él ve que lo hacéis con amor y que andáis

procurando contentarle, no le podréis -como dicen- echar de vos; no os

faltará para siempre; os ayudará en todos vuestros trabajos; le tendréis

en todas partes: ¿pensáis que es poco un tal amigo al lado?

     2. ¡Oh, hermanas, las que no podéis tener mucho discurso del

entendimiento, ni podéis tener el pensamiento sin divertiros!,

¡acostumbraos, acostumbraos! Mirad que sé yo que podéis hacer esto,

porque pasé muchos años por este trabajo de no poder sosegar el

pensamiento en una cosa -y lo es muy grande-; mas sé que no nos deja

el Señor tan desiertos, que, si llegamos con humildad a pedírselo, no

nos acompañe; y si en un año no pudiéremos salir con ello, sea en más.

No nos duela el tiempo en cosa que tan bien se gasta. ¿Quién va tras

nosotros? Digo que esto, que puede acostumbrarse a ello, y trabajar

andar cabe este verdadero Maestro.

     3. No os pido ahora que penséis en Él, ni que saquéis muchos

conceptos, ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con

vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis. Pues ¿quién os

quita volver los ojos del alma -aunque sea de presto, si no podéis más-


 

91


Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús


 


 

a este Señor? Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar la

cosa más hermosa que se puede imaginar? Pues nunca, hijas, quita

vuestro Esposo los ojos de vosotras; os ha sufrido mil cosas feas y

abominaciones contra Él y no ha bastado para que os deje de mirar, ¿y

es mucho que, quitados los ojos de estas cosas exteriores, le miréis

algunas veces a Él? Mirad que no está aguardando otra cosa, como dice

a la esposa, sino que le miremos. Como le quisiereis, le hallaréis. Tiene

en tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya.

     4. Así como dicen ha de hacer la mujer, para ser bien casada, con su

marido, que si está triste, se ha de mostrar ella triste, y si está alegre,

aunque nunca lo esté, alegre -mirad de qué sujeción os habéis librado,

hermanas-, esto con verdad, sin fingimiento, hace el Señor con

nosotros: que Él se hace sujeto, y quiere seáis vos la señora y andar Él

a vuestra voluntad. Si estáis alegre, miradle resucitado; que sólo

imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Mas ¡con qué claridad y

con qué hermosura!; ¡con qué majestad, qué victorioso, qué alegre!

Como quien tan bien salió de la batalla adonde ha ganado un tan gran

reino, que todo le quiere para vos, y a Sí con él. Pues ¿es mucho que, a

quien tanto os da, volváis una vez los ojos a mirarle?

     5. Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto: ¡qué

aflicción tan grande llevaba en su alma!; pues, con ser el mismo

sufrimiento, la dice y se queja de ella. O miradle atado a la columna,

lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os

ama; tanto padecer, perseguido de unos, escupido de otros, negado de

sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por Él, helado

de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis

consolar. O miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban hartar

de huelgo. Os mirará Él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos

de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo

porque os vais vos con Él a consolar y volváis la cabeza a mirarle.

     6. «¡Oh, Señor del mundo, verdadero Esposo mío!» -le podéis vos

decir, si se os ha enternecido el corazón de verle tal, que no sólo

queráis mirarle, sino que os holguéis de hablar con Él, no oraciones

compuestas, sino de la pena de vuestro corazón, que las tiene Él en


 

 

92


 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección


 


 

muy mucho-, ¿tan necesitado estáis, Señor mío y Bien mío, que queréis

admitir una pobre compañía como la mía, y veo en vuestro semblante

que os habéis consolado conmigo? Pues ¿cómo, Señor, es posible que

os dejan sólo los ángeles y que aún no os consuela vuestro Padre? Si es

así, Señor, que todo lo queréis pasar por mí, ¿qué es esto que yo paso

por Vos?, ¿de qué me quejo? Que ya he vergüenza de que os he visto

tal, que quiero pasar, Señor, todos los trabajos que me vinieren y

tenerlos por gran bien por imitaros en algo. Juntos andemos, Señor; por

donde fuereis, tengo de ir; por donde pasaréis, tengo de pasar.

     7. Tomad, hija, de aquella cruz; no se os dé nada de que os

atropellen los judíos, porque Él no vaya con tanto traba[jo]; no hagáis

caso de lo que os dijeren; haceos sorda a las murmuraciones;

tropezando, cayendo con vuestro Esposo, no os apartéis de la cruz ni la

dejéis; mirad mucho el cansancio con que va y las ventajas que hace su

trabajo a los que vos padecéis; por grandes que los queráis pintar y por

mucho que los queráis sentir, saldréis consolada de ellos, porque veréis

son cosa de burla comparados a los del Señor.

     8. Diréis, hermanas, que cómo se podrá hacer esto; que «si le vierais

con los ojos del cuerpo en el tiempo que Su Majestad andaba en el

mundo, que lo hicierais de buena gana y le mirarais siempre». No lo

creáis, que a quien ahora no se quiere hacer un poquito de fuerza a

recoger siquiera la vista para mirar dentro de sí a este Señor -que lo

puede hacer sin peligro, sino con tantito cuidado-, muy menos se

pusiera al pie de la cruz con la Magdalena, que veía la muerte al ojo.

     Mas ¡qué debía pasar la gloriosa Virgen y esta bendita Santa! ¡Qué

de amenazas, qué de malas palabras y qué de encontrones, y qué

descomedidas! Pues, ¡con qué gente lo habían, tan cortesana! Sí, lo era

del infierno, que eran ministros del demonio. Por cierto que debía ser

terrible cosa lo que pasaron; sino que, con otro dolor mayor, no

sentirían el suyo. Así que, hermanas, no creáis erais para tan grandes

trabajos, si no sois para cosas tan pocas; ejercitándoos en ellas, podéis

venir a otras mayores.

     9. Lo que podéis hacer para ayuda de esto: procurad traer una

imagen o retrato de este Señor que sea a vuestro gusto; no para traerle


 

 

93


 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús



 

en el seno y nunca mirarle, sino para hablar muchas veces con Él, que

Él os dará qué decirle. Como habláis con otras personas, ¿por qué os

han más de faltar palabras para hablar con Dios? No lo creáis; al

menos, yo no os creeré, si lo usáis; porque, si no, el no tratar con una

persona causa extrañeza y no saber cómo hablarnos con ella, que

parece no la conocemos, y aun aunque sea deudo; porque deudo y

amistad se pierde con la falta de comunicación.

     10. También es gran remedio tomar un libro de romance bueno, aun

para recoger el pensamiento, para venir a rezar bien vocalmente, y

poquito a poquito ir acostumbrando el alma con halagos y artificio para

no amedrentarla.

     Haced cuenta que ha muchos años que se ha ido de con su esposo, y

que hasta que quiera tornar a su casa es menester mucho saberlo

negociar, que así somos los pecadores: tenemos tan acostumbrada

nuestra alma y pensamiento a andar a su placer -o pesar, por mejor

decir-, que la triste alma no se entiende; que para que torne a tomar

amor a estar en su casa es menester mucho artificio; y si no es así y

poco a poco, nunca haremos nada.

     Y os torno a certificar que si con cuidado os acostumbráis a lo que

he dicho, que sacaréis tan gran ganancia, que aunque yo os la quisiera

decir, no sabré. Pues juntaos cabe este buen Maestro, muy

determinadas a deprender lo que os enseña, y Su Majestad hará que no

dejéis de salir buenas discípulas, ni os dejará si no le dejáis. Mirad las

palabras que dice aquella boca divina, que en la primera entenderéis

luego el amor que os tiene, que no es pequeño bien y regalo del

discípulo ver que su maestro le ama.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

94


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección


 

 

 

 

 

Capítulo 27


 


En que trata el gran amor que nos mostró el Señor en las

primeras palabras del Paternóster y lo mucho que importa

no hacer caso ninguno del linaje las que de veras quieren

ser hijas de Dios

 

1.   Padre nuestro que estás en los cielos.     ¡Oh, Señor mío, cómo

parecéis Padre de tal Hijo y cómo parece vuestro Hijo hijo de tal

Padre! ¡Bendito seáis por siempre jamás! ¿No fuera al fin de la oración

esta merced, Señor, tan grande? En comenzando, nos henchís las

manos y hacéis tan gran merced, que sería harto bien henchirse el

entendimiento para ocupar de manera la voluntad que no pudiese

hablar palabra.

     ¡Oh, qué bien venía aquí, hijas, contemplación perfecta! ¡Oh, con

cuánta razón se entraría el alma en sí para poder mejor subir sobre sí

misma a que le diese este santo Hijo a entender qué cosa es el lugar

adonde dice que está su Padre, que es en los cielos! Salgamos de la

tierra, hijas mías, que tal merced como ésta no es razón se tenga en tan

poco, que después que entendamos cuán grande es, nos quedemos en la

tierra.

     2. ¡Oh, Hijo de Dios y Señor mío!, ¿cómo dais tanto junto a la

primera palabra? Ya que os humilláis a Vos con extremo tan grande en

juntaros con nosotros al pedir y haceros hermano de cosa tan baja y

miserable, ¿cómo nos dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se

puede dar, pues queréis que nos tenga por hijos? Que vuestra palabra

no puede faltar. Le obligáis a que la cumpla, que no es pequeña carga,

pues en siendo Padre nos ha de sufrir, por graves que sean las ofensas.

Si nos tornamos a Él, como al hijo pródigo nos ha de perdonar, nos ha

de consolar en nuestros trabajos, nos ha de sustentar como lo ha de

hacer un tal Padre -que forzado ha de ser mejor que todos los padres

del mundo, porque en Él no puede haber sino todo bien cumplido- y

después de todo esto hacemos participantes y herederos con Vos.


 

95


Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús


 


 

     3. Mirad, Señor mío, que ya que Vos, con el amor que nos tenéis y

con vuestra humildad, no se os ponga nada delante (en fin, Señor,

estáis en la tierra y vestido de ella, pues tenéis nuestra naturaleza,

parece tenéis causa alguna para mirar nuestro provecho); mas mirad

que vuestro Padre está en el cielo -Vos lo decís-; es razón que miréis

por su honra. Ya que estáis Vos ofrecido a ser deshonrado por

nosotros, dejad a vuestro Padre libre; no le obliguéis a tanto por gente

tan ruin como yo, que le ha de dar tan malas gracias.

     4. ¡Oh, buen Jesús! ¡qué claro habéis mostrado ser una cosa con Él,

y que vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra! ¡Qué confesión tan

clara, Señor mío! ¡Qué cosa es el amor que nos tenéis! Habéis andado

rodeando, encubriendo al demonio que sois Hijo de Dios, y con el gran

deseo que tenéis de nuestro bien no se os pone cosa delante por

hacernos tan grandísima merced. ¿Quién la podía hacer sino Vos,

Señor? Yo no sé cómo en esta palabra no entendió el demonio quién

erais, sin quedarle duda. Al menos bien veo, mi Jesús, que habéis

hablado, como Hijo regalado, por Vos y por nosotros, y que sois

poderoso para que se haga en el cielo lo que Vos decís en la tierra.

¡Bendito seáis por siempre, Señor mío, que tan amigo sois de dar, que

no se os pone cosa delante!

     5. Pues ¿os parece, hijas, que es buen maestro éste, pues, para

aficionamos a que deprendamos lo que nos enseña, comienza

haciéndonos tan gran merced? Pues ¿os parece ahora que será razón

que, aunque digamos vocalmente esta palabra, dejemos de entender

con el entendimiento, para que se haga pedazos nuestro corazón con

ver tal amor? Pues ¿qué hijo hay en el mundo que no procure saber

quién es su padre, cuando le tiene bueno y de tanta majestad y señorío?

Aun si no lo fuera, no me espantara no nos quisiéramos conocer por

sus hijos, porque anda el mundo tal, que si el padre es más bajo del

estado en que está el hijo, no se tiene por honrado en conocerle por

padre.

     6. Esto no viene aquí, porque en esta casa nunca plega a Dios haya

acuerdo de cosa de éstas: sería infierno; sino que la que fuere más,

tome menos a su padre en la boca: todas han de ser iguales. ¡Oh,


 

 

96


 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección



 

colegio de Cristo! que tenía más mando san Pedro, con ser un pescador

-y le quiso así el Señor-, que san Bartolomé, que era hijo de rey. Sabía

Su Majestad lo que había de pasar en el mundo sobre cuál era de mejor

tierra, que no es otra cosa sino debatir si será buena para adobes o para

tapias. ¡Válgame Dios, qué gran trabajo traemos!

     Dios os libre, hermanas, de semejantes contiendas, aunque sean en

burlas; yo espero en Su Majestad que sí hará. Cuando algo de esto en

alguna hubiese, póngase luego remedio, y ella tema no estar Judas

entre los apóstoles; denla penitencias hasta que entienda que aun tierra

muy ruin no merecía ser. Buen Padre os tenéis, que os da el buen

Jesús; no se conozca aquí otro padre para tratar de Él; y procurad, hijas

mías, ser tales que merezcáis regalaros con Él y echaros en sus brazos.

Ya sabéis que no os echará de sí, si sois buenas hijas; pues ¿quién no

procurará no perder tal Padre?

     7. ¡Oh, válgame Dios, y que hay aquí en qué consolaros!, que por

no alargarme más lo quiero dejar a vuestros entendimientos; que por

disparatado que ande el pensamiento, entre tal Hijo y tal Padre forzado

ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate

tan grandísimo amor, ya que no baste para esto tan gran interés.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

97


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús


 

 

 

 

 

Capítulo 28



En que declara qué es oración de recogimiento y pónense

algunos medios para acostumbrarse a ella

 

     1. Ahora, mirad que dice vuestro Maestro: «Que estás en los

cielos». ¿Pensáis que importa poco saber qué cosa es cielo y adónde se

ha de buscar vuestro sacratísimo Padre? Pues yo os digo que, para

entendimientos derramados, que importa mucho no sólo creer esto,

sino procurarlo entender por experiencia; porque es una de las cosas

que ata mucho el entendimiento y hace recoger el alma.

     2. Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues claro está que

adonde está el rey, allí dicen está la corte; en fin, que adonde está Dios,

es el cielo. Sin duda lo podéis creer que adonde está Su Majestad, está

toda la gloria. Pues mirad que dice san Agustín que le buscaba en

muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo. ¿Pensáis que

importa poco para un alma derramada entender esta verdad y ver que

no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo ni para

regalarse con Él, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable,

está tan cerca que nos oirá; ni ha menester alas para ir a buscarle, sino

ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen

huésped; sino con gran humildad hablarle como a Padre, pedirle como

a Padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo

que no es digna de ser su hija.

     3. Déjese de unos encogimientos que tienen algunas personas y

piensan es humildad. Sí, que no está la humildad en que si el rey os

hace una merced no la toméis, sino tomarla y entender cuán sobrada os

viene y holgaros con ella. ¡Donosa humildad que me tenga yo al

Emperador del cielo y de la tierra en mi casa, que se viene a ella por

hacerme merced y por holgarse conmigo, y que, por humildad, ni le

quiera responder, ni estarme con Él, ni tomar lo que me da, sino que le

deje solo; y que, estándome diciendo y rogando le pida, por humildad

me quede pobre, y aun le deje ir de que ve que no acabo de


 

 

98


 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección

 

determinarme!



     No os curéis, hijas, de estas humildades, sino tratad con Él como

con padre, y como con hermano, y como con señor, y como con

esposo; a veces de una manera, a veces de otra; que Él os enseñará lo

que habéis de hacer para contentarle. Dejaos de ser bobas; pedidle la

palabra, que vuestro Esposo es, que os trate como a tal.

     4. Este modo de rezar, aunque sea vocalmente, con mucha más

brevedad se recoge el entendimiento, y es oración que trae consigo

muchos bienes. Se llama recogimiento, porque recoge el alma todas las

potencias y se entra dentro de sí con su Dios, y viene con más brevedad

a enseñarla su divino Maestro y a darla oración de quietud, que de

ninguna otra manera. Porque allí, metida consigo misma, puede pensar

en la Pasión y representar allí al Hijo, y ofrecerle al Padre, y no cansar

el entendimiento andándole buscando en el monte Calvario, y al huerto

y a la columna.

     5. Las que de esta manera se pudieren encerrar en este cielo

pequeño de nuestra alma -adonde está el que le hizo, y la tierra- y

acostumbrar a no mirar ni estar adonde se distraigan estos sentidos

exteriores, crea que lleva excelente camino y que no dejará de llegar a

beber el agua de la fuente, porque camina mucho en poco tiempo. Es

como el que va en una nao, que con un poco de buen viento se pone en

el fin de la jornada en pocos días, y los que van por tierra tárdanse más.

     6. Éstos están ya -como dicen- puestos en la mar; que, aunque del

todo no han dejado la tierra, por aquel rato hacen lo que pueden por

librarse de ella, recogiendo sus sentidos a sí mismos. Si es verdadero el

recogimiento, se siente muy claro, porque hace alguna operación; no sé

cómo lo dé a entender; quien lo tuviere, sí entenderá: es que parece se

levanta el alma con el juego, que ya ve lo es las cosas del mundo. Se

alza al mejor tiempo y como quien se entra en un castillo fuerte para no

temer los contrarios: un retirarse los sentidos de estas cosas exteriores

y darles de tal manera de mano que, sin entenderse, se le cierran los

ojos por no verlas, porque más se despierte la vista a los del alma.

Así, quien va por este camino casi siempre que reza tiene cerrados los

ojos, y es admirable costumbre para muchas cosas, porque es un


 

 

99


 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús



 

hacerse fuerza a no mirar las de acá. Esto al principio, que después no

es menester; mayor se la hace cuando en aquel tiempo los abre. Parece

que se entiende un fortalecerse y esforzarse el alma a costa del cuerpo

y que le deja solo y desflaquecido, y ella toma allí bastimento para

contra él.

     7. Y aunque al principio no se entienda esto -por no ser tanto, que

hay más y menos en este recogimiento-, si se acostumbra (aunque al

principio dé trabajo, porque el cuerpo torna de su derecho, sin entender

que él mismo se corta la cabeza en no darse por vencido), si se usa

algunos días y nos hacemos esta fuerza, se verá claro la ganancia, y

entenderán -en comenzando a rezar- que se vienen las abejas a la

colmena y se entran en ella para labrar la miel, y esto sin cuidado

nuestro; porque ha querido el Señor que, por el tiempo que le han

tenido, se haya merecido estar el alma y voluntad con este señorío, que,

en haciendo una seña no más de que se quiere recoger, la obedezcan

los sentidos y se recojan a ella. Y aunque después tornen a salir, es

gran cosa haberse ya rendido, porque salen como cautivos y sujetos y

no hacen el mal que antes pudieran hacer; y en tornando a llamar la

voluntad, vienen con más presteza, hasta que a muchas entradas de

éstas quiere el Señor se queden ya del todo en contemplación perfecta.

     8. Entiéndase mucho esto que queda dicho, porque, aunque parece

oscuro, se entenderá a quien quisiere obrarlo. Así que caminan por

mar; y pues tanto nos va no ir tan despacio, hablemos un poco de cómo

nos acostumbraremos a tan buen modo de proceder. Están más seguros

de muchas ocasiones; se pega más presto el fuego del amor divino,

porque, con poquito que soplen con el entendimiento, como están cerca

del mismo fuego, con una centellica que le toque se abrasará todo.

Como no hay embarazo de lo exterior -se está sola el alma con su

Dios-, hay gran aparejo para encenderse.

     9. Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de

grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas, en fin,

como para tal Señor; y que sois vos parte para que este edificio sea tal,

como a la verdad es así -que no hay edificio de tanta hermosura como

una alma limpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más


 

 

100


 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección



 

resplandecen las piedras-; y que en este palacio está este gran Rey, que

ha tenido por bien ser vuestro Padre; y que está en un trono de

grandísimo precio, que es vuestro corazón.

     10. Parecerá esto al principio cosa impertinente -digo hacer esta

ficción para darlo a entender- y podrá ser aproveche mucho, a vosotras

en especial; porque, como no tenemos letras las mujeres, todo esto es

menester para que entendamos con verdad que hay otra cosa más

preciosa, sin ninguna comparación, dentro de nosotras que lo que

vemos por defuera. No nos imaginemos huecas en lo interior. Y plega

a Dios sean solas mujeres las que andan con este descuido; que tengo

por imposible, si trajésemos cuidado de acordarnos tenemos tal

huésped dentro de nosotras, nos diésemos tanto a las cosas del mundo,

porque veríamos cuán bajas son para las que dentro poseemos. Pues

¿qué más hace una alimaña que, en viendo lo que le contenta a la vista,

harta su hambre en la presa? Sí, que diferencia ha de haber de ellas a

nosotras.

     11. Se reirán de mí, por ventura, y dirán que bien claro se está esto,

y tendrán razón; porque para mí fue oscuro algún tiempo. Bien

entendía que tenía alma; mas lo que merecía esta alma y quién estaba

dentro de ella, si yo no me tapara los ojos con las vanidades de la vida

para verlo, no lo entendía. Que, a mi parecer, si como ahora entiendo

que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, que no le

dejara tantas veces solo; alguna me estuviera con Él, y más procurara

que no estuviera tan sucia. Mas ¡qué cosa de tanta admiración, quien

hinchiera mil mundos y muy mucho más con su grandeza, encerrarse

en una cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo trae la

libertad, y como nos ama, se hace a nuestra medida.

     12. Cuando un alma comienza, por no alborotarla de verse tan

pequeña para tener en sí cosa tan grande, no se da a conocer hasta que

va ensanchándola poco a poco, conforme a lo que es menester para lo

que ha de poner en ella. Por esto digo que trae consigo la libertad, pues

tiene el poder de hacer grande este palacio. Todo el punto está en que

se le demos por suyo con toda determinación, y le desembaracemos

para que pueda poner y quitar como en cosa propia. Y tiene razón Su


 

 

101


 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús



 

Majestad; no se lo neguemos. Y como Él no ha de forzar nuestra

voluntad, toma lo que damos, mas no se da a Sí del todo hasta que nos

damos del todo. Esto es cosa cierta y, porque importa tanto, os lo

acuerdo tantas veces: ni obra en el alma, como cuando del todo, sin

embarazo, es suya, ni sé cómo ha de obrar: es amigo de todo concierto.

Pues si el palacio henchimos de gente baja y de baratijas, ¿cómo ha de

caber el Señor con su corte? Harto hace de estar un poquito entre tanto

embarazo.

     13. ¿Pensáis, hijas, que viene solo? ¿No veis que dice su Hijo: «que

estás en los cielos»? Pues un tal Rey, a osadas que no le dejen solo los

cortesanos, sino que están con Él, rogándole por nosotros todos para

nuestro provecho, porque están llenos de caridad. No penséis que es

como acá, que si un señor o prelado favorece a alguno por algunos

fines, o porque quiere, luego hay las envidias y el ser malquisto aquel

pobre sin hacerles nada.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

102


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección


 

 

 

 

 

Capítulo 29


 


Prosigue en dar medios para procurar esta oración de

recogimiento. Dice lo poco que se nos ha de dar de ser

favorecidas de los prelados

 

     1. Huid, por amor de Dios, hijas, de dárseos nada de estos favores;

procure cada una hacer lo que debe, que si el prelado no se lo

agradeciere, segura puede estar lo pagará y agradecerá el Señor. Sí, que

no venimos aquí a buscar premio en esta vida; siempre el pensamiento

en lo que dura, y de lo de acá ningún caso hagamos, que aun para lo

que se vive no es durable; que hoy está bien con la una; mañana, si ve

una virtud más en vos, estará mejor con vos, y si no, poco va en ello.

No deis lugar a estos pensamientos, que a las veces comienzan por

poco y os pueden desasosegar mucho, sino atajadlos con que no es acá

vuestro reino y cuán presto tiene todo fin.

     2. Mas aun esto es bajo remedio y no mucha perfección. Lo mejor

es que dure, y vos desfavorecida y abatida, y lo queráis estar por el

Señor que está con vos. Poned los ojos en vos y miraos interiormente,

como queda dicho: hallaréis vuestro Maestro, que no os faltará, antes,

mientras menos consolación exterior, más regalo os hará. Es muy

piadoso, y a personas afligidas y desfavorecidas jamás falta, si confían

en Él sólo. Así lo dice David, que está el Señor con los afligidos. O

creéis esto o no; si lo creéis, ¿de qué os matáis?

     3. ¡Oh, Señor mío, que si de veras os conociésemos, no se nos daría

nada de nada, porque dais mucho a los que de veras se quieren fiar de

Vos! Creed, amigas, que es gran cosa entender en verdad esto, para ver

que los favores de acá todos son mentira cuando desvían algo el alma

de andar dentro de sí. ¡Oh, válgame Dios, quién os hiciese entender

esto! No yo, por cierto; sé que con deber yo más que en ninguno no

acabo de entenderlo como se ha de entender.

     4. Pues tornando a lo que decía, quisiera yo saber declarar cómo

está esta compañía santa con nuestro acompañador, Santo de los


 

103


Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús



 

Santos, sin impedir a la soledad que ella y su Esposo tienen, cuando

esta alma dentro de sí quiere entrarse en este paraíso con su Dios y

cierra la puerta tras sí a todo lo del mundo. Digo quiere, porque

entended que esto no es cosa sobrenatural, sinoque está en nuestro

querer y que podemos nosotros hacerlo con el favor de Dios, que sin

éste no se puede nada, ni podemos de nosotros tener un buen

pensamiento. Porque esto no es silencio de las potencias; es

encerramiento de ellas en sí misma el alma.

     5. Se va ganando esto de muchas maneras, como está escrito en

algunos libros, que nos hemos de desocupar de todo para llegarnos

interiormente a Dios, y aun en las mismas ocupaciones retirarnos a

nosotros mismos. Aunque sea por un momento solo, aquel acuerdo de

que tengo compañía dentro de mí es gran provecho. En fin, irnos

acostumbrando a gustar de que no es menester dar voces para hablarle,

porque Su Majestad se dará a sentir cómo está allí.

     6. De esta suerte rezaremos con mucho sosiego vocalmente y es

quitarnos de trabajo; porque, a poco tiempo que forcemos a nosotros

mismos para estarnos cerca de este Señor, nos entenderá por señas; de

manera que si habíamos de decir muchas veces el                   Paternóster,     nos

entenderá de una. Es muy amigo de quitarnos de trabajo; aunque en

una hora no le digamos más de una vez, como entendamos estamos con

Él y lo que le pedimos y la gana que tiene de darnos y cuán de buena

gana se está con nosotros, no es amigo de que nos quebremos las

cabezas hablándole mucho.

     7. El Señor lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mí os confieso

que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta que el Señor

me enseñó este modo; y siempre he hallado tantos provechos de esta

costumbre de recogimiento dentro de mí, que eso me ha hecho alargar

tanto.

     Concluyo que, quien lo quisiere adquirir -pues, como digo, está en

nuestra mano-, no se canse de acostumbrarse a lo que queda dicho, que

es señorearse poco a poco de sí mismo, no perdiéndose en balde; sino

ganarse a sí para sí, que es aprovecharse de sus sentidos para lo

interior. Si hablare, procurar acordarse que hay con quien hable dentro


 

 

104


 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección


 


 

de sí mismo; si oyere, acordarse que ha de oír a quien más cerca le

habla. En fin, traer cuenta que puede, si quiere, nunca apartarse de tan

buena compañía, y pesarle cuando mucho tiempo ha dejado solo a su

Padre, que está necesitada de Él. Si pudiere, muchas veces en el día; si

no, sea pocas. Como lo acostumbrare, saldrá con ganancia, o presto, o

más tarde. Después que se lo dé el Señor, no lo trocaría por ningún

tesoro.

     8. Pues nada se deprende sin un poco de trabajo, por amor de Dios,

hermanas, que deis por bien empleado el cuidado que en esto gastaréis;

y yo sé que, si le tenéis, en un año, y quizá en medio, saldréis con ello,

con el favor de Dios. Mirad qué poco tiempo para tan gran ganancia,

como es hacer buen fundamento para si quisiere el Señor levantaros a

grandes cosas, que halle en vos aparejo, hallándoos cerca de Sí. Plega a

Su Majestad no consienta nos apartemos de su presencia, amén.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

105


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús


 

 

 

 

 

Capítulo 30


 


Dice lo que importa entender lo que se pide en la oración.

Trata de estas palabras del Paternóster: «Santificetur

nomen tuum, adveniat regnum tuum». Aplícalas a oración

de quietud y comiénzala a declarar

 

     1. ¿Quién hay, por disparatado que sea, que, cuando pide a una

persona grave, no lleva pensado cómo pedirla, para contentarle y no

serle desabrido, y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le

ha de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que

pidamos nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar. ¿No

pudierais, Señor mío, concluir con una palabra y decir: «dadnos, Padre,

lo que nos conviene», pues a quien tan bien lo entiende todo, no parece

era menester más?

     2. ¡Oh, Sabiduría eterna! Para entre Vos y vuestro Padre esto

bastaba, que así lo pedisteis en el huerto; mostrasteis vuestra voluntad

y temor, mas os dejasteis en la suya. Mas a nosotros nos conocéis,

Señor mío, que no estamos tan rendidos como lo estabais Vos a la

voluntad de vuestro Padre, y que era menester pedir cosas señaladas,

para que nos detuviésemos en mirar si nos está bien lo que pedimos, y

si no, que no lo pidamos. Porque, según somos, si no nos dan lo que

queremos -con este libre albedrío que tenemos-, no admitiremos lo que

el Señor nos diere; porque, aunque sea lo mejor, como no vemos luego

el dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos.

     3. ¡Oh, válgame Dios! ¡qué hace tener tan dormida la fe para lo uno

y lo otro, que ni acabamos de entender cuán cierto tendremos el castigo

ni cuán cierto el premio! Por eso, es bien, hijas, que entendáis lo que

pedís en el Paternóster, para que, si el Padre Eterno os lo diere, no se

lo tornéis a los ojos, y penséis muy bien si os está bien; y si no, no lo

pidáis, sino pedid que os dé Su Majestad luz; porque estamos ciegos y

con hastío para no poder comer los manjares que os han de dar vida,

sino los que os han de llevar a la muerte. ¡Y qué muerte tan peligrosa y


 

106


Espacio Disponible


 

Camino de Perfección

 

tan para siempre!


 


     4. Pues dice el buen Jesús que digamos estas palabras en que

pedimos que venga a nosotros un tal reino: «Santificado sea tu nombre,

venga en nosotros tu reino».

Ahora mirad, hijas, qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro.

Considero yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este

reino. Mas como vio Su Majestad que no podíamos santificar ni alabar

ni engrandecer ni glorificar este nombre santo del Padre Eterno,

conforme a lo poquito que podemos nosotros -de manera que se hiciese

como es razón-, si no nos proveía Su Majestad con darnos acá su reino,

y así lo puso el buen Jesús lo uno cabe lo otro. Porque entendamos,

hijas, esto que pedimos y lo que nos importa importunar por ello y

hacer cuanto pudiéremos para contentar a quien nos lo ha de dar, os

quiero decir aquí lo que yo entiendo. Si no os contentare, pensad

vosotras otras consideraciones, que licencia nos dará nuestro Maestro,

como en todo nos sujetemos a lo que tiene la Iglesia, y así lo hago yo

aquí.

     5. Ahora, pues, el gran bien que me parece a mí hay en el reino del

cielo -con otros muchos- es ya no tener cuenta con cosa de la tierra,

sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren

todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les

viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su

nombre y no le ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no

entiende en otra cosa sino en amarle ni puede dejarle de amar, porque

le conoce. Y así le amaríamos acá, aunque no en esta perfección, ni en

un ser; mas muy de otra manera le amaríamos de lo que le amamos, si

le conociésemos.

     6. Parece que voy a decir que hemos de ser ángeles para pedir esta

petición y rezar bien vocalmente. Bien lo quisiera nuestro divino

Maestro, pues tan alta petición nos manda pedir, y a buen seguro que

no nos dice pidamos cosas imposibles; que posible sería, con el favor

de Dios, venir un alma puesta en este destierro, aunque no en la

perfección que están salidas de esta cárcel, porque andamos en mar y

vamos este camino; mas hay ratos que, de cansados de andar, los pone


 

 

107


 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús


 


 

el Señor en un sosiego de las potencias y quietud del alma, que, como

por señas, les da claro a entender a qué sabe lo que se da a los que el

Señor lleva a su reino; y a los que se les da acá como le pedimos, les da

prendas para que por ellas tengan gran esperanza de ir a gozar

perpetuamente lo que acá les da a sorbos.

     7. Si no dijeseis que trato de contemplación, venía aquí bien en esta

petición hablar un poco de principio de pura contemplación, que los

que la tienen la llaman oración de quietud; mas, como digo trato de

oración vocal, parece no viene lo uno con lo otro a quien no lo supiere,

y yo sé que viene. Perdonadme que lo quiero decir, porque sé que

muchas personas, rezando vocalmente -como ya queda dicho- las

levanta Dios, sin entender ellas cómo, a subida contemplación.

Conozco una persona que nunca pudo tener sino oración vocal y, asida

a ésta, lo tenía todo; y si no rezaba, se le iba el entendimiento tan

perdido que no lo podía sufrir. Mas ¡tal tengamos todas la mental! En

ciertos Paternostres que rezaba a las veces que el Señor derramó sangre

se estaba -y en poco más rezado- algunas horas. Vino una vez a mí

muy congojada, que no sabía tener oración mental ni podía contemplar,

sino rezar vocalmente. Le pregunté qué rezaba; y vi que, asida al

Paternóster, tenía pura contemplación y la levantaba el Señor a

juntarla consigo en unión; y bien se parecía en sus obras recibir tan

grandes mercedes, porque gastaba muy bien su vida. Así, alabé al

Señor y hube envidia [de] su oración vocal.

     Si esto es verdad -como lo es-, no penséis los que sois enemigos de

contemplativos que estáis libres de serlo, si las oraciones vocales rezáis

como se han de rezar, teniendo limpia la conciencia.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

108


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección


 

 

 

 

 

Capítulo 31



Que prosigue en la misma materia. Declara qué es oración

de quietud. Pone algunos avisos para los que la tienen. Es

mucho de notar

 

     1. Pues todavía quiero, hijas, declarar -como lo he oído platicar o el

Señor ha querido dármelo a entender, por ventura para que os lo diga-

esta oración de quietud, adonde a mí me parece comienza el Señor,

como he dicho, a dar a entender que oye nuestra petición y comienza

ya a darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y

santifiquemos su nombre y procuremos lo hagan todos.

     2. Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros

por diligencias que hagamos; porque es un ponerse el alma en paz o

ponerla el Señor con su presencia, por mejor decir, como hizo el justo

Simeón, porque todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma -por

una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores- que está

ya junto cabe su Dios, que con poquito más llegara a estar hecha una

misma cosa con Él por unión. Esto no es porque lo ve con los ojos del

cuerpo ni del alma. Tampoco no veía el justo Simeón más del glorioso

Niño pobrecito; que en lo que llevaba envuelto y la poca gente con Él

que iban en la procesión, más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre

que por Hijo del Padre celestial; mas se lo dio el mismo Niño a

entender. Y así lo entiende acá el alma, aunque no con esa claridad;

porque aun ella no entiende cómo lo entiende, más de que se ve en el

reino -al menos cabe el Rey que se le ha de dar-, y parece que la misma

alma está con acatamiento aun para no osar pedir. Es como un

amortecimiento interior y exteriormente, que no querría el hombre

exterior -digo el cuerpo, porque mejor me entendáis-, que no se querría

bullir, sino como quien ha llegado casi al fin del camino descansa para

poder mejor tornar a caminar, que allí se le doblan las fuerzas para ello.

     3. Se siente grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción en

el alma. Está tan contenta de sólo verse cabe la fuente, que aun sin


 

109


Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús


 


 

beber está ya harta; no le parece hay más que desear; las potencias,

sosegadas -que no querrían bullirse-; todo parece le estorba a amar;

aunque no tan perdidas, porque pueden pensar en cabe quién están, que

las dos están libres. La voluntad es aquí la cautiva, y si alguna pena

puede tener estando así es de ver que ha de tornar a tener libertad. El

entendimiento no querría entender más de una cosa, ni la memoria

ocuparse en más; aquí ven que ésta sola es necesaria y todas las demás

la turban. El cuerpo no querrían se menease, porque les parece han de

perder aquella paz, y así no se osan bullir; les da pena el hablar; en

decir «Padre nuestro» una vez, se les pasará una hora. Están tan cerca,

que ven que se entienden por señas. Están en el palacio cabe su Rey y

ven que las comienza a dar aquí su reino; no parece están en el mundo,

ni le querrían ver ni oír, sino a su Dios; no les da pena nada, ni parece

se la ha de dar. En fin, lo que dura, con la satisfacción y deleite que en

sí tienen, están tan embebidas y absortas, que no se acuerdan que hay

más que desear, sino que de buena gana dirían con San Pedro: «Señor,

hagamos aquí tres moradas.»

     4. Algunas veces, en esta oración de quietud, hace Dios otra merced

bien dificultosa de entender, si no hay gran experiencia; mas si hay

alguna, luego lo entenderéis la que la tuviere, y os dará mucha

consolación saber qué es, y creo muchas veces hace Dios esta merced

junto con estotra. Cuando es grande y por mucho tiempo esta quietud,

me parece a mí que, si la voluntad no estuviese asida a algo, que no

podría durar tanto en aquella paz; porque acaece andar un día o dos que

nos vemos con esta satisfacción y no nos entendemos -digo los que la

tienen- y verdaderamente ven que no están enteros en lo que hacen,

sino que les falta lo mejor, que es la voluntad, que -a mi parecer- está

unida con su Dios y deja las otras potencias libres para que entiendan

en cosas de su servicio. Y para esto tienen entonces mucha más

habilidad; mas para tratar cosas del mundo están torpes y como

embobados a veces.

     5. Es gran merced ésta a quien el Señor la hace, porque vida activa

y contemplativa es junta. De todo sirven entonces al Señor juntamente;

porque la voluntad estáse en su obra sin saber cómo obra y en su


 

 

110


 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección



 

contemplación; las otras dos potencias sirven en lo que Marta; así que

ella y María andan juntas.

     Yo sé de una persona que la ponía el Señor aquí muchas veces, y no

se sabía entender; y lo preguntó a un gran contemplativo, y dijo que era

muy posible, que a él le acaecía. Así que pienso, que pues el alma está

tan satisfecha en esta oración de quietud, que lo más continuo debe

estar unida la potencia de la voluntad con el que sólo puede

satisfacerla.

     6. Me parece será bien dar aquí algunos avisos para las que de

vosotras, hermanas, el Señor ha llegado aquí por sola su bondad, que sé

que son algunas. El primero es que, como se ven en aquel contento y

no saben cómo les vino -al menos ven que no le pueden ellas por sí

alcanzar-, les da esta tentación: que les parece podrán detenerle, y aun

resolgar no querrían. Y es bobería, que así como no podemos hacer que

amanezca, tampoco podemos que deje de anochecer; no es ya obra

nuestra, que es sobrenatural y cosa muy sin poderla nosotros adquirir.

Con lo que más detendremos esta merced es con entender claro que no

podemos quitar ni poner en ella, sino recibirla como indignísimos de

merecerla, con hacimiento de gracias, y éstas no con muchas palabras,

sino con un alzar los ojos con el publicano.

     7. Bien es procurar más soledad para dar lugar al Señor y dejar a Su

Majestad que obre como en cosa suya; y cuanto más, una palabra de

rato en rato, suave, como quien da un soplo en la vela, cuando viere

que se ha muerto, para tornarla a encender; mas si está ardiendo, no

sirve de más de matarla, a mi parecer. Digo que sea suave el soplo,

porque por concertar muchas palabras con el entendimiento no ocupe

la voluntad.

     8. Y notad mucho, amigas, este aviso que ahora quiero decir,

porque os veréis muchas veces que no os podáis valer con esotras dos

potencias. Que acaece estar el alma con grandísima quietud y andar el

entendimiento tan remontado, que no parece es en su casa aquello que

pasa; y así lo parece entonces, que no está sino como en casa ajena, por

huésped y buscando otras posadas adonde estar, que aquélla no le

contenta, porque sabe poco estar en un ser. Por ventura es sólo el mío,


 

 

111


 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús


 


 

y no deben ser así otros. Conmigo hablo, que algunas veces me deseo

morir, de que no puedo remediar esta variedad del entendimiento.

Otras, parece hace asiento en su casa y acompaña a la voluntad, que

cuando todas tres potencias se conciertan, es una gloria. Como dos

casados que, si se aman, que el uno quiere lo que el otro; mas si uno es

malcasado, ya se ve el desasosiego que da a su mujer. Así que la

voluntad, cuando se ve en esta quietud, no haga caso del entendimiento

más que de un loco; porque si le quiere traer consigo, forzado se ha de

ocupar e inquietar algo. Y en este punto de oración todo será trabajar y

no ganar más, sino perder lo que le da el Señor sin ningún trabajo suyo.

     9. Y advertid mucho a esta comparación, que me parece cuadra

mucho: está el alma como un niño que aún mama cuando está a los

pechos de su madre, y ella, sin que él paladee, échale la leche en la

boca por regalarle. Así es acá, que sin trabajo del entendimiento está

amando la voluntad, y quiere el Señor que, sin pensarlo, entienda que

está con Él y que sólo trague la leche que Su Majestad le pone en la

boca y goce de aquella suavidad, que conozca le está el Señor haciendo

aquella merced y se goce de gozarla; mas no que quiera entender cómo

la goza y qué es lo que goza, sino descuídese entonces de sí, que quien

está cabe ella no se descuidará de ver lo que le conviene. Porque, si va

a pelear con el entendimiento para darle parte trayéndole consigo, no

puede a todo; forzado dejará caer la leche de la boca y pierde aquel

mantenimiento divino.

     10. En esto diferencia esta oración de cuando está toda el alma

unida con Dios: porque entonces aun sólo este tragar el mantenimiento

no hace; dentro de sí, sin entender cómo, le pone el Señor. Aquí parece

que quiere trabaje un poquito, aunque es con tanto descanso que casi

no se siente. Quien la atormenta es el entendimiento; lo que no hace

cuando es unión de todas tres potencias, porque las suspende el que las

crió; porque con el gozo que da, todas las ocupa sin saber ellas cómo ni

poderlo entender.

     Así que -como digo-, en sintiendo en sí esta oración, que es un

contento quieto y grande de la voluntad, sin saberse determinar de qué

es señaladamente, aunque bien se determina que es diferentísimo de los


 

 

112


 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección


 


 

contentos de acá y que no bastaría señorear el mundo con todos los

contentos de él para sentir en sí el alma aquella satisfacción, que es en

lo interior de la voluntad -que otros contentos de la vida me parece a

mí que los goza lo exterior de la voluntad, como la corteza de ella,

digamos-; pues cuando se viere en este tan subido grado de oración,

que es -como he dicho ya- muy conocidamente sobrenatural, si el

entendimiento -o pensamiento, por más declararme- a los mayores

desatinos del mundo se fuere, ríase de él y déjele para necio, y estése

en su quietud, que él irá y vendrá; que aquí es señora y poderosa la

voluntad; ella se le traerá sin que os ocupéis. Y si quiere a fuerza de

brazos traerle, pierde la fortaleza que tiene para contra él -que viene de

comer y admitir aquel divino sustentamiento- y ni el uno ni el otro

ganarán nada, sino perderán entrambos. Dicen que quien mucho quiere

apretar junto, lo pierde todo; así me parece será aquí. La experiencia

dará esto a entender, que quien no la tuviere no me espanto le parezca

muy oscuro esto y cosa no necesaria; mas ya he dicho que, con poca

que haya, lo entenderá y se podrá aprovechar de ello y alabará al

Señor, porque fue servido se acertase a decir aquí.

     11. Ahora, pues, concluyamos con que, puesta el alma en esta

oración, ya parece le ha concedido el Padre Eterno su petición de darle

acá su reino. ¡Oh, dichosa demanda, que tanto bien en ella pedimos sin

entenderlo! ¡Dichosa manera de pedir! Por eso, quiero yo, hermanas,

que miremos cómo rezamos esta oración del              Paternóster    y todas las

demás vocales; porque, hecha Dios esta merced, nos descuidaremos de

las cosas del mundo, porque llegando el Señor de él, todo lo echa

fuera. No digo que todos los que la tuvieren por fuerza estén desasidos

del todo del mundo; al menos querría que entiendan lo que les falta y

se humillen y procuren irse desasiendo del todo, porque, si no, se

quedará aquí. Y alma a quien Dios le da tales prendas es señal que la

quiere para mucho: si no es por su culpa, irá muy adelante. Mas si ve

que, poniéndola el reino del cielo en su casa, se torna a la tierra, no

sólo no la mostrará los secretos que hay en su reino, mas serán pocas

veces las que le haga este favor, y breve espacio.

     12. Ya puede ser yo me engañe en esto, mas lo veo y sé que pasa


 

 

113


 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús



 

así, y tengo para mí que por eso no hay muchos más espirituales;

porque, como no responden en los servicios conforme a tan gran

merced, con no tornar a aparejarse a recibirla, sino sacar al Señor de las

manos la voluntad que ya tiene por suya y ponerla en cosas bajas, se va

a buscar adonde le quieran para dar más, aunque no del todo quita lo

dado cuando se vive con limpia conciencia.

     Mas hay personas -y yo he sido una de ellas-, que está el Señor

enterneciéndolas y dándolas inspiraciones santas y luz de lo que es

todo y, en fin, dándoles este reino y poniéndolos en esta oración de

quietud, y ellos haciéndose sordos. Porque son tan amigas de hablar y

de decir muchas oraciones vocales muy apriesa, como quien quiere

acabar su tarea -como tienen ya por sí de decirlas cada día-, que,

aunque -como digo- les ponga el Señor su reino en las manos, no lo

admiten; sino que ellos con su rezar piensan que hacen mejor y se

divierten.

     13. Esto no hagáis, hermanas, sino estad sobre aviso cuando el

Señor os hiciere esta merced. Mirad que perdéis un gran tesoro y que

hacéis mucho más con una palabra, de cuando en cuando, del

Paternóster,    que con decirle muchas veces apriesa. Está muy junto a

quien pedís; no os dejará de oír. Y creed que aquí es el verdadero

alabar y santificar su nombre, porque ya, como cosa de su casa,

glorificáis al Señor y le alabáis con más afección y deseo, y parece no

podéis dejarle de servir.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

114


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección


 

 

 

 

 

Capítulo 32



Que trata de estas palabras del Paternóster: Fiat voluntas

tua sicut in coelo et in terra, y lo mucho que hace quien

dice estas palabras con toda determinación, y cuán bien se

lo paga el Señor

 

     1. Ahora que nuestro buen Maestro nos ha pedido y enseñado a

pedir cosa de tanto valor, que encierra en sí todas las cosas que acá

podamos desear, y nos ha hecho tan gran merced como hacernos

hermanos suyos, veamos qué quiere que demos a su Padre, y qué le

ofrece por nosotros, y qué es lo que nos pide; que razón es le sirvamos

con algo tan grandes mercedes-. ¡Oh, buen Jesús, que tampoco dais

poco de nuestra parte! -como pedís para nosotros- dejado que ello en sí

es nonada para adonde tanto se debe y para tan gran Señor; mas cierto,

Señor mío, que no nos dejáis con nada y que damos todo lo que

podemos, si lo damos como lo decimos, digo.

     2. Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga

en la tierra. Bien hicisteis, nuestro buen Maestro, de pedir la petición

pasada para que podamos cumplir lo que dais por nosotros; porque,

cierto, Señor, si así no fuera, imposible me parece. Mas, haciendo

vuestro Padre lo que Vos le pedís de darnos acá su reino, yo sé que os

sacaremos verdadero en dar lo que dais por nosotros; porque, hecha la

tierra cielo, será posible hacerse en mí vuestra voluntad. Mas, sin esto,

y en tierra tan ruin como la mía y tan sin fruto, yo no sé, Señor, cómo

sería posible. Es gran cosa lo que ofrecéis.

     3. Cuando yo pienso esto, gusto de las personas que no osan pedir

trabajos al Señor, que piensan está en esto el dárselos luego. No hablo

en los que lo dejan por humildad, pareciéndoles no serán para sufrirlos,

aunque tengo para mí que quien les da amor para pedir este medio tan

áspero para mostrarle, le dará para sufrirlos. Querría preguntar a los

que por temor no los piden de que luego se los han de dar lo que dicen,

cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos; o es que lo


 

115


Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús



 

dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo; esto, hermanas, no

sería bien. Mirad que parece aquí el buen Jesús, nuestro embajador, y

que ha querido intervenir entre nosotros y su Padre, y no a poca costa

suya; y no sería razón que lo que ofrece por nosotros dejásemos de

hacerlo verdad; o no lo digamos.

     4. Ahora quiérolo llevar por otra vía. Mirad, hijas; ello se ha de

cumplir, que queramos o no, y se ha de hacer su voluntad en el cielo y

en la tierra; creedme, tomad mi parecer y haced de la necesidad virtud.

     ¡Oh, Señor mío, qué gran regalo es éste para mí, que no dejaseis, en

querer tan ruin como el mío, el cumplirse vuestra voluntad! Bendito

seáis por siempre y os alaben todas las cosas. Sea glorificado vuestro

nombre por siempre. ¡Buena estuviera yo, Señor, si estuviera en mis

manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy

libremente, aunque ha tiempo que no va libre de interés; porque ya

tengo probado, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar

libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh, amigas, qué gran ganancia

hay aquí, o qué gran pérdida, de no cumplir lo que decimos al Señor en

el Paternóster en esto que le ofrecemos!

     5. Antes que os diga lo que se gana, os quiero declarar lo mucho

que ofrecéis, no os llaméis después a engaño y digáis que no lo

entendisteis. No sea como algunas religiosas, que no hacemos sino

prometer y, como no lo cumplimos, hay este reparo de decir que no se

entendió lo que se prometía. Y ya puede ser, porque decir que

dejaremos nuestra voluntad en otra parece muy fácil, hasta que,

probándose, se entiende es la cosa más recia que se puede hacer, si se

cumple como se ha de cumplir. Mas no todas veces nos llevan con

rigor los prelados, de que nos ven flacos; y a las veces flacos y fuertes

llevan de una suerte. Acá no es así, que sabe el Señor lo que puede

sufrir cada uno, y a quien ve con fuerza no se detiene en cumplir en él

su voluntad.

     6. Pues os quiero avisar y acordar qué es su voluntad. No hayáis

miedo sea daros riquezas, ni deleites, ni honras, ni todas estas cosas de

acá; no os quiere tan poco y tiene en mucho lo que le dais y os lo

quiere pagar bien, pues os da su reino aún viviendo. ¿Queréis ver cómo


 

 

116


 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección


 


 

se ha con los que de veras le dicen esto? Preguntadlo a su Hijo

glorioso, que se lo dijo cuando la oración del Huerto. Como fue dicho

con determinación y de toda voluntad, mirad si la cumplió bien en Él,

en lo que le dio de trabajos e injurias y persecuciones; en fin, hasta que

se le acabó la vida con muerte de cruz.

     7. Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba lo que dio, por dónde se

entiende cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este

mundo. Da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de

estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve

en cada uno y el amor que tiene a Su Majestad. A quien le amare

mucho, verá que puede padecer mucho por él; al que amare poco,

poco. Tengo yo para mí que la medida del poder llevar gran cruz o

pequeña es la del amor. Así que, hermanas, si le tenéis, procurad no

sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino

esforzaos a pasar lo que Su Majestad quisiere. Porque, si de otra

manera dais la voluntad, es mostrar la joya e irla a dar y rogar que la

tomen y, cuando extienden la mano para tomarla, tornarla vos a

guardar muy bien.

     8. No son estas burlas para con quien le hicieron tantas por

nosotros. Aunque no hubiera otra cosa, no es razón burlemos ya tantas

veces, que no son pocas las que se lo decimos en el                        Paternóster.

Démosle ya una vez la joya del todo, de cuantas acometemos a dársela.

Es verdad que no nos da primero, para que se la demos. Los del mundo

harto harán, si tienen de verdad determinación de cumplirlo. Vosotras,

hijas, diciendo y haciendo, palabras y obras, como a la verdad parece

hacemos los religiosos; sino que, a las veces, no sólo acometemos a dar

la joya, sino la ponemos en la mano y se la tornamos a tomar. Somos

francos de presto, y después tan escasos, que valdría en parte más que

nos hubiéramos detenido en el dar.

     9. Porque todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este

punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya

y desasirnos de las criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho que

importa, no digo más en ello; sino que diré para lo que pone aquí

nuestro buen Maestro estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho


 

 

117


 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús


 


 

que ganaremos de hacer este servicio a su Eterno Padre. Porque nos

disponemos para que, con mucha brevedad, nos veamos acabado de

andar el camino y bebiendo del agua viva de la fuente que queda dicha.

Porque, sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en

todo lo que nos toca conforme a ella, nunca deja de beber en ella. Esto

es contemplación perfecta, lo que me dijisteis os escribiese.

     10. Y en esto -como ya tengo escrito- ninguna cosa hacemos de

nuestra parte, ni trabajamos, ni negociamos, ni es menester más,

porque todo lo demás estorba e impide de decir fiat voluntas tua:

cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad de todos los modos y maneras

que Vos, Señor mío, quisiereis. Si queréis con trabajos, dadme

esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y

necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es razón

vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio, en nombre de todos, esta mi

voluntad, no es razón falte por mi parte, sino que me hagáis Vos

merced de darme vuestro reino para que yo lo pueda hacer, pues él me

le pidió, y disponed en mí como en cosa vuestra, conforme a vuestra

voluntad.

     11. ¡Oh, hermanas mías, qué fuerza tiene este don! No puede

menos, si va con la determinación que ha de ir, de traer al

Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza y transformarnos en Sí y

hacer una unión del Criador con la criatura. Mirad si quedaréis bien

pagadas y si tenéis buen Maestro, que, como sabe por dónde ha de

ganar la voluntad de su Padre, enséñanos a cómo y con qué le hemos

de servir.

     12. Y mientras más se va entendiendo por las obras que no son

palabras de cumplimiento, más nos llega el Señor a Sí y la levanta de

todas las cosas de acá y de sí misma para habilitarla a recibir grandes

mercedes, que no acaba de pagar en esta vida este servicio. En tanto le

tiene, que ya nosotros no sabemos qué pedirnos, y Su Majestad nunca

se cansa de dar; porque, no contento con tener hecha esta alma una

cosa consigo -por haberla ya unido a Sí mismo-, comienza a regalarse

con ella, a descubrirle secretos, a holgarse de que entienda lo que ha

ganado y que conozca algo de lo que la tiene por dar. Hácela ir


 

 

118


 

Espacio Disponible


 

Camino de Perfección



 

perdiendo estos sentidos exteriores, porque no se la ocupe nada: esto es

arrobamiento. Y comienza a tratar de tanta amistad, que no sólo la

torna a dejar su voluntad, mas le da la suya con ella; porque se huelga

el Señor, ya que trata de tanta amistad, que manden a veces -como

dicen- y cumplir Él lo que ella le pide, como ella hace lo que Él manda,

y mucho mejor, porque es poderoso y puede cuanto quiere y no deja de

querer.

     13. La pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede

nada sin que se lo den; y ésta es su mayor riqueza: quedar mientras

más sirve, más adeudada, y muchas veces fatigada de verse sujeta a

tantos inconvenientes y embarazos y atadura como trae el estar en la

cárcel de este cuerpo, porque querría pagar algo de lo que debe. Y es

harto boba de fatigarse; porque, aunque haga lo que es en sí, ¿qué

podemos pagar los que -como digo- no tenemos qué dar si no lo

recibimos, sino conocernos, y esto que podemos -que es dar nuestra

voluntad- hacerlo cumplidamente? Todo lo demás, para el alma que el

Señor ha llegado aquí, le embaraza y hace daño y no provecho, porque

sola humildad es la que puede algo, y ésta no adquirida por el

entendimiento, sino con una clara verdad que comprende en un

momento lo que en mucho tiempo no pudiera alcanzar, trabajando la

imaginación, de lo muy nonada que somos y lo muy mucho que es

Dios.

     14. Os doy un aviso: que no penséis por fuerza vuestra ni diligencia

llegar aquí, que es por demás; antes, si teníais devoción, quedaréis

frías; sino con simplicidad y humildad, que es la que lo acaba todo,

decir: fiat voluntas tua.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

119


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Espacio Disponible


 

Santa Teresa de Jesús


 

 

 

 

 

Capítulo 33


 


En que trata la gran necesidad que tenemos de que el Señor

nos dé lo que pedimos en estas palabras del Paternóster:

Panem nostrum quotidianum da nobis hodie

 

     1. Pues entendiendo -como he dicho- el buen Jesús cuán dificultosa

cosa era ésta que ofrece por nosotros, conociendo nuestra flaqueza y

que muchas veces hacemos entender que no entendemos cuál es la

voluntad del Señor -como somos flacos y Él tan piadoso- y que era

menester medio, porque dejar de dar lo dado vio que en ninguna

manera nos conviene, porque está en ello toda nuestra ganancia. Pues

cumplirlo vio ser dificultoso, porque decir a un regalado y rico que es

la voluntad de Dios que tenga cuenta con moderar su plato para que

coman otros siquiera pan, que mueren de hambre, sacará mil razones

para no entender esto sino a su propósito. Pues decir a un murmurador

que es la voluntad de Dios querer tanto para su prójimo como para sí,

no lo puede poner a paciencia ni basta razón para que lo entienda. Pues

decir a un religioso que está mostrado a libertad y regalo que ha de

tener cuenta con que ha de dar ejemplo, y que mire que ya no son solas

las palabras con las que ha de cumplir cuando dice esta palabra, sino

que lo ha jurado y prometido, y que es voluntad de Dios que cumpla

sus votos, y mire que si da escándalo que va muy contra ellos, aunque

no del todo los quebrante; que ha prometido pobreza, que la guarde sin

rodeos, que esto es lo que el Señor quiere; no hay remedio, aun ahora,

de quererlo algunos, ¿qué hiciera, si el Señor no hiciera lo más con el

remedio que puso? No hubiera sino muy poquitos que cumplieran esta

palabra, que por nosotros dijo al Padre, de fiat voluntas tua.

     Pues, visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable

adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene, y en su nombre y

en el de sus hermanos pidió esta petición: El pan nuestro de cada día,

dánoslo hoy, Señor.       Entendamos, hermanas, por amor de Dios, esto

que pide nuestro buen Maestro, que nos va la vida en no pasar de


 

120


Espacio Disponible


 


Grupo

ViveTuFeCatolica
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis