¡Dios te salve María!
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Trinidad se refleje en mí como en un cristal ¡Le agrada tanto contemplar la hermosura de un alma!. ¿Por qué me ha amado tanto? Soy pequeña y llena de miseria, pero lo amo. Es lo único que sé hacer. Lo amo con su mismo amor. ¡Lo amo tanto!. El día de la Epifanía me hará su REINA y pronunciaré los votos, que me unirán a El para siempre. Quiero ser como El quiere que sea. Pasar todo mi vida en silencio, en adoración e intimidad con el Esposo... Después de mis votos ¡Cuántas cosas han pasado ya! La Iglesia me ha dicho Ven, esposa del Cristo” y me ha consagrado totalmente al Señor. Ahora, todo se ha consumado, o mejor, todo comienza, porque la Profesión es solamente la aurora. Soy esposa de Jesús y mi vida de esposa me parece cada día más bella, más luminosa, más inmersa en la paz y en el amor. Toda mi ambición es ser VICTIMA DE AMOR ¡Qué alegría siente mi alma al contemplar el crucifijo que recibí el día de mí Profesión! Jesús es totalmente mío y yo soy totalmente suya. El lo es todo para mí Ahora ya sólo me queda un deseo por cumpli: amarle, amarle siempre; velar por su honor como una verdadera esposa; ser su felicidad, hacerle feliz, construyéndole una morada y un refugio en mi corazón, donde olvide, a fuerza de amor, todas las ofensas que recibe de los pecadores. No sé si tendré la dicha de derramar mi sangre por amor a mi Esposo. Pero, si vivo plenamente mi vida (consagrada), tendré el consuelo de gastarme por El, sólo por El. Como El está siempre conmigo, la oración nunca debo interrumpirla. Lo siento tan presente en mi alma que sólo necesito recogerme para encontrarlo dentro de mí. Esto me hace feliz. He hallado mi cielo en la tierra, porque el cielo es Dios y Dios mora en mi alma. Cuando comprendí esto, todo quedó aclarado para mí. Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro... Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada predilecta, el lugar de vuestro descanso. Que nunca os deje allí solo, sino que permanezca totalmente con Vos, vigilante en mi fe, en completa adoración y en entrega absoluta a vuestra acción creadora... ¡Oh mis TRES, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo! Me entrego a Vos como presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz, el abismo de vuestras grandezas!... Quisiera ser alabanza de su gloria. Un alma, alabanza de su gloria, debe ser un alma silenciosa que permanece como una lira bajo el toque misterioso del Espíritu Santo para que produzca en ella armonías divinas. Después de Jesucristo, hay ciertamente una criatura que fue también la gran alabanza de gloria de la Santísima Trinidad. Es la Reina de las vírgenes, que es también la reina de los mártires. Jesús en la cruz me la dio por Madre. Y ahora que El ha vuelto al Padre, me ha puesto en su lugar, sobre la cruz, para que complete en mi carne lo que falta a los sufrimientos de su Pasión en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia. La Virgen permanece a mi lado para enseñarme a sufrir como El y, cuando muera, Ella será también quien me introducirá en los atrios eternos... Jesús ha infundido en mi corazón una sed de infinito y un anhelo tan grande de amor que solo El lo podrá saciar. A la luz de lo eterno, el alma ve las cosas en su verdad. Todo lo que no ha sido hecho por Dios y con Dios está vacío. Sólo el amor permanece. La vida es cosa seria. TODO PASA Y EN LA TARDE DE LA VIDA SOLO QUEDA EL AMOR... Me gusta vivir con mi Amado en soledad, sola con El. A veces, mí Esposo se esconde. Entonces, vivo mi fe y me alegro de no gozar de su presencia para que El disfrute de mi amor. En mi celda tengo una cruz de madera negra sin Cristo. Es mi cruz, donde tengo que inmolarme constantemente para asemejarme a mi Esposo crucificado. El domingo de Ramos, por la noche, sufrí una crisis muy grave. Creí que, al fin, había sonado mi hora de ir a los regiones infinitas para contemplar sin velos esa Trinidad que fue ya mi morada en este mundo. En la quietud y silencio de esa noche recibí la unción de los enfermos y la visita de mi divino Esposo. Me parecía que El esperaba este momento para romper definitivamente mis ligaduras. ¡Sentía tantos deseos de irme con El! Oh puro y manso Cordero. Tú, que eres mi único Esposo, sabes que tu desposada sigue con hambre de ti. ¡Soy esposa de Cristo! Esposa, con todo lo que este nombre supone de intimidad, fidelidad, abnegación absoluta... Ser esposa es entregarse como El se entregó, ser inmolada como El, por El y para El. Ser esposa es tener plenos derechos sobre su corazón... Es un cruce de corazones, abiertos toda la vida. Es vivir con El, siempre con EL. Es reposar de toda cosa en El y permitirle a El reposarse de todo en nuestra alma. Es no saber otra cosa que amar: amar, adorando; amar, reparando; amar, orando, suplicando, olvidando; amar siempre y de todas las formas. Ser esposa es tener los ojos en sus ojos. Sentirse totalmente invadida por El; el alma llena de su alma... Es estar mirándole de hito en hito y sorprender hasta la más pequeña señal y su menor deseo, es entrar en todas sus alegrías y compartir todas sus tristezas. Es ser fecunda corredentora y engendrar almas para Dios. Haber sido tomada por esposa, es haber fascinado su Corazón hasta tal punto que, olvidando toda distancia, se derramó en mi alma en un éxtasis de amor infinito. Y así los TRES invaden mí alma, la deifican y la hacen Una con ellos por el Amor. ¡Oh Amor, Amor! Tú sabes cuánto te amo, cuánto deseo contemplarte. Tú sabes también cuánto sufro... Agota toda mi sustancia para tu gloria. Que ella se destile gota a gota para bien de tu Iglesia. ¡Oh mi Cristo Amado, crucificado por mi amor! Quisiera ser una esposa digna de tu Corazón. Quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte hasta morir de amor. Las Bodas EternasLlegará un día, no muy lejano, en que tu matrimonio con Jesús será indisoluble y eterno. El día de tu muerte comenzará una nueva etapa en tu alianza con El. Después de ser purificada, si lo necesitas, en el Purgatorio, te recibirá feliz y glorioso en el cielo como a su esposa “real”. Aquel día los santos y los ángeles se alegrarán contigo y dirán: “Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las Bodas del Cordero y su esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino de deslumbrante blancura” (Ap 19,7). “Venid, que les voy a presentar a la esposa del Cordero” (Ap 21,9). “Venid a las Bodas” (Mt 22,4). En el cielo tendrás un puesto especial como esposa del Rey. ¿Te imaginas lo que será una felicidad eterna con El? El cielo será profundizar cada vez más en su divino amor, será un incesante conocer y amar más a tu Esposo Jesús. Será una aventura permanente, siempre nueva, de vivir más íntimamente las diferentes perspectivas del ser divino en la Trinidad Santísima. Toda la eternidad no te bastará para disfrutar al máximo la infinitud de su amor. Allí en el cielo todos te conocerán como su esposa. Y tu unión con el Dios-Amor será plena y total. Esas Bodas eternas celestiales serán una continuación del matrimonio que ya has realizado con Jesús en la tierra. ¿Por qué no lo vives ya desde ahora de verdad y aspiras a llegar a la plenitud del amor del Matrimonio espiritual de los santos? Jesús te quiere santa, aquí y ahora, por el bien de todos tus hijos. No esperes a la eternidad. Podría ser demasiado tarde. No olvides que todo pasa y en la tarde de la vida sólo queda el amor.. No seas como las vírgenes necias, que no están preparadas. En cualquier momento, pueden decirte: “Ya llega el Esposo, salid a recibirlo” (Mt 25,6). ReflexionesEn este momento, quiero hacerte unas preguntas para que medites: ¿Estás enamorada de Jesús? ¿Lo consideras tu Esposo y vives totalmente para El? ¿Estás dispuesta a hacerlo feliz en cada momento? ¿Lo obedeces, obedeciendo a tus Superiores? ¿Te sientes orgullosa de ser esposa de Jesús o tratas alguna vez de ocultarlo ante el mundo, que te rodea? ¿Vives como una reina, dedicada a tu divino Rey? ¿Tienes miedo a sus exigencias y buscas tu comodidad, alejándote de El?. Un día, me llamó una mujer por teléfono y yo creí reconocerla y le dije: ¿Ud. es la esposa de Alberto? Y ella, riéndose y feliz, me contestó No, yo soy la ESPOSA DE JESUS (era una religiosa, feliz de su vocación). Ahora, analiza tu vida y cuenta los detalles de cariño y ternura con que cada día intentas hacerlo feliz. ¿Cuántos besos le das cada día en alguna de sus imágenes? ¿Estás satisfecha de tu matrimonio con Jesús? ¿Le eres fiel? ¿Has pensado seriamente en la separación o el divorcio? ¿Te sientes frustrada o fracasada? Cuando tienes problemas o tentaciones, ¿acudes a decírselo y a pedirle ayuda ante el sagrario? Dile ahora con todo tu corazón: Oh Jesús, Rey mío, ¿cómo pudiste enamorarte de mí? Tu corazón divino me fascina ¡Qué dulce guarida para una pecadora como yo! “Haz que sienta tu amor cada mañana, porque yo confío en ti” (Sal 143,8). Gracias, por haberme escogido. Te suplico que me des un corazón de fuego, un alma ardiente, que sea capaz de abrasar la tierra. Sacia mi sed de amor, que te ame hasta la locura. Tú eres mi Todo y yo espero en ti. Estoy segura de tu amor por mí. Esposo mío, dame la gracia de morir de amor por ti. Y mientras me dure la vida, haz de mi corazón un jardín lleno de flores para ti. Ven a descansar aquí, porque he plantado azucenas muy hermosas para ti. Y, cuando muera, dame la gracia, como a Sta. Teresita, de pasar mi cielo, haciendo el bien en la tierra y derramar sobre el mundo una lluvia de rosas. Quiero seguir siendo madre de todos los hombres hasta el fin del mundo. Y ahora quiero decirte apropiándome de las palabras de S. Juan de la Cruz En mi pecho florido, que entero para ti sólo guardaba, quedaste tú dormido y yo te regalaba y el ventalle de cedros aire daba. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre mi Amado, cesó todo, y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado. TERCERA PARTECAMINOS DE SANTIDAD Toda alma creada, que vive su alianza nupcial con Dios, está llamada a la perfección en el amor. De modo particular, lo está el alma cristiana por su alianza con Cristo por el bautismo, que se renueva en la Eucaristía. Pero Dios se lo exige, de modo especial, al alma consagrada que debe vivir como una reina, esposa del Rey, y aspirar constantemente a la santidad. Vamos a analizar algunos caminos de santidad. Sta. Teresa nos habla de ellos en las Moradas. Caminando hacia DiosImaginemos a un hombre que desea llegar a una ciudad lejana. Hace sus preparativos para el viaje y un buen día sale alegre de su casa, caminando con su mochila a la espalda. A lo largo del camino pasa hambre, sed, frío, cansancio. A veces, se detiene cansado. Otros días, se encuentra enfermo y no puede caminar. A su paso, encuentra hombres muertos, que se están pudriendo al calor del sol. Y él sigue su camino, unos días con rapidez, otros con más lentitud. Un día encuentra un burrito y lo compra y en él descarga su mochila para ir más rápido, pero sigue caminando. Otro día, se monta en el burrito y así puede avanzar con más rapidez. Llega un momento en que vende su burrito y se compra una carreta con dos caballos. Ahora, puede ir mucho más descansado e incluso dormir bien en la carreta. De pronto, viene una gran tempestad con rayos, truenos, relámpagos, abundante lluvia... Los caballos están asustados y él se cree perdido en la oscuridad de la noche. Sufre el hambre y el frío, no ve el camino a seguir. Hasta que se calma la tempestad, sale de nuevo sol y sigue avanzando sin detenerse... Por fin, llega a una buena carretera y se compra un auto nuevo, con el que puede avanzar a 120 Km. por hora. Cuando todo parecía ir maravillosamente, le sobreviene un accidente y está a punto de morir. Se siente solo, nadie le ayuda, tiene miedo y nada puede hacer por sí mismo. Se siente angustiado y espera resignado la muerte. Entonces, cuando más deprimido se encontraba, viene alguien en su ayuda y lo cura y lo lleva a su avión para que pueda llegar más rápidamente a su destino, mucho antes de lo que jamás hubiera podido imaginar. Cuando él se ve volando por las alturas del cielo, se siente inmensamente feliz y agradecido. Su misión se ha cumplido, está llegando a la meta. Al bajar del avión, se encuentra con sus familiares y amigos y con ellos comienza una nueva vida de dicha y felicidad. Ahora veamos en qué lugar te encuentras de tu camino hacia Dios. ¿Estás muerta en le camino por el pecado mortal? ¿Estas enferma por pecados que te quitan las fuerzas y te impiden caminar? ¿Te sientes cansada y derrotada, con ganas de volverte atrás? ¿Tienes buena salud y sigues caminando día a noche, aunque con dificultad por la mochila pesada de tus defectos e imperfecciones? En este caso, estarías en la oración vocal, primer grado de oración. Cuando compras el burrito y descargas tu mochila, es como si te liberaras de muchas imperfecciones. Tienes deseos de ser mejor cada día y de avanzar más por los caminos de Dios. Ya estarías en el segundo grado o meditación. Llega un momento en que te montas en tu burrito y te sientas más descansada y feliz. Tu oración es más fácil, es el tercer grado u oración afectiva, llena de cariño a Dios, diciéndole palabras de amor. Después, te compras la carreta con dos caballos y empieza tu oración de simplicidad o de recogimiento adquirido (todo se reduce a mirar y amar). Empiezas a disfrutar de algunas experiencias de contemplación, “duermes” bien, te sientes bien. Cuando de repente, todo cambia. Se echa sobre ti la noche oscura, la tempestad se abate sobre tu cuerpo y sobre tu alma y te sientes perdida y abandonada de Dios. Es la noche del sentido. Pero aparece el sol y disfrutas de nuevo de la contemplación. Dios se va apoderando de tu alma y de tus potencias y llegas a la oración de quietud, que puede ir acompañada de fenómenos sobrenaturales. Después de disfrutar por un tiempo de estas experiencias del amor de Dios, el Señor te levanta a la oración de unión, que es una contemplación infusa, en que las potencias interiores están como “cautivas” u ocupadas en Dios. Después entrarás en la primera fase de la noche del espíritu, antes de llegar al Desposorio o unión extática (sextas Moradas). El día de tu Desposorio es como si te hubieras comprado un auto nuevo para avanzar por una buena carretera a gran velocidad. Todo parece felicidad y paz, cuando de pronto tienes un accidente, tu auto se destroza y tú te quedas agonizante, sin esperanza de llegar a la meta. Te crees abandonada por todos y te resignas a morir. En ese momento, cuando vives en lo más profundo de ti misma tu propia nada e impotencia, en lo más profundo de la noche del espíritu..., viene Jesús en persona y te purifica y te saca del infierno, en que creías estar para siempre. Te lleva a su propio avión y allí, en las alturas de la divinidad, celebras con El el Matrimonio espiritual (séptimas Moradas). El y tú formáis una sola cosa en el avión (el amor de los TRES). Hay una unión transformante, total y para siempre. En esa nueva dimensión de tu vida espiritual, viviendo la vida de los TRES en tu corazón, te sentirás inmensamente feliz, abrazada y rodeada por su infinito amor. Hasta que llegas a la meta, termina tu carrera mortal y disfrutas para siempre en el cielo de la plenitud de Dios en compañía de todos los bienaventurados. Allí te esperaban tus familiares y amigos para vivir en comunión, común unión, con ellos y todos los santos y ángeles por toda la Eternidad. Grados de oraciónLa vida espiritual es una fascinante aventura hacia lo más profundo de nosotros mismos. Debemos entrar en ese mundo maravilloso, porque allí, en el centro de nuestro ser, está El, el Esposo Amado, esperándonos. Sin embargo, debemos abrirle nosotros la puerta, El está tocando y esperando que le abramos. El ha puesto su morada en nuestro corazón. Somos templos de Dios y debemos estas preparados para recibir su visita, que inundará de paz todo nuestro ser. Estemos atentos a las sorpresas del Espíritu Santo, que es vida de nuestra alma y alma de nuestra vida. Y estemos en “vela” para abrir al Esposo apenas llame a la puerta. Que no nos pase como a la esposa del Cantar de los Cantares, que pierde al Esposo por no abrirle a tiempo, al estar demasiado ocupada en otras cosas. El esposo llegó a buscarla a medianoche y la llamó: “Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, inmaculada mía. Que mi cabeza está cubierta de rocío y mis cabellos de la escarcha de la noche” Ella responde: “Ya me he quitado la túnica ¿Cómo volver a vestirme? Ya me he lavado los pies ¿cómo volver a ensuciarlos?... Al fin, me levanté para abrir a mi Amado, pero mi Amado, desvaneciéndose, había desaparecido” (Cant 5,2-6). Por eso, es tan importante no dejar pasar la gracia de Dios que puede presentarse a través de unos ejercicios, de unos días de soledad o por medio de una persona imprevista. Decía S. Agustín: “Temo a Dios que pasa”, es decir, temo que, si dejo pasar esta ocasión en la que Dios me ofrece su gracia, esa gracia nunca más me la vuelva a dar. Despreciar una gracia de Dios equivale a retroceder en el camino. Esfuérzate por amar al Señor tu Dios, ámalo con todo tu corazón y haz de tu vida una continua oración. Un poema de amor a tu Esposo Jesús. Veamos ahora los grados de oración. Según sea tu oración, así será también tu grado de unión con el Amado. Pero ten presente que, aun cuando llegues a un determinado grado de oración, puedes recibir indistintamente la oración propia de ese grado o la perteneciente a cualquiera de los grados inferiores, según más convenga en un determinado momento, sin exceptuar la oración vocal o meditación. a) Oración vocal La oración vocal suele ser considerada como el primer grado de oración. Muchos cristianos sólo recitan oraciones aprendidas de memoria sin espontaneidad y quizás sin darse cuenta de lo que dicen. A eso se reduce, en muchos casos, toda su relación con Dios. Pero la oración vocal, bien hecha, puede ser tu camino a la contemplación y puedes usarla durante toda la vida, incluso estando en grados más elevados de oración. En ocasiones, será tu única oración posible, cuando te sientas cansada, distraída o no puedas concentrarte. Repetir continuamente una frase corta, despacio, con amor, puede ser para ti una bellísima oración y hacer que todas las actividades se conviertan en oración. Por eso, siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor. Repite, por ejemplo: “Jesús, María os amo, salvad almas”. De esta manera, santificando todo lo que haces, puedes hacer de tu vida una continua oración. Cuando tu oración vocal, pase de tus labios al corazón, se convertirá en oración afectiva y puede ser el comienzo de la contemplación, sobre todo, cuando reces todos los días el rosario y el Oficio divino. b) Meditación Suele entenderse por meditación la reflexión sobre algunas verdades de nuestra fe. Pero, para que haya verdadera oración, debe haber amor. Por esto, la lectura reposada, sin prisas, puede ser un punto de apoyo para que dialogues amorosamente con el Señor. Es bueno que leas pasajes de la Escritura y dejes que la voz de Dios llegue hasta tu corazón. Debes aprender a escuchar su voz. Para lo cual, es muy importante que tengas un ambiente de silencio, porque la meditación debe llevarte del entendimiento al corazón. Tu meditación debe llevarte a repensar la Palabra de Dios y sus misterios en tu corazón. c) Oración afectiva Consiste en hablar a Dios con el corazón, con mucho amor. Para ello puedes servirte de oraciones vocales cortas (jaculatorias) o también de la meditación de algún punto que te impresiona y después, dejar tus pensamientos para amar con el corazón. También puedes servirte de algún objeto religioso o canto o cualquier otra expresión de amor a Dios. La oración afectiva es una comunicación espontánea y amorosa con el Señor. Por eso, es imprescindible que tengas tiempo disponible y pongas en descanso tu corazón.
d) Oración de simplicidad La oración de simplicidad, o de recogimiento adquirido, es una oración de simple mirada. Mirar y dejarse mirar. No hay reflexiones ni palabras, sino amor. En silencio, le dices al Señor “Te amo” y sientes una gran paz interior. Para llegar a esta oración, que es como un comienzo de la oración contemplativa, debes esforzarte al principio para concentrarte, luchar contra las distracciones. Tu alma no tendrá que hacer nada y todo lo recibirá sin esfuerzo del Señor. e) Oración contemplativa La oración de contemplación infusa y la oración de quietud son dos grados de la oración pasiva, la oración que el Espíritu Santo produce en nosotros sin esfuerzo alguno personal. A partir de aquí, se inicia una aventura amorosa, que tendrá sus noches, pero que irá llevándonos progresivamente a la unión con Dios. Esta oración es como dejarse empapar del amor de Dios, viviendo en su mismo Corazón. Para llegar a esto, se necesita un ambiente de silencio y soledad. El silencio y la soledad son imprescindibles para llegar a la contemplación. Los esposos necesitan estar a solas, en silencio, para vivir su amor. Sólo en el silencio, la esposa podrá “oír” al esposo que le dice en lo más profundo de su ser: “Te quiero”. La contemplación es fundamentalmente oración de amor silencioso en el centro del alma. Es el silencio que ora o la oración del silencio. “Es noticia y amor divino junto, esto es, noticia amorosa sin que el alma use actos discursivos o meditación como antes” (Ll 3,32). “Es advertencia amorosa en Dios con sosiego del entendimiento” (2 S 15,5). En esta oración, no necesitas hablar ni esforzarte. Solamente debes escuchar, dejarte mirar, abrazar, besar, acariciar. En una palabra, dejarte amar por el AMOR. Una hora de este silencio amoroso te enriquecerá mas que meses de intensa actividad. Lo importante es el amor, porque “no está la cosa en pensar mucho, sino en amor mucho” (4 M 1, 7). “De Dios no se alcanza nada, si no es por amor” (C 1, 13). Por otra parte, no te inquietes demasiado por las distracciones de la imaginación. Sigue adelante. La imaginación no impide tu oración y puedes tener una buena oración con tal de que tengas mucho amor y las distracciones no sean voluntarias. Cuando llegues a esta oración, procura cerrar los ojos y entrar dentro de ti misma, déjate llevar y disfruta del amor de Dios Trinidad (a partir de ahora la oración se centra especialmente en los TRES). Relájate y dile que lo amas con suavidad, déjate invadir por su luz divina, escóndete con los TRES en el centro de tu alma y vive de AMOR. Al principio, cuando comienzas en la oración contemplativa, debes ser muy perseverante. Tu tiempo de oración no debe ser nunca inferior a una hora, pues se necesita tiempo para conectarse con el centro del alma. Poco a poco, la unión se hará más fácil, rápida y profunda. Además, cuanta mayor sea tu pureza de alma y cuerpo, más fácil le será a tu Dios unirse a ti y enamorarse de ti. Cuando llegues a la oración de quietud, puedes tener experiencias como sueño espiritual, embriaguez de amor etc. En esta oración, debes dejar que el Espíritu Santo tome las riendas y la dirección de tu alma. Y no olvides que tienes una gran maestra del silencio interior en María. A Jesús lo encontrarás siempre en casa de María. Ella, guiada por el Espíritu Santo, vivió la aventura contemplativa hasta la unión íntima con Dios, desde Nazaret hasta el Calvario. Ella es madre y modelo de todos los contemplativos. En los momentos más oscuros de la noche, ella estará contigo, como madre amorosa, para guiarte y llevarte en sus brazos. Confíale tu vida contemplativa para que te lleve hasta la unión plena con Dios. S. Luis María Grignion de Montfort decía que “una de las razones por la que son tan pocas las almas que llegan a la plenitud de amor es, porque María no está bastante formada en sus corazones... Quien quiera tener el fruto de la vida, Jesucristo, debe tener el árbol de la vida, que es María. Quien quiera tener en sí la operación del Espíritu Santo, debe tener a su fiel e inseparable esposa”. f) Oración de unión La oración de contemplación infusa, la oración de quietud y la oración de unión son tres etapas sucesivas de la misma clase de oración contemplativa, cada vez más profunda. Cuanto más se va avanzando, la unión con Dios se realiza con más frecuencia, duración e intensidad. Por lo cual, es muy importante dedicar tiempos extras, aparte de la oración comunitaria, para poder llegar más fácilmente, y sin miradas indiscretas, a la unión completa en el fondo del alma. A veces, se reciben gracias místicas como ímpetus, llagas de amor, heridas de amor, toques divinos. Lo más característico de esta oración es la unión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios, es un abandono y una confianza total en el Amado ( 5 M 3,3). “El alma está bien determinada a hacer en todo la voluntad del Esposo” (5 M 4,4). Y siente una alegría y paz y gozo “sobre todos los gozos de la tierra y sobre todos los deleites y sobre todos los contentos” (5 M 1,6). Al llegar a este estado de unión con Dios, S. Juan de la Cruz nos recomienda no distraernos, “porque es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todos las otras obras juntas... Gran agravio se te haría al alma y a la Iglesia si, aunque fuese por poco espacio, la quisieren ocupar en cosas exteriores o activas, aunque fuesen de mucho caudal... Adviertan aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más agradaría a Dios, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración... harían más y con menos trabajo, con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, porque, de otra manera, todo es martillar y hacer poco más que nada y, a veces, nada, y aun a veces daño” (C 29, 2-3). En este grado de unión, el alma se dedica con todas sus energías a las cosas que son del servicio de su Esposo, incluso haciendo también “obras exteriormente pertenecientes al servicio del Amado” (C 36,4). Y no le importa sufrir todo lo que sea necesario por amor a su Esposo, pues ahora “el padecer les resulta sabrosísimo y provechosísimo” (C 36,12). Por su parte, Jesús no se deja ganar en generosidad y va enamorando más y más al alma y prometiéndole que será su Esposo y la llama con piropos de amor. Sta. Teresa dice que este estado es como el de dos enamorados, que se visitan frecuentemente para conocerse mejor en vistas al matrimonio. “Y el alma queda tan enamorada que hace de su porte lo que puede para que no se desconcierte este divino Desposorio”. (5 M 4,4). La noche oscuraAntes de llegar a las cumbres de la unión transformante o matrimonio espiritual, es preciso que el alma pase por las purificaciones pasivas de la noche oscura del sentido y del espíritu. Sobre esto, es conveniente anotar que no todos los autores están de acuerdo en el lugar que ocupan en el camino espiritual. La mayoría colocan la noche del sentido en el paso de los principiantes a los aprovechados, en el comienzo de la contemplación. Otros, antes del Desposorio. Respecto de la noche del espíritu, algunos la colocan antes del Desposorio o unión extática y otros inmediatamente antes del Matrimonio espiritual. Hay quienes llaman noche del sentido a la que precede a la contemplación infusa y que puede llegar hasta el comienzo de la oración de unión; y noche del espíritu, en dos etapas, a la que empieza en la oración de unión y precede y sigue al Desposorio. Esta es nuestra opinión. Pero estas distinciones no son demasiado importantes. Lo que sí debemos tener en cuenta es que Dios actúa de diferente manera en cada alma. Cada una es una filigrana preciosa del amor de Dios, en la que expresa de modo admirable y único las delicadezas de su amor. Hay más diferencias entre las almas que entre los cuerpos. Por eso mismo, no podemos meter el actuar de Dios en categorías rígidas, porque actúa en cada alma según sus características y capacidades propias. En unos casos, la noche oscura es un período corto e intenso, en otros dura muchos años. Hay quienes consideran que las dos noches son dos grados de distinta intensidad de la única noche, que recorre toda la vida. Lo importante es dejarse llevar por las manos amorosas de Dios y abandonarse a su acción divina sin compararnos con los demás, que pueden llevar otro camino o tener otras manifestaciones diferentes. Lo cierto es que necesitamos de estas noches oscuras para desprendernos de todo lo que nos aleja de Dios. Para llegar al TODO hay que llegar a la negación absoluta de las nadas, de que habla S. Juan de la Cruz: Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada. Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada” (S 13,11). Hay que lanzarse al vacío, confiando plenamente en el amor, como dice el mismo santo: Di un ciego y oscuro salto y fui tan alto, tan alto que di a la caza alcance. Noche del sentidoSuele considerarse la noche del sentido como la puerta de entrada a la contemplación infusa. El alma que está empezando a disfrutar de las gracias y alegrías de la contemplación, se siente cada día más enamorada de Jesús. El Espíritu Santo la sigue invadiendo con sus dones más y más y, a veces, el amor de Dios se le manifiesta en caricias divinas. Estas experiencias, que todos podemos recibir, se van alejando del alma a medida que va entrando en la noche del sentido. En esta noche, el alma debe purificarse de todo apego sensible a las criaturas y para ello debe, incluso, renunciar a los consuelos espirituales. Estos pueden volver, de vez en cuando, para que la noche no sea demasiado pesada y pueda tomar algún respiro. Pero son momentos cortos y transitorios. En esta oscuridad, en que entra el alma, cree que Dios la ha abandonado. Cuanto más lo busca, más parece huir. Le suplica y le llora y parece que no quiere oír. El alma se encuentra árida y seca sin apoyos ni consuelos sensibles. No siente gusto ni atractivo por nada. Sin embargo, tiene una gran fuerza interior que le hace ser fiel y diligente en el cumplimiento de sus obligaciones y en buscar a su Amado Jesús día y noche. Dice S. Juan de la Cruz: A oscuras y segura sin otra luz ni guía, sino la que en el corazón ardía. En esos momentos, la cruz se hace presente en su vida, de una manera especial. En ocasiones, se le juntan graves enfermedades, con fuertes tentaciones del demonio, burlas y persecuciones de sus amigos o Superiores. Incluso el director espiritual la puede desconcertar por no ver claro. Sus hermanas de Comunidad la humillan y no la comprenden. No siente gusto por las cosas de Dios ni por las criaturas. Le fastidia la oración, que está llena de pensamientos inútiles. Tiene impaciencias e imprudencias. Todo ello es un verdadero martirio para su corazón amante, que sufre mucho, creyendo que todo ello se debe a sus muchos pecados. Y la prometida llora y gime, buscando a su Amado, que sigue ausente y calla. Su naturaleza parece rebelarse contra tanto sufrir y tiene tentaciones de abandonarlo todo y de renunciar a seguir en el camino a la santidad. Se siente desconcertada, no sabe lo que le pasa. Cree perder el equilibrio y la seguridad. El mundo le da vueltas. Tiene un sentimiento profundo de fracaso, de retroceso. “En algunos se da un espíritu de fornificación con abominables y fuertes tentaciones. Otras veces, viene el espíritu de blasfemia con tanta fuerza, que casi se las hace pronunciar. Otras veces, los llena de mil escrúpulos”(1 N 14,11-3). A pesar de todo, ella, que se había entregado como ofrenda permanente víctima de amor, renueva su ofrecimiento y se abraza a la cruz de su Amado, procurando evitar todo lo que le disguste. Así, Jesús la va purificando y despegando de las criaturas para que todo su consuelo y alegría esté sólo en Dios. En los momentos en que más pesada sea la cruz, debe acercarse con más ardor a Jesús Eucaristía, aunque no sienta nada y decirle: “Aunque pase por un valle de tinieblas, no temeré mal alguno, porque Tú, Señor, estás conmigo” (Sal 23,4). La cruz y el sagrario deben ir unidos. La cruz la purifica y la libera de las cosas de este mundo para que pueda asemejarse a Jesús Eucaristía, que está en estado de víctima permanente. La cruz y la Eucaristía deben ser los dos principales libros, junto con la Escritura, que debe leer y vivir para ir por el camino seguro hacia el Amor. Su Esposo es un Esposo de sangre, un Esposo coronado de espinas y así la quiere a su esposa. Y ella sigue gimiendo por su Esposo perdido y acompañándolo al pie de la cruz. Hay días en que su Jesús le hace pasar por momentos de cielo y le revela algo de su misterio trinitario. Sin embargo, se siente tan indigna y pecadora que se sumerge en su nada y su pecado. Noche del espírituEn la noche del sentido, el alma queda vaciada y despojada, en los sentidos, de todo apego sensible a las criaturas Aquí queda vaciada en las potencias del alma. El entendimiento no ve ni distingue, la voluntad titubea indecisa (quiere y no quiere). El alma se siente llena de tristeza, como si estuviera perdida en un desierto. ¡Pobre alma! Llora y gime.... como si estuviera en un lago tenebroso, donde no puede ni pronunciar el dulce Nombre de Jesús. El demonio la ataca con terribles tentaciones. Parece que está abandonada de la misma misericordia de Dios. Y grita como Jesús: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos mi oración no te alcanza” (Sal 21,1). “El alma padece acerca del entendimiento grandes tinieblas, acerca de la voluntad grandes sequedades y aprietos y en la memoria grave noticia de sus miserias..., no hallando en nada alivio ni aun pensamiento que la consuele ni aun poder levantar el corazón a Dios... No se puede encarecer lo que el alma padece en este tiempo, es a saber, muy poco menos que un purgatorio”. (Ll 1,20-21). Está rodeada de tinieblas y le parece que no tiene fe. Sin embargo, se goza en padecer por Jesús. Hay momentos, en que Dios levanta un poco el velo y le hace sentir un poco el sol para que tome un descanso y no se desespere, pero de nuevo vuelve la oscuridad cerrada. Parece que ha caído en un pozo profundo, donde no ve ni entiende nada. Como si después de este mundo sólo existiera el frío y la nada. Incluso, tiene la impresión de que Dios la desprecia y la aborrece. Y, a pesar de todo, confía en El y no se desespera, aunque a veces parece estar al borde de la desesperación. En ocasiones, el alma siente en sí misma los mortales sufrimientos de Jesús en Getsemaní o en el Calvario: de su soledad y desamparo; de su flagelación o corona de espinas. En esa oscuridad total, siente hasta lo más profundo de sí misma su nada y sus pecados, sus imperfecciones y su miseria. Es un sufrimiento tan grande que bien puede decirse que es un purgatorio en vida. Y lo peor es que se cree condenada ya eternamente en el infierno por sus pecados. No obstante, su corazón enamorado lanza gritos de amor: ¡Ayúdame, Jesús! ¡Ayúdame, Amor mío! ¡No puedo más! ¡Te amo, Jesús! ¡Hazme morir de amor!. Lamentablemente, muchas almas se asustan, pierden el ánimo y se retiran del camino. Se resignan a no ser santas y a ser simplemente mediocres. ¡Cuánto sufre Jesús ante este desplante! ¡Cuánto daño para la Iglesia entera! Por eso, es tan importante no dar marcha atrás y abandonarse a la acción divina. A veces, eso ocurre, porque no encuentran un guía sabio que las oriente o porque les da miedo el sufrimiento o se cansan de él, pues esto puede durar años. Pero si sigue adelante en el túnel, aunque no vea la salida, luchando contra toda esperanza..., llegará el día en que acabará la tempestad, el alma se habrá purificado y su amor habrá crecido hasta dimensiones insospechadas. Reconocerá con humildad su infinita miseria y su incapacidad para obrar el bien y su corazón amante se habrá convertido en un jardín de delicias con un perfume maravilloso, que enamorará a su Creador. Después del crudo invierno, ahora comienza una nueva primavera que la llevará al Matrimonio espiritual. Entonces, el Esposo y la esposa estarán unidos con el mismo amor de los TRES. Ella será como una reina, sin otro pensamiento que el de amarlo y hacerlo amar y salvarle almas, que lo amen eternamente. La noche del espíritu es como un túnel muy largo y oscuro, pero, al final, siempre está la luz de Jesús, que nos espera para el Matrimonio espiritual. S. Juan de la Cruz escribe: En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, ¡Oh dichosa ventura! salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada. A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡Oh dichosa ventura! a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía. Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía, a donde me esperaba, quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía. ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que el alborada! ¡Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada. Sobre esta noche escribía también Sor Cecilia del Nacimiento: ¡Oh noche cristalina, que juntaste con esa luz hermosa en una unión divina al Esposo y la esposa, haciendo de ambos una misma cosa! Noche oscura de Sta. TeresitaSta. Teresita del Niño Jesús, en sus escritos, nos describe así su noche oscura: “Me figuro haber nacido en un país envuelto en espesa niebla. jamás he contemplado el sonriente aspecto de la naturaleza ni visto brillar un solo rayo de sol. Pero desde mi infancia oigo hablar constantemente de esas maravillas y sé que el país que habito no es mi patria, que hay otro hacia el cual debo aspirar incesantemente... Nuestro Señor me tomó de la mano y me hizo entrar en un subterráneo donde no hace ni frío ni calor, donde no brilla el sol, donde la lluvia y el viento no tienen entrada. Un subterráneo donde sólo veo una claridad medio velada, la claridad que esparcen en tomo suyo los ojos bajos de la faz de Jesús. Mi prometido no me dice nada y yo tampoco le digo nada, sino que lo amo más que a mí misma y siento en el fondo de mi corazón que verdaderamente es así, puesto que le pertenezco a El más que a mí misma. No veo que adelantemos hacia el fin de nuestro viaje, ya que se efectúa debajo de la tierra; sin embargo, me parece que, sin saber cómo, nos acercamos a la cumbre del monte. Doy gracias a Jesús, porque me hace caminar entre tinieblas. Allí estoy en profunda paz. De buen grado, consiento en permanecer toda mi vida religiosa en este subterráneo oscuro donde me han hecho entrar. Sólo anhelo que mis tinieblas consigan la luz para los pecadores. A veces, me parece que las tinieblas, pidiendo prestada su voz a los impíos, se burlan de mí, diciéndome: Sueñas con la luz en una patria embalsamada de suaves perfumes, sueñas en la eterna posesión del Creador de estas maravillas, crees que saldrás un día de las tinieblas en que desfalleces, pues ¡Adelante! ¡Alégrate de la muerte, que te dará no lo que esperas, sino una noche todavía más oscura, la noche de la nada ! No sé qué voz maldita me decía: ¿Estás segura de que Dios te ama? ¿Ha venido a decírtelo? La opinión de las criaturas no te justificará delante de El. Se necesita haber pasado por este tenebroso túnel para comprender su oscuridad... He hecho más actos de fe en un año que durante toda mi vida... Cuando el enemigo me ataca, corro a mi Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar toda mi sangre por confesar que hay un cielo. Sí, en ocasiones, canto la felicidad del cielo, la eterna posesión de Dios, no porque sienta goce alguno, canto sencillamente lo que quiero cree. Algunas veces, ilumina mi alma un tenue rayo de luz y cesa la prueba un instante, pero luego el recuerdo de este rayo, en vez de consolarme, hace más densas aún mis tinieblas. Yo no tengo otro gran deseo que el de amar hasta morir de amor. Soy libre, nada temo, ni aun lo que antes más temía: estar mucho tiempo enferma. Si al Señor le place, consiento gustosa en pasar mi vida en continuos padecimientos de cuerpo y alma, aunque sea por largos años... Ahora estoy enferma, sin esperanzas de curación y, sin embargo, gozo de paz. Hace mucho tiempo que no me pertenezco. Estoy del todo entregada a Jesús. El es muy libre de hacer de mí lo que desee”. El Desposorio
Durante la noche intensa que lo precede, “el alma se ha ido purificando, sosegando y fortaleciendo y haciéndose estable para poder recibir la dicha unión, que es el divino Desposorio entre el alma y el Hijo de Dios” (2 N 24,3). “En ese dichoso día de su Desposorio comunica Dios al alma grandes cosas de Sí, hermoseándola de grandezas y majestad, de dones y virtudes y vistiéndola de conocimiento y honra de Dios” (C 14,2). Sin embargo, “aunque en las visitas del Amado (durante este tiempo) el alma esposa goza de tanto bien, todavía padece ausencias y perturbaciones de parte de la porción inferior y del demonio, todo lo cual cesa en el estado del Matrimonio espiritual” (C 14,30). Hasta el momento definitivo del Matrimonio espiritual, todavía el alma debe padecer y purificarse mucho más, aunque como dice Sta. Teresa: “Las sextas y séptimos moradas (Desposorio y Matrimonio) bien se podrían juntar, porque de la una a la otra no hay puerta cerrada” (6 M 4,4). En el Desposorio “el Esposo hace al alma grandes mercedes y la visita amorosísimamente muchas veces con grandes favores y deleites. Pero que no tienen que ver con los del matrimonio, porque todos ellos son disposiciones para la unión del matrimonio”(Ll 3,25). El Desposorio puede realizarse de distintas formas, de acuerdo a las aptitudes y características de cada persona. Incluso, se puede renovar después muchas veces. Sta. Verónica Giuliani afirma que el Señor le renovó el Desposorio sesenta veces. Este se realiza casi de la misma forma que el Matrimonio espiritual, pero es una unión que todavía no es definitiva e indisoluble. Sta. Teresa pone, como ejemplo de Desposorio, la unión de dos velas que forman una sola luz, pero después pueden separarse. En cambio, en el Matrimonio místico, es como si cayera agua del cielo en un río o en el mar y ya no pueden separarse más. El Desposorio no es un matrimonio indisoluble, sino, más bien, podríamos decir, como una promesa cierta de que Jesús nos llevará hasta él. A partir de ese momento, se hacen más frecuentes y más íntimas las visitas de Jesús al alma. Jesús le exige una fidelidad total, le reprende sus faltas, la vigila amorosamente, la sostiene en la fatiga y la acompaña en el trabajo. Ella tiene todos sus pensamientos puestos en El y espera con ansiedad unirse a El cada día en la comunión. ¡Qué maravillas de intimidad entre el Esposo y la esposa! ¡La esposa trata de agradecerle hasta en los más mínimos detalles y está dispuesta a sufrir lo que sea por agradarle. El le pide almas y que se sacrifique por ellas. El la introduce en su divino Corazón y le descubre sus secretos. ¡Cuánto sufre ante la indiferencia y los pecados de las almas, especialmente de sus consagrados! Y ella llora de impotencia y quiere consolarlo y reparar tantas ofensas. Jesús le entrega a sus sacerdotes como hijos y le hace sentir que es madre de todos los hombres. En ocasiones, el Señor le puede manifestar sus caricias con fenómenos místicos como raptos y vuelos del espíritu, ímpetus, arrobamientos, éxtasis. También tiene grandísimos deseos de hacer penitencia para salvar almas y deseos de morirse para estar ya definitivamente con el Esposo. Cuando El la visita, le da “algunas veces unos júbilos y oración extraña que no sabe entender lo que es” (6 M 6,10). Es tanto su deseo de llegar a ser su esposa que “sueña” con el matrimonio prometido. Matrimonio espiritualEl Matrimonio espiritual, según S. Juan de la Cruz, es “una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas partes por total posesión de la una a la otra con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida... Este es el más alto grado a que en esta vida se puede llegar, consumado este Matrimonio espiritual entre Dios y el alma, son dos naturalezas en un espíritu y amor” (C 22, 3). Algunos lo llaman unión transformante y consiste en una unión real e indisoluble entre Dios y el alma. Es una especie de deificación del alma, una fusión espiritual. Jesús y el alma se funden y se pierden en el amor de los TRES, como la gota de agua que cae al mar. La entrega mutua, total e indisoluble, constituye la esencia misma de este elevado grado de unión. El alma se convierte en esposa del Rey de los cielos y de la tierra, en “otro Cristo”. Sus oraciones, sufrimientos, actividades serán como divinas, por su unión con Dios. El alma se siente tan unida a Jesús y, con El y en El, a las TRES divinas personas, que hay una unión transformante que la deifica y endiosa hasta alturas jamás imaginadas. El alma “está como divina, endiosada, pues así como la desposada no pone en otro su amor ni su cuidado ni su obra fuera de su esposo, así el alma ya no tiene ni afectos ni voluntad ni inteligencias de entendimientos ni cuidados ni obra alguna fuera de Dios” (C 27,7). “Oh cuán dichosa es esta alma que siempre siente estar Dios descansando y reposando en su seno... Está El allí de ordinario como dormido en un abrazo con la esposa, en la sustancia de su alma, al cual ella muy bien siente y de ordinario goza” (Ll 4,15). El Matrimonio espiritual es una unión perfectísima y estable que se celebra y contrae con la Santísima Trinidad por medio de Jesús, pues el alma se une a las tres divinas personas por medio de la Humanidad de Cristo. Es como vivir en plenitud la inhabitación de la S. Trinidad en nosotros, es vivir al máximo la vida de la gracia, nuestra condición de hijos de Dios. Quien ha llegado a estas alturas, es como confirmado en gracia, recibe una seguridad grandísima de perseverar eternamente unida a su divino Esposo, se siente segura de su salvación y disfruta ya, en cierto modo, de la felicidad de las bodas eternas. El alma vive en el centro de la Trinidad, como si formara parte de ella. Vive su misma vida y recibe un torrente de luz divina que la inunda toda. Es tan profundo el conocimiento que tiene de las cosas sobrenaturales y divinas que Dios le descubre sus designios sobre las almas, porque no tiene secretos para ella. El Rey del cielo ha puesto su palacio real en el alma de su esposa. Y Jesús le entrega todo. “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (]n 17, 10). En su Matrimonio místico le dijo Jesús a Sta. Teresa: “Ya sabes el Desposorio que hay entre nosotros... lo que yo tengo es tuyo y también te doy todos mis trabajos y dolores que pasé” (CC 50). “Como verdadera esposa mía, mi honra es tuya y la tuya mía” (CC 25). Entonces, la consagrada puede decir de verdad: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20). Y su mayor deseo es morir de amor. Como Sta. Teresita del Niño Jesús, que murió diciendo: “TE AMO... DIOS MIO ... TE AMO”. Con frecuencia, este matrimonio con Jesús en la Trinidad, se realiza en un éxtasis de amor. A veces, se aparece la Humanidad Santísima de Jesús y hay entrega de anillos, pero esto no siempre se da y no es necesario, ya que este matrimonio es con Cristo en los TRES o con los TRES por Cristo. Es un matrimonio de Dios con el alma, que, a partir de ese momento, forman una unidad indisoluble. Ya decía S. Pablo: “El que viene al Señor se hace un solo espíritu con El” (1 Cor 6,17). Veamos cómo describe Sta. Verónica Giuliani su Matrimonio espiritual: “Estaba en la celda en oración y me vino un recogimiento grande y en él tuve la visión de Nuestro Señor glorioso con la Virgen Santísima. Jesús me dijo: “Yo soy tu Esposo”. A continuación, me sacó el corazón. Después colocó mi corazón sobre su mismo Corazón y apareció todo encendido como una llama de fuego. El Señor se lo dio a su Santísima Madre y ella lo colocó también sobre su Corazón. Luego lo tomó en su mano y se lo dio a su Hijo junto con su propio Corazón y el del mismo Hijo suyo. El Señor volvió a ponerlo en mi pecho... Jesús me dijo: Ahora eres mía. ¿Qué deseas? Yo le dije: Desposarme con Vos. El me mostró el anillo, que tenía preparado, y me dijo que por la mañana, al ir a la comunión, sellaría conmigo el vínculo unitivo, perpetuo e indisoluble. Mientras tanto, que me preparase a la Boda... En el momento de la comunión, sentí el beso de paz de Jesús en mi corazón y, en ese momento, de unión íntima con El, me puso en la cabeza una bellísima corona, mientras la Virgen Santísima, los santos y ángeles cantaban: Veni, sponsa Christi (Ven, esposa de Cristo). Jesús estaba de pie, glorioso, con sus llagas resplandecientes. No puedo explicar lo que experimenté, no sé sí estaba en el paraíso o si el paraíso había venido a mí. Entonces, Jesús sacó el anillo de su costado y me lo colocó en el dedo y me dijo: ¿Quién eres? Yo respondí: Vuestra esposa. Vuelto a la Virgen Santísima le dijo: “Esta es mi esposa, os la confío con el fin de que me sea siempre fiel”. Con motivo de su Matrimonio espiritual, Jesús le dio unas nuevas normas de vida, que pueden servir para toda verdadera esposa de Jesús. 1) Quiero de ti fidelidad para cooperar a todo lo que yo, tu Esposo, obro en ti. No te preocupes de nada. En todo y por todo déjame a mí tu cuidado. 2) Quiero de ti obediencia exacta al confesor, a los Superiores, a todos. Obedece al confesor y dile todo con claridad y sencillez. 3) Quiero de ti que en todo tengas la más pura y recta intención, buscando mi gloria. Has de buscar siempre mi voluntad, obedeciendo a quien está en mi lugar. 4) Quiero de ti silencio riguroso. Sólo has de hablar de cosas espirituales y de lo que sirva a la caridad y a tu aprovechamiento y de los demás. No des tu parecer ni consejo a nadie, si antes no te has aconsejado conmigo en la oración. 5) Quiero de ti humildad para sufrir desprecios y ofensas. Debes estar siempre consciente de tu propia nada. 6) Esposa mía, quiero de ti AMOR para que nuestra unión sea cada vez más íntima. Confía siempre en Mí y desconfía de ti misma. 7) Quiero que seas intermediaria entre los pecadores y yo. Debes estar siempre dispuesta a dar la vida y la sangre por mi gloria y la salvación de las almas. 8) Quiero que siempre estés en mi divina presencia. Siempre ligada a mi voluntad. 9) Te quiero toda transformada en Mí para que puedas decir: “Estoy crucificada con Cristo” (Gál 2,19). 10) Yo soy tu Esposo. Nada temas. Yo estoy contigo. “Oh mi Dios y mi Esposo, te suplico por todos los hombres para que los salves y, en particular, te pido por los sacerdotes para que repares sus faltas y los inflames en tu amor” (Diario 1 903.911). De este Matrimonio espiritual decía Sor María de S. Alberto: Allí la dulce esposa, transformada en su Amado y convertida, en El vive y reposa y de El recibe vida, quedando ya la suya consumida. Jesús parece estar “desocupado” y tener todo su tiempo exclusivamente para su esposa y ella está tan endiosada que se siente la reina del Universo. “Está tan transformada por las virtudes del Rey del cielo que se ve hecha una (verdadero) reina” (L1 4,13). Por eso, puede decir con S. Juan de la Cruz: Míos son los cielos y mía es la tierra. Mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores. Los ángeles son míos y la Madre de Dios es mía y todos las cosas son mías, y el mismo Dios es mío, porque Cristo es mío y todo para mí. Que tú también puedas llegar a ser la reina del cielo, transformada totalmente en Jesús, para que puedas decir con El: “Yo y el Padre somos una misma cosa” (Jn 10, 30). Entonces, sentirás irresistibles deseos de morir para ir al cielo a celebrar tu Matrimonio espiritual con Jesús en medio de la Iglesia triunfante. “A este matrimonio sea servido llevar a todos los que invocan su Nombre, el dulcísimo Jesús, Esposo de las almas fíeles” (C 40, 7). El Matrimonio espiritual y la EucaristíaCuando el sacerdote celebra la Eucaristía, se convierte en Jesús, hay una identificación con El. Podríamos decir que hay una unión transformante con Cristo y, en Cristo y por Cristo, también con el Padre y el Espíritu Santo. Hay como una verdadera deificación del sacerdote en la misa. Durante ella, su unión con Dios, Uno y Trino, por medio de la Humanidad de Jesús, llega a la plenitud del Matrimonio espiritual. Ya no es el hombre sacerdote, sino Dios, quien vive y actúa en él y a través de él. Es como si el Padre le dijera, en esos momentos sublimes de la misa: “Tú eres sacerdote para siempre” (Sal 110,4). “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (Sal 2,8). El Padre lo ve como a su propio Hijo Jesús. ¡Qué misterio de gracia y de ternura! ¡Qué dignidad y grandeza la de su vocación! ¡Cuánto vale una misa! ¡Cuánto valor de consuelo y reparación, de adoración y de acción de gracias! ¡Cuántas bendiciones se obtienen para los hombres! La misa es la mayor fuente de energía espiritual del mundo. ¡Pensar que el sacerdote, un “pobre” y pecador ser humano, durante la misa, es absorbido por el Ser de Dios y se une tan íntimamente a El que puede besarlo y abrazarlo con el mismo amor de Jesús! Es algo que sólo pensarlo estremece de alegría y de responsabilidad. Por eso, la celebración diaria de la Eucaristía es para el sacerdote un llamado urgente y constante de Dios hacia la santidad Es también el mayor medio de santificación que puede existir en la tierra. ¡El sacerdote debería ser santo! Pero, no sólo los sacerdotes, todos, incluso los laicos, están llamados a las cumbres de la santidad, aunque de modo especial lo son los consagrados. Tú, como esposa del rey, debes vivir la misa y comunión como una común unión íntima con Jesús y ofrecerte con El al Padre. Mientras perduran las especies sacramentales en ti, tomas contacto íntimo con las TRES divinas personas y con cada una de ellas en particular. Tu alma como que se diviniza al unirse a la divinidad. Hay una especie de “transustanciación” en Jesús. Tú y El sois una misma cosa. Así podemos comprender que la Eucaristía es el sacramento del Matrimonio espiritual, pues en ella se consuma nuestra unión con el Esposo. Según el Bto. Raimundo, Sta. Catalina de Sena sentía un deseo irresistible de comulgar, no sólo para unir su alma a Jesús, sino también para unir su cuerpo al Cuerpo divino de su Esposo y hacerse una sola cosa con El. Por eso, es preciso que la comunión de cada día sea como una renovación de tu matrimonio con Jesús. Dile mil locuras de amor. Aprovecha bien ese momento y espéralo con ansiedad, pues te unes a Jesús en la intimidad de tu corazón. La comunión de cada día debe ser para ti como una invitación que te hace Jesús a vivir en plenitud tu matrimonio con El, hasta llegar a la plenitud del amor en el Matrimonio espiritual. El beso del EsposoEl alma que alcanza las sublimes alturas del Matrimonio espiritual, recibe frecuentemente, sobre todo en la comunión, los besos del Esposo. El la besa con los besos de su boca (Cant 1,2), que le producen en el alma una paz inmensa y una alegría incomparable. Ella se siente plenamente inundada por los TRES y distingue claramente la acción de cada una de las personas divinas en su alma, pues cada una de ellas la ama con un amor eterno e infinito. Su alma es un jardín florido, donde han puesto el paraíso el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Su vida es ya como un principio de la Bienaventuranza eterna. Sta. Verónica Giuliani nos habla del beso del Esposo, que recibió varias veces, incluso antes de su Matrimonio místico. Sobre estos besos, que la enloquecían, escribe: “Cuando Dios da estos besos divinos, se sacude todo nuestro interior hasta la última fibra de nuestro ser. Todas las potencias, corazón, alma, sentidos y sentimientos parecen participar de la felicidad del amor divino. En ese momento, parece que Dios y el alma son una misma cosa. ¡Oh beso de paz! ¡Oh beso de amor! ¡Oh beso de vida de mi Dios” (Diario 1 298 ss). Este beso divino, es un beso que produce la unión total con el Amado y transforma el alma y la deifica. Algo parecido a lo que sucede con la hostia después de la consagración. Es un beso de la Trinidad, un beso de amor de los TRES. En ese momento, ella ama a su Amado con su mismo amor divino, pues es Dios quien ama y vive en ella para siempre. Son los besos de que habla el Cantar de los Cantares y Sta. Teresa en sus Meditaciones sobre los Cantares. No es de extrañar que S. Juan de la Cruz pidiera, antes de morir, que le leyeran el Cántico de los enamorados, el Cantar de los Cantares. Veamos cómo describe este mismo santo el beso de la íntima unión con Dios: ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres, rompe la tela de este dulce encuentro. ¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado que a vida eterna sabe, y toda deuda paga! Matando, muerte en vida la has trocado. ¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con extraños primores calor y luz dan junto a su Querido! íCuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde secretamente sólo moras: y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno, cuán delicadamente me enamoras! Dice este santo que “el Matrimonio espiritual es el beso del alma a Dios” (C 22,7). Podríamos decir también que es el beso de Dios al alma, pues “ los regalos que el Esposo hace al alma en este estado son inestimables y las alabanzas y requiebros de divino amor que con frecuencia pasan entre los dos son inefables” (C 34,1). “El alma anda interior y exteriormente como de fiesta y trae con gran frecuencia en el paladar de su espíritu un júbilo de Dios grande, como un cantar nuevo, siempre nuevo, envuelto en alegría y en amor” (Ll 2,36). S. Juan de la Cruz y Sta. Teresa de JesúsEstos dos grandes místicos nos hablan del alma enamorada de Dios, que desea ser santa. S. Juan de la Cruz en su Cántico espiritual, escribe así: ¿A dónde te escondiste, Amado y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras ti clamando y eras ido. Pastores los que fuerdes allá por las majadas al otero, si, por ventura vierdes Aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero. Buscando mis amores iré por esos montes y riberas ni cogeré las flores, ni temeré las fieras y pasaré los fuertes y fronteras. ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡oh prado de verduras, de flores esmaltado, decid si por vosotros ha pasado! Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura. ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos deseados, que tengo en mis entrañas dibujados! Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte y al collado do mana el agua pura; entremos más adentro en la espesura. Entrádose ha la esposa en el ameno huerto deseado, y en su sabor reposa, el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado. Igualmente Sta. Teresa de Jesús, en sus poesías escribe: ¡Dichoso el corazón enamorado que en sólo Dios ha puesto el pensamiento! Hirióme con una flecha enherbolada de amor y mi alma quedó hecha una con su Criador. Yo ya no quiero otro amor, pues a mi Dios me he entregado y mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado. Veis aquí mi corazón; yo lo pongo en vuestra palma; mí cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas, mi afición; dulce Esposo y Redención, pues por vuestra me ofrecí ¿qué mandáis hacer de mí? Dadme muerte, dadme vida, dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad; dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida que a todo digo que SI ¿qué mandáis hacer de mí? Decid dónde, cómo y cuándo. Decid, dulce amor, decid ¿qué mandáis hacer de mí? ¡Cuán triste es la vida, Dios mío, sin Ti! Ansiosa de verte deseo morir. Llamados a la santidadDios te necesita para la gran tarea de la salvación del mundo. Dios quiere que seas santa. Pero tú sola no puedes nada. “Sin mí, dice Jesús, no podéis hacer nada” (Jn 15,5). Por eso, debes decirle todos los días: Señor, hazme santa. Si estás llamada a la santidad y a vivir plenamente como esposa del Rey, estás también llamada a vivir tu alianza nupcial hasta los más elevados grados de la Mística. No tengas miedo. No rechaces los fenómenos místicos, porque son caminos de Dios para tu propia santificación. Déjate llevar, El sabe el camino. Abandónate a su acción divina sin condiciones. Ciertamente que hay fenómenos místicos que Dios da a unos pocos, son extraordinarios, pues no proceden de la unión con Dios y no tienden directamente a la propia santificación. Por ejemplo: levitación, bilocación, estigmatización, hierognosis (conocimiento de lo sagrado), agilidad (trasladarse corporalmente a un sitio distante de forma instantánea), sutileza (pasar a través de otros cuerpos), inedia (ayuno absoluto), cambio de corazones, privación prolongada de sueño, sudor de sangre, irradiación de luz, perfume sobrenatural, visiones y locuciones sensibles o exteriores etc., etc. Sin embargo, hay otros fenómenos místicos, que se dan en el desarrollo normal de la vida de oración como frutos maduros de la unión con Dios y tienden directamente a la propia santificación. En la oración de quietud se da el sueño de las potencias y la embriaguez de amor. En la oración de unión, toques divinos, ímpetus, heridas de amor, llagas de amor En el Desposorio hay raptos y vuelos del espíritu, arrobamientos y éxtasis. Los que nunca han llegado a estos grados de oración piensan que esto es sólo para los muy santos y que no es para ellos. No los desean y huyen de ellos e incluso los rechazan, lo que sería rechazar los caminos de Dios. ¿Por qué contentarse con una vida mediocre y sin aspiraciones de santidad, rechazando estos dones de Dios por principio? A veces, creemos que extraordinario es todo aquello que no es normal y corriente en la vida de la mayoría, pero tú estás llamada a la santidad y debes aspirar a todos los dones, que Dios te tiene preparados para cumplir fielmente tu vocación. Sta. Teresita, que siguió el camino de la infancia espiritual, tuvo también experiencias místicas. Ella nos dice: “Algunos días después de mi ofrenda al Amor misericordioso, comenzaba en el coro el ejercicio del Vía Crucis, cuando de repente me sentí herida por un dardo de fuego, que creí iba a morir. No sé cómo explicar este transporte; no hay palabras para dar a entender la intensidad de semejante llama. Parecía que una fuerza invisible me sumergía enteramente en ella. ¡Oh, qué fuego, qué dulzura!. He tenido en mi vida muchos arrobamientos de amor; particularmente una vez, durante el noviciado, permanecí una semana entera tan completamente alejada de este mundo, que me fuera imposible expresar lo que sentí. Parecíame obrar con un cuerpo prestado y que un denso velo cubría todas las cosas de la tierra. Mas no me abrasaba una llama real y verdadera; podía soportar aquellas delicias sin que con su peso se rompieran mis ligaduras, en tanto que el día a que me refiero, si hubiera durado un segundo más aquel ardor, mi alma se hubiera separado del cuerpo. ¡Desgraciadamente, me encontré otra vez en la tierra y volvió a reinar en mí corazón una aridez desoladora! ¡Son tantas las maravillas que Dios tiene reservadas para ti! Sta. Teresa de Jesús nos dice: “Mirad, que convida el Señor a todos” (CP 19,1 S). Y S. Juan de la Cruz pregunta: “Oh almas criadas para estas grandezas y para ellos llamadas ¿Qué hacéis? ¿En qué os entretenéis?” (C 39, 7). “Todos han sido llamados, afirma S. Bernardo, a estas bodas espirituales en que Jesucristo es el Esposo y la esposa somos nosotros mismos” (Serm 7 in Cant 3). Todos pueden ser místicos, pues la Mística es la flor y el coronamiento normal de la vida cristiana. Una vida cristiana, que se desenvuelva gradualmente y sin obstáculos, llegará forzosamente al Matrimonio espiritual. Esa es la meta a la que debemos aspirar, si aceptamos el cristianismo por entero. Por eso, sigue el camino de Dios, aunque te parezca extraordinario, cumple fiel y plenamente su plan sobre tu vida y dale muchas gracias por el don inestimable de tu vocación y de tu fe católica. “El te colmará de gracia y de ternura” (Sal 103,4). CUARTA PARTE
TESTIMONIOSVeamos ahora cómo viven algunas religiosas contemplativas su vocación de esposas de Jesús, llegando, incluso, hasta los más altos grados de la Mística. “Es bueno guardar los secretos del rey, pero también es bueno proclamar y publicar las obras gloriosas de Díos” (Tob 12,7). Mensaje de Jesús a sus esposas(Este testimonio-mensaje pertenece a una contemplativa europea, que lo recibió de Jesús, la noche del 13-12-47, siendo maestra de novicias). Jesús tomó mi corazón y metiéndolo en el suyo, que ardía con llamas de fuego, me dijo: “LO VACIO DE TODO LO HUMANO Y LO LLENO DE AMOR DIVINO. DE AHORA EN ADELANTE VIVIRA, AMARA Y LATIRA AL UNISONO CONMIGO. TU CORAZON SERA MI PEQUEÑO REFUGIO, A DONDE ME RETIRARE A DESCANSAR, CUANDO SEA OFENDIDO POR LAS ALMAS CONSAGRADAS. TENGO UN DESEO VEHEMENTE, INFINITO, DE POSEER EL CORAZON DE MIS ESPOSAS. AL MENOS, TU AMAME, DEJAME LIBRE PARA OBRAR EN TI SEGUN MIS DESIGNIOS. NO TEMAS. DESCARGA EN MI TODAS TUS MISERIAS. YO SOY EL AMOR Y LA MISERICORDIA.. ¡OH MIS ESPOSAS! MI CORAZON ABIERTO ¿NO OS DICE NADA? SI ACUDIS A MI, YO OS PERDONARE Y OS ESTRECHARE ENTRE MIS BRAZOS CON MI TERNURA DIVINA. MI CORAZON ESTA HERIDO CON LAS PUNZANTES ESPINAS, QUE ME CLAVAN ALGUNAS DE VOSOTRAS. ACERCAOS A MI CORAZON, DEJAOS ABRASAR POR EL FUEGO DE MI AMOR. MI CORAZON ES UN “PARAISO DE MATERNIDAD”. DEBEIS VENIR AQUI PARA SER VERDADERAMENTE MADRES DE LAS ALMAS. NECESITO ALMAS VICTIMAS QUE SE INMOLEN POR LA GRAN CAUSA DE MIS SACERDOTES. DEBEIS TENER UN CORAZON DE MADRE PARA OFRECEROS POR ELLOS. ESPOSA MIA, AMAME, DEJAME SUFRIR EN TI, QUE YO PUEDA COMPARTIR CONTIGO MI CRUZ, QUE ES UNA SEÑAL DE PREDILECCION PARA TI. MUCHAS DE MIS ESPOSAS NO SABEN Ni QUIEREN SABER NADA DE SUFRIMIENTO Y SACRIFICIO. SOLO BUSCAN COMODIDADES Y SATISFACCIONES. ¿PARA ESO HAN VENIDO A MI CASA? UN ALMA QUE NO SABE MORTIFICARSE NO PUEDE LLAMARSE MI ESPOSA. POR ESO, MORTIFICAOS EN TODO, NO ACARICIEIS TANTO VUESTRO CUERPO, NO TEMAIS TANTO EL DOLOR, NO RECHACEIS MI CRUZ... MIRADME, CON FRECUENCIA, CLAVADO EN LA CRUZ CON OJOS Y CORAZON DE ESPOSAS. LA CRUZ ¿NO OS HABLA DEL AMOR INFINITO DE MI DIVINO CORAZON? NO TENGAIS MIEDO A LA CRUZ. QUIERO CONTINUAR EN VOSOTRAS MI VIDA DOLOROSA. QUIERO DESTRUIR TODO LO HUMANO DE VUESTRO CORAZON Y EN SU LUGAR EDIFICAR LO DIVINO. ¡OH SI ME DEJARAIS ACTUAR LIBREMENTE! ¡CUANTAS MARAVILLAS OBRARIA EN VUESTRAS VIDAS! YO QUIERO QUE CADA COMUNIDAD SEA UNA SONRISA. PARA MI CORAZON. MI CORAZON SANGRANTE BUSCA VUESTRA SONRISA. ESPOSAS MIAS, AMADME, QUIERO POSEER VUESTRO CORAZON. NECESITO ALMAS DE FUEGO, DECIDIDAS A AFRONTAR EL SUFRIMIENTO SIN TEMORES HUMANOS. YO, EL AMOR, QUIERO VUESTRO AMOR PURO Y GENEROSO. QUIERO QUE SEAIS FERVOROSAS, HUMILDES, OBEDIENTES Y FIELES A LAS EXIGENCIAS DE LA VOLUNTAD DIVINA. PERO... ENCUENTRO CERRADOS MUCHOS DE VUESTROS CORAZONES ¿A DONDE IRE? ¿DONDE ENCONTRARE ALIVIO Y CONSUELO? ABREME, ESPOSA MIA, TENGO PRISA DE DERRAMAR SOBRE TI LOS TORRENTES DE GRACIA DE MI AMOR INFINITO. NO SOPORTO LA VIDA MEDIOCRE DE MIS ESPOSAS. EL MUNDO VA A LA RUINA, PORQUE EN MUCHAS DE VOSOTRAS FALTA EL FUEGO DEL AMOR. DESPERTAD DE VUESTRO SUEÑO PARA QUE AMANEZCA LA AURORA DE UNA MAÑANA LUMINOSA. HUID DE LAS TINIEBLAS DEL EGOISMO, DEL ORGULLO Y DE LA SATISFACCION DE LOS SENTIDOS... YO, EL SOL DIVINO, QUIERO CALENTAROS CON LOS RAYOS DE MI AMOR. QUIERO INTRODUCIROS EN EL CENTRO AMOROSO DE MI CORAZON. EL DEMONIO, EL MUNDO Y LA CARNE QUIEREN DESTRUIR MI IGLESIA. LEVANTAOS, LEGIONES DE CRISTO, ESPOSAS DEL REY VICTORIOSO, TOMAD LAS ARMAS DE LA SANTIDAD, COMBATID, SIGUIENDO A VUESTRO DIVINO CAPITAN. LA VICTORIA ESTA EN VUESTRAS MANOS. CUENTO CON VOSOTRAS. Buscando a JesúsMi Jesús se me ha escondido. Mejor dicho, lo veo como detrás de una cortina transparente. Su semblante es amoroso, me mira, pero no me dice nada. Mi voluntad se siente fuerte para hacer cualquier cosa por El, pero sigo con ese desabrimiento. A este estado se añaden algunas tentaciones. Con toda mi alma le digo a mi Jesús que prefiero morir antes que ofenderle. Yo sé que El me pide desprenderme de todo lo terreno. Por eso, me he desprendido de algo que me gustaba mucho y a lo cual me sentía apegada, con el pretexto de que me llevaba a Dios. En ningún momento, se me ocurrió que mi Señor me debía recompensar por esto, ya que lo hacía por su amor. Pero me desconcertó que, a partir de ese día, se me escondió el Amado... No me habla, aunque estoy segura de su amor. Ni puedo tocarlo, sólo deja que lo mire a través de un velo. Y yo lo extraño y, a veces, gimo y lloro, porque no lo veo ni lo siento como antes. Jesús, Amado mío, ven a mí, que te estoy esperando. Hazme ver tu rostro. |
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