¡Dios te salve María!
 

intravenosa, es añadirle un sufrimiento". Mientras que otros dirán, "no podemos

dejarle morir de sed, eso sería inhumano, sería maltratarle". Ahí ya tenemos

planteadas, por lo pronto, dos cuestiones. Por eso, lo primero de todo es recabar

información. Existe un gran número de médicos cualificados y expertos. Y, a medida

que se va recabando información, también se irán despejando las cuestiones: "esto

responde a los principios" y "esto puede aplicarse a este caso concreto" . Después es

posible que, progresivamente, se vayan obteniendo experiencias suficientes como para

saber -con certeza- que la información era correcta y los principios estaban bien

aplicados. Y es entonces cuando esa experiencia conjunta se Convierte en una

declaración nuestra que diga: "éste es un principio que puede aplicarse".

Y en los actuales problemas, tan modernos, ¿también es posible remitirse a los

antiguos textos? Me refiero a los Padres de la Iglesia o a los Santos.

Los utilizamos con mucha frecuencia para lo esencial, porque dan mucha luz sobre

esos principios de que hablábamos, o con respecto al hombre, a la dignidad humana, o

al significado del dolor, pero lógicamente no los utilizamos para las cuestiones

concretas. Yo los considero muy importantes porque en nuestra generación, por

ejemplo, se ha perdido el sentido positivo del dolor. En esos textos aprendemos

muchas cosas.

Ya que hablamos de textos antiguos, ¿se siente atraído por algún secreto de los sótanos

de la Santa Inquisición? ¿Existe alguno que no deba conocerse ?

Los "sótanos" de la Santa Inquisición ahora son nuestro archivo, si lo queremos l amar

por su nombre; no tenemos ninguna otra clase de sótanos. He de confesar que si no soy

"rata de biblioteca" es, simplemente, porque no tengo tiempo. Así que no puedo

sentirme atraído por ningún secreto en particular. Pero, además, Napoleón se apoderó

en su tiempo de nuestro gran tesoro. Ya nos han de vuelto parte de su inventario, pero

sólo en parte de modo que sigue incompleto. Y, por lo demás, tampoco tiene nada de

interés como cree la gente. Hace muy poco, un profesor italiano, liberal, estuvo

trabajando en unos cuantos procesos durante algún tiempo y él mismo declaró que le

había defraudado bastante. En vez de encontrar grandes luchas entre la conciencia y el

poder, que era lo que él buscaba, lo que allí había eran ordinarios procesos criminales.

Eso se debe a que el tribunal de la inquisición romana era bastante moderado. Los

mismos procesados por algún delito civil añadían cualquier factor religioso como

brujería, profecía, etc, a su delito, para que les enviaran ante el tribunal de la

Inquisición. Allí les esperaba un juicio relativamente suave. Pero esto lo sé de segunda

mano, porque personalmente no lo he podido comprobar.

El abundante contenido e ese archivo ya puede ser conocido por todo el mundo, pero

sabemos que sólo es de interés para especialistas. Hay algunos secretos -que no deben

revelarse- especialmente reservados, como los secretos de confesión. Están

celosamente guardados en una caja fuerte especial y no se darán a conocer nunca.

Pero, si son secretos de confesión, ¿cómo es que están por escrito y guardados?

No se trata de confesiones en el sentido estricto de la palabra, pero su contenido

pertenece al ámbito de la el conciencia y, por tanto, deben tener el mismo trato que

secreto de confesión. Con eso quiero decir que no es el mismo caso que cuando alguien

comete un error teológico o tiene algún problema moral personal que pueda

comentarse públicamente.


 

 

 

Ya me figuro que no serán confesiones de fulanito y zutanito, son confesiones de los

más poderosos de la historia.

Tampoco sé mucho de eso, la verdad. Ahora también tenemos una sección disciplinar

que es la que determina los procedimientos a seguir con los sacerdotes, y sólo los

conoce un círculo muy reducido de personas, para evitar que se pueda conocer algún

caso particular, si no es necesario. Algo de eso es lo que ocurre con esos secretos.

Pero en esos archivos también se guardan profecías famosas.

Yo sólo conozco la de Fátima, no sé de ninguna otra.

¿Quién puede saberlo?

La de Fátima sólo la pueden conocer el Papa y el Prefecto de la Congregación, los

demás sólo previa autorización del Papa.

Y el círculo de personas que conoce esos secretos, ¿es conocido? ¿se sabe cuántos son?

Claro que se sabe, tres, no más de cuatro personas.

En cierta ocasión, hablando sobre las profecías de Fátima, dijo que hacían referencia a

lo que, el mismo Jesucristo recuerda con frecuencia, que "Si no os convertí, pereceréis".

¿No le asusta esa profecía?

No.

¿Por qué no?

Porque ahí no hay nada relacionado con lo que el mensaje cristiano contiene como tal.

Pero, yo entiendo que ahí se habla del fin del mundo.

Yo no sé nada de eso. Pero, desde luego, puedo asegurarle que nunca he tenido esa

clase de miedos que me pregunta.

¿Y de las fechas concretas?

Tampoco. No quisiera entrar en más detalles sobre estos temas.

Para algunos, el Papa Juan Pablo II es inconcebible sin el Cardenal Ratzinger y, para

otros, el Cardenal Ratzinger es inconcebible sin el Papa Juan Pablo II. A los dos se les

considera dos teólogos geniales con una misma filosofía. No es fácil distinguir qué ha

sido voluntad del Papa y qué idea de Ratzinger usted ha conseguido dar una gran

impronta a este Pontificado. Sin este particular binomio Woityla-Ratzinger, la Iglesia

de fin del milenio hubiera sido diferente.

Esa es una cuestión sobre la que yo no puedo opinar, Pero sí quisiera dejar constancia

de que se sobreestima mi papel. Es cierto que tengo una tarea que cumplir muy

importante, que el Papa confía en mí, que los dos hablamos y discutimos -ahora

también- sobre algunas cuestiones doctrinales muy relevantes. Es natural que yo tenga

algo que decir, o que aportar, a un pronunciamiento doctrinal del Papa, y seguramente

eso ha dejado alguna impronta en el Pontificado. Pero, no obstante, el Papa tiene una

línea muy clara propiamente suya.


 

 

 

Antes de mi llegada, el Papa ya había comenzado su tríptico -las tres Encíclicas sobre

la Redención de la humanidad, sobre el Espíritu Santo y sobre la Misericordia divina-,

y a eso hay que añadir todo el sector de la ética social, es decir, las otras Encíclicas que

ya se habían publicado sobre la Doctrina social de la iglesia. Esos temas son los que

más le preocupan y están muy arraigados en lo profundo de su alma, en su

personalidad -tal vez "arraigado" no sea un adjetivo muy dinámico-, pero es lo que él

lleva en su interior. Y, además, tenía otras cuestiones importantes para consultar

conmigo, pero no sólo conmigo. En todo esto hay unanimidad de criterios. Algún día,

la cristiandad -y la humanidad entera- se darán cuenta del enorme bien que les ha

ocasionado.

¿Nunca ha habido diferencias entre el Papa y su principal guardián de la fe? ¿No ha

tenido que contradecir en nada al Papa, no ha tenido que desobedecerle en nada?

Diferencias, en el sentido estricto de la palabra, no, nunca. Aunque, lógicamente,

cuando tenemos que hacer un intercambio de informaciones puede suceder que

tengamos que corregirnos mutuamente, "esto es así" o "no es así", etc, o que incluso

haya que frenar algo por no tener suficiente información. Y, a veces, también nos gusta

discutir la lógica de los asuntos desde puntos de vista diferentes. Pero nunca ha habido

una diferencia propiamente dicha entre los dos. Y yo nunca le he desobedecido.

Esas reuniones de trabajo, ¿cómo se llevan a cabo, con qué frecuencia se suelen ver?

Hay un ritmo de trabajo bastante rutinario. El Prefecto de la Congregación,

generalmente, tiene audiencia con el Papa los viernes por la tarde. Entonces le entrega

los trabajos realizados por la Congregación cardenalicia. Pero, una vez al mes, también

puede hacerlo el Secretario y, en otras ocasiones, también puede ocurrir que el Papa,

por alguna razón, suspenda la audiencia. Esa es la frecuencia y la forma normal de dar

a conocer nuestro trabajo al Papa. Le entregamos las actas y comentamos con él los

resultados obtenidos; entonces, el Papa nos da su dictamen.

Pero, aparte de esto, hay reuniones extraordinarias para casos singulares, siempre que

el caso lo requiera.

Pablo VI inició la costumbre de reservar el viernes para estos asuntos, y el actual Papa

ha seguido esa norma. Al Santo Padre le gusta mucho reunirse una hora u hora y

media antes del almuerzo con algún grupo de personas que luego se quedan a

almorzar con él. De esa forma, podemos conversar con el Papa de diversos temas, de

12.00 a 15.00 de la tarde. Esto sucede con bastante frecuencia, y ya es casi una rutina

normal de trabajo. El círculo de personas que rodea al Papa en estos encuentros es algo

mayor. En las audiencias del viernes, el Prefecto despacha a solas con el Papa.

Hay también otras reuniones con él de grupos diferentes -incluso de todos los obispos

de un país- con los que el Papa desea conversar y conocer sus experiencias, pero, en

esos casos, antes se le ha informado de la posición mantenida por cada uno, para que

el Santo Padre esté previamente advertido y pueda charlar y discutir con todos. Es

decir, el Papa recibe primero información suficiente y conoce los argumentos de las

distintas partes -si son de opinión diferente- para comprender mejor sus litigios y

poder llegar a la conclusión más conveniente. Ésta sería la segunda posibilidad -en la

escala de importancia de hablar con el Santo Padre; es decir, puedo hablar con el Papa

en una audiencia o en una conversación con él, los viernes al mediodía.

¿Podría citarme algún tema de los que tratan?


 

 

 

Hablamos de todo lo que nosotros hayamos recibido y requiera una decisión. Puede

ser de la teología de la liberación, o de la cuestión sobre la función de los teólogos en la

Iglesia, o de cuestiones de bioética, y de otras muchas cosas. De cualquier tema que sea

motivo de estudio para nuestra Congregación.

Cuando tratamos de grandes proyectos, entonces intercambiamos los documentos

periódicamente. Si se trata, por ejemplo, de una Encíclica, solemos discutir sobre su

mejor enfoque. Entonces se hace una primera propuesta y luego se comenta entre

todos. No acometemos los grandes temas en su totalidad, se van estudiando por

etapas. De ese modo el Papa conoce las opiniones de todos e interviene cuando le

parece conveniente.

¿Y después se interesa por saber en qué ha acabó todo aquello?

Si aún no le hemos informado, sí.

El Papa, como Jefe de Estado, es el último Príncipe absolutista de Europa y, como

cabeza de la Iglesia y sucesor de los Apóstoles, es también la última instancia de la fe.

El Vaticano se ha quedado muy anticuado. Sólo hay un pequeño círculo de ancianos,

que se bastan a sí mismos, muy distanciados de los problemas y necesidades de la

comunidad exterior. Serviría para ilustrar esto la referencia popular "con lentitud

vaticana" con el que se quiere aludir a una espera que se hace infinita. ¿Qué opina de

todo esto, desde su punto de vista de inquilino?

Habría que empezar por decir que el Papa, el Jefe del Estado del Vaticano,

teóricamente tiene, en efecto, todos los derechos, pero tácticamente casi nunca ejerce

esa función de Jefe de Estado. Es un Estado diminuto, pero que, lógicamente, exige un

mínimo de trabajo administrativo; así que hay un gobernador y un gobierno propio del

Vaticano. Actualmente están delegadas algunas funciones en determinados

colaboradores, para evitar que su forma de gobierno resultara realmente muy pasada

de moda.

En cuanto al segundo aspecto de su pregunta, el Papa efectivamente, también es la

máxima instancia de los guardianes de la fe, eso es absolutamente cierto. Pero, ni aun

así, decide de forma absolutista, al contrario, toma las decisiones después de oír las

opiniones de todo el Colegio episcopal. El Vaticano es lento, ciertamente, pero eso se

debe a que las instancias se estudian paso a paso, y también, al cuidado y al esmero

con que se estudian. Tampoco habría que olvidar que su lentitud también está

originada por la escasez de personal, por una parte, y por otra, por el volumen de

trabajo que va llegando al mismo tiempo y que, generalmente, no es de proceso rápido.

Pero en el gobierno de la Iglesia, esto no me parece una desventaja, porque

precisamente la prisa sería totalmente desaconsejable, mientras que la paciencia parece

mucho más indicada. Ha habido ocasiones en que las cuestiones se han resuelto solas,

simplemente con un poco de tiempo, sin haber llegado a estudiarlas.

El círculo de cardenales está compuesto por gente mayor, o, al menos, no precisamente

jóvenes, pero eso es perfectamente natural. Tiene la ventaja de que no suelen

precipitarse en las decisiones y de que, además, tienen mucha más experiencia y eso

les hace ser más indulgentes, No obstante, también tienen que suplir el elemento de la

juventud. Ahora se ha establecido la regla de que cuando se incorpore un nuevo

colaborador, deberá tener menos de 35 años, y tampoco puede permanecer

eternamente. De ese modo, la media de edad de nuestros colaboradores tendrá otra

imagen.


 

 

 

Dicen que lo primero que hay que saber en el Vaticano es cómo funciona el juego del

poder y aprender a jugarlo.

Este aspecto podría darse, es decir, que alguien crea poder actuar como en una carrera

política, "tengo que llegar a tiempo al lugar adecuado y estar del lado más propicio

para adelantar puestos, no me vayan a dar de lado". Cosas así podrían darse, porque

en el Vaticano todos somos humanos, pero he de decir que conozco muy pocos casos

de ese género. Yo, personalmente, entré siendo ya cardenal y no he necesitado luchar

por el poder, ni para hacer carrera. Seguramente por eso me interesa tan poco ese tema.

¿Le molesta algo del Vaticano?

Yo diría que se podría reducir su administración; pero no tengo ninguna propuesta

concreta para hacer. Sencillamente, algunas oficinas están poco aprovisionadas y, por

otra parte, el conjunto de la Iglesia universal no requiere mucha administración. Por

eso, me parecería razonable preguntarse si no convendría reducir su burocracia al

máximo, a lo estrictamente necesario. Pero esto no significa que yo no esté contento

con la forma de vida en nuestra Congregación. Tal vez lo que a mi mas me moleste es

que haya tanto que hacer. Realmente es casi imposible que nadie pueda dar tanto

como se le exige. Una cuestión que suele plantearse con frecuencia es, qué podría hacer

yo para cumplir mi obligación en las otras Congregaciones y seguir siendo un ser

humano normal, sin abandonar otras cosas como, por ejemplo, las relaciones

personales.

Pero, ¿en cuántas Congregaciones está?

En cinco Congregaciones, dos Consejos y una Comisión (Latinoamérica). Pero sólo la

Congregación para los obispos y la de evangelización requieren trabajo continuo. Y

algo menos, por regla general, aunque también llevan su tiempo el Consejo para la

unidad, la Congregación para la Iglesia ortodoxa y las Congregaciones para la

educación y para la cultura. La participación en las demás Congregaciones me da

menos trabajo, pero he de decir de todos modos que es un buen paquete.

El arzobispo Marcinkus hablaba en cierta ocasión de un "pueblo de comadres" y

además decía del Vaticano que "se reúnen tres o cuatro curas y enseguida empiezan a

criticar a los demás".

Desde luego, eso no ocurre en mi presencia. Pero siempre que hay mucha gente que

convive y tiene trabajos muy similares que, además, se interfieren, es natural que de

vez en cuando haya algún chisme. Lo cual no significa que esté bien visto. En absoluto.

Eso a mí me parece una especie de escape de las limitaciones propias del ser humano.

No es bueno hacerse una imagen demasiado idealista del sacerdote. Sería mejor no

sorprenderse tanto de nuestros defectos, y pensar que no somos mejores que los

demás. Las leyes típicas de un colectivo también nos afectan a nosotros, un colectivo

de sacerdotes. Lo que cada uno de nosotros debería hacer es trabajar en plena sintonía

con los demás, y para eso hay que guardar cierta disciplina. Y es muy importante que

todos y cada uno disipemos cualquier tipo de sombra que - pudiera aparecer. Nosotros

no somos mejores que otras personas.


 

 

 

6. Resumen

Recibir y aplicar lo que dice no resulta cómodo ni fácil. Desde hace un par de décadas

ha mostrado una actitud hostil hacia diversas tendencias. Sin embargo, ¿no se

pregunta nunca si eso será conveniente, si estará puntualizando bien las cosas, o,

incluso, si en sus declaraciones se estará expresando conforme a las necesidades de

nuestro tiempo?

Esas preguntas me las planteo a diario. Gracias a Dios, hay otros que saben expresarse

mejor que yo, que saben hacer las cosas mejor que Yo y que suplen lo que yo no haya

sido capaz de hacer. Poco a poco, uno se va conociendo mejor y también conoce las

limitaciones de sus propias facultades. Incluso se percibe claramente que sólo se es una

parte de un todo. Pero también uno se va dando cuenta de que está viviendo junto a

otros muchos que también reflexionan, que tienen cargos importantes. Por eso es MUY

importante que todos, pero sobre todo algunos que gozan de cierto carisma,

contribuyan a iluminar las vidas de los demás. A mí me gustaría ser así, en la medida

de mis posibilidades, y ser muy autocrítico en mis variadísimas relaciones con los

demás,

Una vez le preguntaron qué dos libros se llevaría a una isla solitaria, v su respuesta fue

inmediata: la Biblia y las Confesiones de San Agustín. ¿Qué clase de confesiones cabría

esperar del Cardenal Ratzinger?

Yo no puedo hacer grandes confesiones como San Agustín, que, al confesar su vida y

su camino de conversión, aportó una gran luz a la existencia cristiana. Yo sólo puedo

dejar algún modesto fragmento, que no sé si podrá significar algo para la humanidad o

ser útil en algún momento.

¿Existe algo en su vida que le gustaría no haber hecho?

Deshacer algo que haya hecho, creo que no. Pero hacerlo de otra manera, creo que sí.

Porque en las distintas edades de la vida, las cosas se ven con diferentes perspectivas.

Con frecuencia se piensa que el Cardenal Ratzinger intenta conservar algo a buen

recaudo, como un padre que almacena celosamente su herencia. Si no puede ser para

los hijos, porque harían mal uso de ella, al menos debería ser para los nietos, para que

esa herencia no se pierda. Cuando recapacita sobre su trabajo de Prefecto, ¿cree haber

impedido que algo se desarrollara por mal camino y no se conociera públicamente?

Esa idea de almacenar para los nietos, me parece muy bonita, porque eso es,

exactamente, lo que a mí me gustaría conseguir. Me gustaría, que junto a todo el bien y

a la belleza que se ha ido desarrollando en nuestra historia, también crecieran, y nunca

se perdieran, los grandes valores de la fe con su espléndida luminosidad. Me gustaría

mucho que perduraran y se manifestaran siempre. Pero con respecto al balance de mi

trabajo, yo creo que en los últimos 15 años se han logrado algunas metas en cuestiones

como la teología de la liberación, las declaraciones en el ámbito de la bioética o el

Catecismo. Pero, sobre todo, han sido útiles los contactos con las Conferencias

episcopales que nos han facilitado conversaciones de gran interés para todos y que nos

han ayudado a un mejor entendimiento con los obispos sobre sus preocupaciones y

sobre su trabajo en relación con nosotros, en Roma. Con eso se han eliminado ciertos

riesgos de unilateralidad en las opiniones, y, además, destacando lo más esencial y

repartiendo el peso entre todos, también hemos logrado un equilibrio que todos

deseábamos.


 

 

 

Uno de los documentos que lleva su firma recuerda mucho a la exhortación del

Apóstol Pablo que dice algo así, "Anuncia la Palabra, insiste con ocasión y sin ella,

reprende, reprocha y exhorta con toda paciencia y doctrina. Pues, vendrán tiempos en

los que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida

de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a

los mitos. Pero tú, sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la

propagación del Evangelio, cumple fielmente tu ministerios.

No quisiera parecer presuntuoso, pero en esas palabras queda expresado exactamente

lo que yo pienso que, en líneas generales, está ocurriendo en nuestro tiempo.

¿Le queda aún alguna pregunta por hacer? Si pudiera preguntarle a un espíritu

universal, ¿qué le preguntaría exactamente?

Le haría la misma pregunta que se hace todo el mundo: ¿Por qué es así el mundo, qué

significado tiene el dolor en el mundo, por qué tiene tanto poder el mal en el mundo,

siendo Dios Todopoderoso?

Es de suponer que en el principal cargo de la Congregación para la Doctrina de la fe no

volverá a haber un hombre con su perfil, su biografía, su universalidad, con su manera

de pensar, de hacer y de creer. Con usted acaba, no sólo un siglo, acaba también una

generación que aún tiene sus raíces en el siglo XIX. "Lo nuevo está aún por llegar",

decía en una ocasión. ¿Cómo ve su posición en la historia? ¿Cree haber conseguido

abrir una puerta a lo nuevo que venga? ¿O todavía tendrá que hacerlo el siguiente, su

próximo sucesor?

Primero habría que relativizar todo eso y conocer las nuevas formas que ahora

esperamos, ver qué aspecto tienen. Serán tiempos muy diferentes a los nuestros, y la

figura que yo actualmente represento seguramente tendrá una estructura diferente.

Tampoco sabemos si lo actual podrá tener peso propio en la historia. Los que hemos

vivido este siglo, hemos experimentado ciertamente tiempos de mucho cambio, pero

en realidad también hemos conocido lo que había antes. Realmente, todavía tenemos

relaciones con muchas cosas que, progresivamente, van desapareciendo. Y, al mismo

tiempo, estamos también obligados a tomar medidas que hagan posible la

continuidad, que se pueda seguir adelante en un mundo nuevo. Eso es lo que yo he

intentado hacer. Pero ahora no podemos saber si las cosas seguirán su evolución de

forma que este cargo continúe pareciendo un puesto clave o no. Lo único que podemos

hacer es comprobar el enorme y permanente cambio de nuestro tiempo, pero, eso

mismo, nos impide tener perspectiva de lo que vaya a venir después. En todo caso, lo

que a mí me competía, creo yo, era mantener la continuidad y llevarla adelante para

introducirla en una historia cada vez más agitada.

En general se sospecha que hay dos Ratzinger, uno antes de Roma, progresista, y otro

en Roma, conservador y estricto guardián de la fe. De teólogo "teenager" con ideas

progresistas, pasó a ser un resignado conservador con esporádicos arrebatos

apocalípticos. Y en cierta ocasión usted mismo dijo que Joseph Ratzinger siempre

había sido fiel a sí mismo, suprimiendo a los otros dos.

Me parece que he contado ya lo más esencial, es decir, que la decisión fundamental de

mi vida es una constante en mí, porque yo creo en Dios, en Cristo y en su Iglesia, y a

eso dedico mi vida. Esta determinación mía se ha ido desarrollando a lo largo del

proceso de mi propia vida y a mí me parece muy justo que haya sido así, y que no se

haya detenido en ningún momento. Los hombres cambian mucho con la edad, y un


 

 

 

hombre de setenta años no debe pretender hacer lo que hace otro de diecisiete ni al

contrario. A mí siempre me ha gustado permanecer fiel al conocimiento de lo esencial,

pero al mismo tiempo estar abierto a las variaciones que fueran necesarias. Como es

natural, todo lo que rodea al hombre también va variando y llega un momento en el

que, de pronto, el hombre se encuentra en otras coordenadas. El debate actual de la

Iglesia, es totalmente diferente al de hace treinta años. Incluso las propias

circunstancias dan ahora un valor diferente a lo que hacemos y decimos. Que en mi

vida se hayan dado giros y cambios no lo discuto, pero mantengo firmemente que

siempre han estado basados en una identidad subyacente y, por eso, siempre que ha

habido un cambio en mi vida ha sido con el único fin de ser más fiel todavía. En esto

estoy totalmente de acuerdo con el Cardenal Newman que decía que, "vivir es

cambiar, y ha vivido mucho quien haya sido capaz de cambiar mucho".

Normalmente, todos los cargos suelen exigir el pago de un precio. Mucho más si es tan

relevante como el de estar al servicio de la verdad.

Estar al servicio de la verdad es algo realmente grandioso y el más "relevante" deseo de

mi vocación. Pero y aunque el precio sea muy alto, se paga en moneda pequeña- Se

manifiesta en cosas muy pequeñas, en cosas muy simples y de un segundo plano. En el

fondo permanece siempre el deseo de la verdad, pero después hay que corresponder a

esos deseos con los hechos. Y esto suele manifestarse en tener que leer actas, dirigir

conversaciones, cétera, cosas muy normales.

El precio que yo tuve que pagar fue, sencillamente, renunciar a lo que a mí realmente

me hubiera gustado hacer: mantener conversaciones elevadas a nivel intelectual,

reflexionar sobre temas espirituales y discutirlos, producir una obra propia en estos

tiempos nuestros. Pero tuve que dedicarme a otros asuntos muy distintos, conocer

conflictos y aconteceres a niveles fácticos de los cuales muchos llegaron realmente a

interesarme, pero también tuve que dejarlos pasar para poder estar al servicio de otras

cosas más propias de mi cargo y que requerían mi atención. Poco a poco me fui dando

cuenta de que tenía que dejar de pensar "tengo que escribir tal o cual cosa", "tengo que

leer esto y lo otro", porque había que reconocer que mi principal tarea era exactamente

ésta, la de estar donde estoy.

¿Se lleva bien con su propia vida, le gusta, es un hombre feliz?

Sí. Estoy muy conforme con mi vida, porque, además, vivir contrariado con la propia

vida o con uno mismo, no conduce a nada, no tiene sentido. Aunque también estoy

convencido de que, de la otra manera, como yo me había imaginado, también hubiera

llegado a cosas grandes. Así que, por ambos motivos estoy muy agradecido a la vida, y

sobre todo a lo que ha sido la voluntad de Dios para mí.

Fe, esperanza, caridad, son las virtudes teologales, pero ¿qué significan exactamente en

la vida de Joseph Ratzinger?

Ya hemos hablado suficiente de la fe, que es la raíz de todo en nuestra vida, que nos

ayuda a ver y a creer el, Dios, y que es la clave que nos facilita el camino para entender

todo lo demás.

Esa fe significa esperanza, pues, tal como ahora es el mundo, el mundo no es bueno, y

tampoco debe seguir siendo así. Contemplado sólo empíricamente, podríamos deducir

que el mayor poder en el mundo es el del mal. Esperar con espíritu cristiano significa

conocer la existencia del mal, y hacerle frente con confianza. Porque la fe se basa,

fundamentalmente, en sabernos amados por Dios, y eso significa, no sólo una


 

 

 

respuesta afirmativa a Dios, sino también a la Creación, a las criaturas, sobre todo a los

hombres, donde tratamos de ver la imagen de Dios para amarle mejor.

Nada de esto es sencillo. Sin embargo, en ese sí fundamental, con esa convicción de

que Dios ha creado a los hombres y está en ellos y de que no son algo negativo, el

amor encuentra su apoyo para, a partir de la fe, fundar una esperanza. La esperanza

contiene ese elemento de confianza absoluta frente a los continuos riesgos y peligros

de la historia, pero eso no tiene nada que ver con la utopía. Un mundo futuro mejor no

es asunto de la esperanza, la meta de la esperanza es la vida eterna. Por eso nadie

puede responsabilizarse de esa expectativa, porque no se encuentra en nuestro mundo

y nosotros continuamos en él y en el momento presente. La libertad de la generación

actual condicionará el mundo de las generaciones venideras que nosotros, ahora, sólo

podemos predecir muy limitadamente. Pero sí sabemos que la vida eterna es nuestro

futuro y también la fuerza que va marcando la historia.

Capítulo II: los problemas de la Iglesia Católica

Siguen siendo cientos de miles las personas que acuden a las misas celebradas por el

Papa en sus viajes por todo el mundo, pero esa masa convencional de gente apenas da

razón de la situación real de la Iglesia. En el año 1984 usted hablaba de un proceso de

decadencia en lo que respecta a la Iglesia. Ahora podríamos compararla a los famosos

agujeros negros del universo. Es como la caída de una gran estrella cuyo invisible

núcleo central se va reduciendo progresivamente hasta hacerse muy pequeña.

Manifiesta su existencia pero sólo por los aturdidos movimientos alrededor de su

antigua gran masa. Son trozos muy pequeños de un viejo fragmento que no pueden

escapar de la fuerza de atracción del seno materno, y vuelan indefensos formando

nuevas unidades, tropezando unos con otros o incluso destrozándose entre ellos.

Esa imagen de los agujeros negros y de la desintegración de una estrella me parece

interesante. Es una forma empírica de ver las cosas. Pero lo cierto de ese proceso que

describe es que, en la actual fase de la historia, no existe un movimiento masivo de

vuelta a la fe que pueda producir un nuevo vuelco en la historia, para que esa,

digamos, estrella -siguiendo con su imagen- pudiera volver a ser compacta, volver a su

anterior tamaño y a tener luz propia. Sería, sin duda alguna, crear falsas expectativas

Pensar que se va a dar un nuevo cambio en la historia y que la fe va a volver a ser un

gran fenómeno de masas, un fenómeno que domine en la historia

Pero yo creo sinceramente que se están produciendo resurgimientos silenciosos de los

paganos que convergen, hacia una -digamos- nueva Iglesia, y aquella experiencia que

tuvo el Señor con sus discípulos vuelve a repetirse. Cuando les dijo "Nunca he visto fe

como ésta en Israel", el Señor confiaba, por así decir, en la fe que brotaba de un mundo

totalmente paganizado. También puede suceder esto con los cristianos de nuestros

días que con frecuencia se cansan de su fe, y la ven como un pesado fardo que han de

arrastrar y que no llevan con alegría.

Pero la imagen de una estrella desintegrada no nos sirve en el sentido de que el

cristianismo es siempre como el grano de mostaza, y, precisamente por eso, vuelve

siempre a rejuvenecer. No obstante, nosotros no podemos vaticinar que la fe vuelva a

tener en la historia una estructura semejante a la de la Edad Media, cuando todo estaba

marcado por el signo de la cruz. Pero estoy totalmente convencido de que la fe seguirá

estando presente en la historia. Estará de algún modo rejuvenecida, con una energía

nueva y sobreviviendo a la humanidad; estoy seguro de ello.


 

 

 

De todas formas, esa experiencia negativa que ahora tenemos, el saber que cuando no

hay fe todo se viene abajo y acaba en inmenso vacío, eso, no nos devuelve la fe. Eso

acaba simplemente en una resignación fatal, o en el escepticismo, o en puro cinismo, o,

peor aún, conduce al hombre a su propia destrucción.

Desde hace algún tiempo se ha creado una situación bastante paradójica. En este

mundo tan cambiante, que se modifica a una velocidad trepidante Y difícil de asimilar

para muchos, se ha creado, al mismo tiempo, un clima bastante favorable a la religión.

Hay multitud de formas y mezclas de espiritualidades que despiertan mucho interés

en la gente. Pero, en cambio, el hasta ahora gran ejército de la religión, es decir las

iglesias cristianas, no parece sacar provecho de esta búsqueda de sentido.

Es cierto, ahora parece que hemos irrumpido en una nueva era de la religión. Los

hombres buscan la religión por caminos muy variados, pluralistas, pero no la buscan

en la fe, ni en la Iglesia. Los hombres van a la búsqueda de novedades donde la

religión es casi siempre sólo una forma de transfiguración, como un contrapeso a las

cosas de cada día, o deriva hacia la magia o hacia sectas que, luego, manifiestan ser

muy perjudiciales para el hombre. La mayoría de los fieles convencionales tal vez se

encuentren también algo abrumados por tanta institucionalización, ante tanto poder

institucional que hasta ahora ha ido marcando sus vidas. Ya no percibimos la vitalidad

ni la sencillez de la fe. Ser cristiano ahora significa pertenecer -del modo que sea- a una

gran organización y saber que en ella hay muchos preceptos morales y muchos

dogmas difíciles de entender. El cristianismo así parece un lastre pesado de tradiciones

e instituciones al que, por otra parte, no se le quiere perder demasiado de vista, porque

todos le reconocen su función de ayuda en caso de necesidad. Sobre ese montón de

ceniza difícilmente prenderá un fuego con fuerza.

En efecto, ahí sólo parece haber cenizas. La Iglesia católica romana tuvo un momento

en el que era fuente principal de opinión, pero después quedó convertida en reliquia

de tiempos pasados, y nuestro actual mundo, de finales del segundo milenio después

de Cristo, casi la ha olvidado y no Parece tener demasiado en cuenta lo poco que aún

perdura de la función de la Iglesia. Decir, por ejemplo, cosas como que hay un Dios

que tuvo un Hijo, y que ese Dios envió a su Hijo para redimir a los hombres, a muchos

les suena al anuncio de una gran locura. Yo creo que podría decirse que ninguna

institución en el mundo -sobre todo en el mundo occidental, tan marcado por la fe

cristiana y por la Iglesia- ninguna, ha sido tan humillada como la Iglesia católica.

Sin embargo, también dice mucho a favor de la Iglesia, católica. Se sienten atraídos por

su aspecto de provocación un tanto paradójica que es para muchos, como dijera San

Pablo, piedra de escándalo. Y eso se debe a que la Iglesia está llena de sentido para los

hombres, no se la pueden saltar en ningún "orden del día". Hace tiempo dije que si la

gente se escandaliza, habría que empezar por distinguir un primer de un segundo

escándalo. El segundo consiste en el escándalo que pueden producir nuestros fallos,

debilidades, y tanta institucionalización. Pero el primer escándalo es que nosotros

tenemos que enfrentarnos con cualquier desviación, con cualquier banalidad, con el

aburguesamiento, con promesas que son. falsas, y no permitir que el hombre pueda

crearse fácilmente una ideología propia. Así que yo diría que la Iglesia católica es

motivo de escándalo al contradecir una ideología universal que, según parece,

actualmente está evolucionando. Y también porque defiende los valores genuinos del

hombre que no se pueden incorporar a esas ideologías; y esto, es enormemente

positivo.


 

 

 

De todas formas causa extrañeza la pérdida de credibilidad de la Iglesia. Le contaré un

ejemplo un poco grotesco: cuando hace unos años el Papa habló de la existencia y el

sentido de los ángeles, aquello a muchos les sonó a cuento. Y, de pronto, los ángeles se

pusieron de moda: pero eso si, eran ángeles "buenos" que habían sido expulsados de la

Iglesia.

Es curioso con qué rapidez cambian las modas en los temas espirituales. Lo digo

porque antiguamente se quiso llegar a una especie de acuerdo racionalista y se

convino en hacer desaparecer de una cristiandad, digamos, depurada, cualquier cosa

que pareciese superflua. Ángeles y santos estaban de Más. Pero, más tarde, brotó de

pronto varia especie de frenesí por todo lo que estuviera rodeado de misterio y

procediera de un universo trascendente, de nodo que se produjo una nueva "moda de

los ángeles" originada fuera de la Iglesia y, por tanto, que era bastante dudosa. Hay un

fenómeno que a mí me parece muy significativo: cuando las afirmaciones sobre la fe

proceden de la iglesia, o no se creen o se reciben como si fueran una carga pesada, pero

cuando proceden de fuera de la Iglesia, adquieren un valor propio determinado. Esto

significa que estamos cansados de la vida interior de la Iglesia, lo cual nos impide ver

que el hombre necesita del bien y de la precisión de las razones de la fe. Por eso pienso

que esas cosas que proceden de fuera de la iglesia, pueden servir incluso para

despertarnos a nosotros mismos.

Y volviendo a examinar ese proceso que veíamos: el conocimiento de todo lo

relacionado con la fe se ha venido abajo. Es como si de pronto hubiera sido absorbido

por algún extraño y misterioso poder. En Alemania, por ejemplo, hay un treinta por

ciento de adultos que cree que la Navidad es un cuento de los Hermanos Grimm, hay

sacerdotes que ya no saben lo que son, los creyentes no saben que tienen que creer, los

teólogos se dedican a seguir socavando cualquier pilar de la Tradición y, en fin, el

tesoro de la Liturgia casi ha desaparecido.

Me ha citado una larga serie de puntos que convendría aclarar por separado. Supongo

que debería empezar saliendo en defensa de la teología, pero ahora no quiero entrar en

ese debate.

Tiene razón en eso que ha dicho. Sin embargo, no olvidemos que la información sobre

la religión también ha decaído notablemente y lo primero que deberíamos hacer es

preguntarnos "¿qué ha sido de nuestra catequesis?", "¿qué pasa ahora en las escuelas

que casi todas han suprimido las clases de religión?". Creo que se ha cometido un error

muy serio al reducir tanto esta clase de conocimientos. Nuestros profesores han

protestado, con razón, diciendo que la clase de religión no es una simple información,

es mucho más que eso. Es una forma de enseñar a vivir la vida; en las clases de religión

se impartía algo mucho más importante que meras noticias. Se comunicaba a los

alumnos, se les transmitía, interés y simpatía hacia un determinado estilo de vida, es

decir, se les proporcionaba algo que no pueden adquirir con la simple noticia de los

hechos. Creo que habría que lograr un cambio radical en este aspecto, partiendo de la

base, que hay que reconocer, de que muchos de los que recibirnos clases de religión en

la escuela, no fuimos bien preparados para convertir este mundo tan paganizado. Pero

los alumnos tienen que tener los medios a su alcance para poder conocer el

cristianismo, deben estar enterados de qué se trata y eso, como es natural, se debe

enseñar de una forma amable y simpática, para que ellos puedan forjarse una idea

clara y tal vez lleguen a pensar: "esto podría ser bueno para mí".

Al parecer, buena parte de la grey que hoy en día sigue asistiendo a Misa y yendo a las

procesiones, gente que se manifiesta a favor de la Iglesia, es considerada por los demás


 

 

 

como gente exótica. E, incluso, estos pocos van teniendo la impresión de estar viviendo

en un mundo que nada tiene que ver con el mundo real Este proceso de decadencia

¿no está siendo más dramático de lo que se pensaba?

Actualmente, en algunos sitios, hay una significativa pérdida de cristianos, al mismo

tiempo que se produce un gran cambio en la estructura de la Iglesia. La sociedad

cristiana que existía hasta el presente evidentemente va desapareciendo. Las relaciones

Iglesia-sociedad que existían antes, ahora están dando unos bandazos que

posiblemente sólo conducirán a formas nuevas de descristianización. Cuando no se

trata de una innovación todo lo que se refiere a la fe deja insensible la conciencia de la

sociedad.

El ámbito principal de la vida ahora no es otro que el de las innovaciones económicas y

técnicas. Esto ocurre el, e 1 conjunto de los medios de comunicación y, muy en

particular, en el mundo del entretenimiento, que es el lugar más apropiado para crear

nuevos lenguajes y nuevas conductas del hombre. Es, por decir así, el medio donde

mejor reaccionan y responden todas las tendencias de la existencia humana, a nivel

masivo. Pero ni aun así se consigue que la religión desaparezca totalmente, lo que con

eso se logra es desplazarla al ámbito de lo privado. Se tolera la fe como una forma

subjetiva de la religión, o, al menos, se permite un espacio para la fe como factor

cultural.

Y, por otra parte, ahora el cristianismo, en un modelo nuevo de vida, también se

concibe de distinta manera y se presenta de modo diferente a una humanidad sumida

en la soledad de una existencia demasiado técnica. Esto está sucediendo ahora, en

nuestros días. Quiero decir, que podrán ponerse objeciones a movimientos espirituales

como los neocatecumenales o los focolares, etc, pero, desde luego, no puede negarse

que son grandes innovaciones. El cristianismo se presenta ahora como un nuevo

acontecer, para que las gentes que vienen de muy lejos encuentren una oportunidad de

vivir una nueva vida en nuestro mundo. La función pública de la Iglesia a partir de

ahora ya no podrá ser la misma de antes, las relaciones Iglesia-sociedad no podían

seguir con su antigua estructura, y con la actual han encontrado nuevas formas de

manifestarse a los hombres.

Hay conceptos en el panorama de la Iglesia que en su día fueron muy usuales, pero

que hoy en día carecen de relevancia. Y, por otra parte, la creatividad de la Iglesia

también Parece haberse perdido. Hasta hace muy poco era frecuente que artistas e

intelectuales frecuentaran la Iglesia. Durante muchos siglos eso se consideraba como lo

normal: Rafael, Miguel Ángel o Juan Sebastian Bach, hombres muy destacados que

fueron creativos y generosos en su disponibilidad al servicio de la Iglesia. Ahora en

cambio, en el caso de comprometerse, se comprometerían con Greenpeace o con

Amnistía Internacional.

Está todo muy relacionado con el curso de la historia que veíamos antes. La cultura

popular de nuestros días, tan divulgada por los mass media, es una cultura que carece

totalmente de transcendencia, y no refleja la existencia de un cristianismo que pueda

influir con garra en el ambiente. Y eso, en parte, hace que las tensiones morales

busquen otras vertientes distintas como pueden ser, por ejemplo, esas actividades que

ha citado antes. Pero a la Iglesia nunca le faltará creatividad, eso es seguro. Si ahora

pensamos en la Antigüedad, San Benito, por ejemplo, no llamó la atención de nadie en

su tiempo. Era un hombre de la nobleza romana que se había retirado de la sociedad y

no parecía hacer nada singular. Sin embargo, más tarde se reconoció su singularidad

señalándole nada menos que como "el arca de supervivencia para Occidente". Yo


 

 

 

pienso que hoy en día también hay muchos cristianos, que se retiran, en ese sentido,

huyen de ese extraño consenso de la existencia moderna y buscan nuevos modelo de

vida; ahora tampoco llaman la atención de nadie, pero con el tiempo, en el futuro se

reconocerá lo que en realidad están haciendo.

¿Podría decirme más exactamente qué entiende por "extraño consenso de la existencia

humana"?

Precisamente lo que acabo de indicar. En la ética del hombre actual "Dios no existe, y

de existir, no tiene nada que ver con nosotros". Esa es, prácticamente, la idea general

del mundo moderno: "¿Dios no se ocupa de nosotros? Pues nosotros tampoco nos

ocuparemos de Dios" Y consecuentemente para ellos la vida eterna tampoco importa.

Las obligaciones que teníamos por nuestra responsabilidad ante Dios y ante el juicio

divino, han sido suplantadas por las que tenemos ante la historia y la humanidad. Esto

ha originado nuevas pautas morales que conducen a algunas conclusiones que

podríamos calificar de ciertamente fanáticas; ahora se justifica la planificación familiar,

por ejemplo, por el exceso de población o la conservación del equilibrio biológico. Pero

esto significa, al mismo tiempo, que también se permite todo lo que no se oponga a

ello. Y al no haber autoridad superior al juicio de la opinión pública (que, dicho sea de

paso, es tremendamente cruel), las motivaciones de los ideales de vida de los hombres

de nuestra época suelen carecer de significado. El valor de los ideales redunda en

provecho de lo que está más bien lejos que cerca; porque, en el ámbito más próximo al

individuo, abunda el egoísmo...

2. Sobre la situación de la Iglesia

Una Iglesia secular está casi obligada a llegar a tiempo a cualquier cambio temporaL

Las diferencias culturales e históricas de los pueblos suelen producir ciertos

desniveles. y la Iglesia católica no sólo está en un Occidente crítico, emancipado y

harto de tanta autoridad. También está en la Iglesia de los mártires de Oriente y en la

Iglesia socio-política de América del Sur. Ya eso habría también que añadir otras

confesiones e ideas religiosas que se contraponen. En el fuero interno de la Iglesia

ahora es más fácil conocer sus diferencias que sus coincidencias. ¿Existe en la Iglesia

también algún tipo de consenso?

Sí. Yo constato esa imagen que acaba de describir cada vez que nos reunimos con los

obispos de cualquier país del mundo. En esos encuentros es natural que tanto el lugar,

como los temperamentos o las situaciones de la Iglesia que representan, etcétera, sean

muy diversos. Pero siempre se expresa en todos un mismo catolicismo, por ejemplo, en

la liturgia, en sus diversas formas de vivir la piedad, en decisiones sobre cuestiones

morales y en sus convicciones, que son siempre iguales. A pesar del pluralismo de

Iglesias, todas ellas coinciden en un vértice común, una Iglesia única, una profesión de

fe única, y, en la práctica, también en su unidad con Roma, que consiste exactamente

en tener un a idéntica fe. Convergen ahí mundos muy diversos, pero, por encima de

sus diferencias siguen unidos por un algo común a todos ellos que puede ser, por

ejemplo, la concelebración, es decir, celebrar la misma Misa juntos, o poder hablar

entre ellos y entenderse porque los conceptos esenciales son también los mismos. Creo

que esto es una magnífica e importante aportación de la Iglesia católica a la

humanidad. Esos mundos tan diversos se apoyan mutuamente en un consenso que, al

mismo tiempo, sirve de puente entre ellos.

Pero este consenso no deja de ser mínimo.


 

 

 

No, yo no diría eso. En apariencia tal vez no sea tan cristalino y uniforme, como podría

ser hace cincuenta o no sé cuántos arios exactamente. Va cambiando según las

culturas, pero conservando la misma unidad. Todos leen la misma Biblia con el mismo

espíritu de Tradición católica, y se saben comprometidos por un mismo Credo y por

un mismo Magisterio. La forma que luego empleen para llevar a cabo ese espíritu

dependerá de las circunstancias, pero, eso sí, siempre dentro de la misma unidad; eso

es algo tangible para mí y no sólo en los encuentros con los obispos, también en los

encuentros con grupos de jóvenes de todo el mundo. La identidad católica está por

encima de cualquier barrera, eso es una vivencia real.

Pero también habría que añadir y tener en cuenta, que en ese abanico de distintos

períodos de tiempo, y también de contrastes de culturas a nivel mundial, existen otras

vertientes filosóficas unitarias e uniformes. Gracias a las facilidades de la técnica y de

los mass media, se ha creado un clima que es común a todo el mundo. La televisión va

ganando terreno, poco a poco, y llega hasta los rincones más pobres del globo

terráqueo y así va emitiendo determinadas corrientes ideológicas que llegan hasta

rincones realmente insólitos. El debate actual es siempre unilateral Y en una sola

vertiente uniforme; y lo recibe todo el mundo en un mismo grado, de modo que va

invadiendo y dominando las inteligencias. Pero, a pesar de esto, actualmente se está

configurando una especie de revolución filosófica, cada vez más potente, orientada

hacia el inconformismo y a la búsqueda de una cultura y una fisonomía propias. Y eso

nos demuestra que esa uniformidad de cultura, que parecía llegar a todos los rincones

del mundo a pesar de su enorme radio de acción no penetra en lo más profundo de la

humanidad, no afecta a lo más profundo e íntimo del hombre. Y ahí precisamente es

donde se encuentra la complicada, y en muchos aspectos también importante, misión

de la Iglesia.

¿Que quiere decir exactamente con esto?

Que las convicciones y las formas de conducta que aconseja la Iglesia son mucho más

profundas que los diversos giros y modos de hablar, y las conductas que los medios de

comunicación propagan. Hay muchas cosas -el manejo de un ordenador, todo lo

relacionado con el automóvil, la utilización de una cinta continua, la construcción de

un rascacielos, etcétera- todo eso son cosas que avanzan progresivamente y siempre de

la misma forma. Van progresando siempre con las mismas leyes técnicas y alguna que

otra variante. Pero lo que consigue se reduce a crear diferentes niveles de vida. La

ocupación y el quehacer exterior son, efectivamente, iguales en todas partes, Pero eso

no quiere decir que, porque coincidan en hacer las mismas cosas, los hombres se

entiendan mejor entre ellos. No significa que haya respeto mutuo, ni que vivan en paz.

Estas cualidades responden a las convicciones religiosas y éticas del hombre, y a la

formación de la conciencia del individuo. Y eso es competencia de la Iglesia. La

formación del hombre en su interior, que apenas se ve por fuera, es mucho más difícil

y también mucho más importante para la solidaridad de la humanidad y la

salvaguarda de la dignidad humana. Se comprende, por tanto, que formar una

comunidad de fe, formar una conciencia colectiva, sea algo esencial para la sociedad,

pues si no, tampoco se reflejará en el exterior. De ahí la importancia de que en la

liturgia, y en la vida de la Iglesia en general, sea materialmente palpable esa comunión

interior por encima de cualquier frontera culturas.

¿Existe en el seno de la Iglesia algún grupo o frente divergente, o incluso algún tipo de

corriente teológico?


 

 

 

Siempre hay corrientes que cruzan la tierra. Citaré, para empezar, la reflexión de la

teología de la liberación que ha tenido eco, prácticamente en los cinco continentes, en

algunos, por cierto, bien encendida. El núcleo principal de ese pensamiento teológico

es que el cristianismo debe repercutir también en la existencia del hombre en la tierra.

Además de conseguir libertad para las conciencias debe tratar de hacer valer sus

derechos sociales. Esta forma de pensar empleada sólo unilateralmente hace que, por

lo general, el hombre interprete su cristianismo como un medio o instrumento de

transformación política del mundo. A partir de ese planteamiento se fue forjando la

idea de que las religiones no eran más que simples instrumentos para conseguir la

libertad o la paz, o para la conservación de la Creación; por lo tanto, las religiones se

deberían expresar en resultados políticos concretos y justificarse por algún fin político.

Esta temática variaba según las situaciones políticas de los países, pero consiguió

extenderse por todo el orbe. Ahora se está implantando con bastante vigor en Asia, y

también en África con mucho éxito. Por cierto que incluso ha afectado al mundo

islámico. Actualmente están intentando hacer una interpretación del Corán según la

teología de la liberación. Esta ideología es todavía una cuestión marginal, como puede

suponerse, pero ha tenido un papel bastante significativo en el movimiento terrorista

islámico, explicando que el Islam es un movimiento de liberación -por ejemplo- contra

Israel.

La idea de liberación -si es que podemos citar la libertad como titular de una nueva

espiritualidad de nuestro siglo- se ha amalgamado con otra ideología, la del

feminismo. Actualmente se considera a la mujer como un ser oprimido; así que la

liberación de la mujer sirve de centro nuclear para cualquier actividad de liberación. Y

ahora, resulta que a una teología de liberación política le ha tomado la delantera otra

liberación antropológica. Además, no se conforman con pensar en un simple cambio

de papeles, se ha llegado mucho más lejos que eso, y su objetivo es liberar al hombre

de su biología. El fenómeno de la sexualidad que en su forma histórica siempre se ha

llamado "engendrar", ahora se caracteriza por la reivindicación de algunos de los

aspectos de la sexualidad, que, finalmente, ha acabado en una revuelta contra los

procesos biológicos del hombre. La palabra "natural" no debe pronunciarse para nada;

es mejor que el hombre pueda modelarse a su gusto, tiene que liberarse de cualquier

proceso de su ser: el hombre tiene que hacerse a sí mismo según lo que él quiera, sólo

de ese modo será "libre" y liberado. Todo esto, en el fondo, disimula una insurrección

del hombre ante la realidad de haber sido creado, y que -como ser biológico- lleva

impresa en su ser. Se opone a ser criatura. El hombre tiene que ser su propio creador,

versión moderna de aquél "seréis como dioses"; tiene que ser como Dios.

El tercer fenómeno que se observa en todo este mundo cada vez más uniforme es la

búsqueda de la propia identidad cultural, expresada por el concepto de

"inculturación". Un nuevo despertar de viejas culturas, tras la desaparición de la ola

marxista, es la nueva corriente que está fluyendo con bastante potencia en

Latinoamérica. La "teología india" trata de resucitar la religión y la cultura

precolombinas, convencida de que así podrá liberarse de la extranjerización europea

que actualmente le desborda. Y ahí se da cierta conexión con el feminismo, que nos

parece interesante. Ponen de relieve el culto a Dios, a la madre tierra y, sobre todo, a lo

femenino. Eso refuerza las tendencias del feminismo americano-europeo que no se

conforma con hacer afirmaciones antropológicas, sino que quiere formar un nuevo

concepto de Dios, porque el concepto patriarcal de Dios se proyecta enn la conciencia y

eso hace que el mismo concepto afiance la opresión de la mujer. El elemento cósmico

(la madre tierra, etc) de este renacimiento de antiguas religiones, hacen clara alusión a

las tendencias del New Age, que aspira a la amalgama de todas las religiones y al


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