¡Dios te salve María!
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intravenosa, es añadirle un sufrimiento". Mientras que otros dirán, "no podemos dejarle morir de sed, eso sería inhumano, sería maltratarle". Ahí ya tenemos planteadas, por lo pronto, dos cuestiones. Por eso, lo primero de todo es recabar información. Existe un gran número de médicos cualificados y expertos. Y, a medida que se va recabando información, también se irán despejando las cuestiones: "esto responde a los principios" y "esto puede aplicarse a este caso concreto" . Después es posible que, progresivamente, se vayan obteniendo experiencias suficientes como para saber -con certeza- que la información era correcta y los principios estaban bien aplicados. Y es entonces cuando esa experiencia conjunta se Convierte en una declaración nuestra que diga: "éste es un principio que puede aplicarse". Y en los actuales problemas, tan modernos, ¿también es posible remitirse a los antiguos textos? Me refiero a los Padres de la Iglesia o a los Santos. Los utilizamos con mucha frecuencia para lo esencial, porque dan mucha luz sobre esos principios de que hablábamos, o con respecto al hombre, a la dignidad humana, o al significado del dolor, pero lógicamente no los utilizamos para las cuestiones concretas. Yo los considero muy importantes porque en nuestra generación, por ejemplo, se ha perdido el sentido positivo del dolor. En esos textos aprendemos muchas cosas. Ya que hablamos de textos antiguos, ¿se siente atraído por algún secreto de los sótanos de la Santa Inquisición? ¿Existe alguno que no deba conocerse ? Los "sótanos" de la Santa Inquisición ahora son nuestro archivo, si lo queremos l amar por su nombre; no tenemos ninguna otra clase de sótanos. He de confesar que si no soy "rata de biblioteca" es, simplemente, porque no tengo tiempo. Así que no puedo sentirme atraído por ningún secreto en particular. Pero, además, Napoleón se apoderó en su tiempo de nuestro gran tesoro. Ya nos han de vuelto parte de su inventario, pero sólo en parte de modo que sigue incompleto. Y, por lo demás, tampoco tiene nada de interés como cree la gente. Hace muy poco, un profesor italiano, liberal, estuvo trabajando en unos cuantos procesos durante algún tiempo y él mismo declaró que le había defraudado bastante. En vez de encontrar grandes luchas entre la conciencia y el poder, que era lo que él buscaba, lo que allí había eran ordinarios procesos criminales. Eso se debe a que el tribunal de la inquisición romana era bastante moderado. Los mismos procesados por algún delito civil añadían cualquier factor religioso como brujería, profecía, etc, a su delito, para que les enviaran ante el tribunal de la Inquisición. Allí les esperaba un juicio relativamente suave. Pero esto lo sé de segunda mano, porque personalmente no lo he podido comprobar. El abundante contenido e ese archivo ya puede ser conocido por todo el mundo, pero sabemos que sólo es de interés para especialistas. Hay algunos secretos -que no deben revelarse- especialmente reservados, como los secretos de confesión. Están celosamente guardados en una caja fuerte especial y no se darán a conocer nunca. Pero, si son secretos de confesión, ¿cómo es que están por escrito y guardados? No se trata de confesiones en el sentido estricto de la palabra, pero su contenido pertenece al ámbito de la el conciencia y, por tanto, deben tener el mismo trato que secreto de confesión. Con eso quiero decir que no es el mismo caso que cuando alguien comete un error teológico o tiene algún problema moral personal que pueda comentarse públicamente. Ya me figuro que no serán confesiones de fulanito y zutanito, son confesiones de los más poderosos de la historia. Tampoco sé mucho de eso, la verdad. Ahora también tenemos una sección disciplinar que es la que determina los procedimientos a seguir con los sacerdotes, y sólo los conoce un círculo muy reducido de personas, para evitar que se pueda conocer algún caso particular, si no es necesario. Algo de eso es lo que ocurre con esos secretos. Pero en esos archivos también se guardan profecías famosas. Yo sólo conozco la de Fátima, no sé de ninguna otra. ¿Quién puede saberlo? La de Fátima sólo la pueden conocer el Papa y el Prefecto de la Congregación, los demás sólo previa autorización del Papa. Y el círculo de personas que conoce esos secretos, ¿es conocido? ¿se sabe cuántos son? Claro que se sabe, tres, no más de cuatro personas. En cierta ocasión, hablando sobre las profecías de Fátima, dijo que hacían referencia a lo que, el mismo Jesucristo recuerda con frecuencia, que "Si no os convertí, pereceréis". ¿No le asusta esa profecía? No. ¿Por qué no? Porque ahí no hay nada relacionado con lo que el mensaje cristiano contiene como tal. Pero, yo entiendo que ahí se habla del fin del mundo. Yo no sé nada de eso. Pero, desde luego, puedo asegurarle que nunca he tenido esa clase de miedos que me pregunta. ¿Y de las fechas concretas? Tampoco. No quisiera entrar en más detalles sobre estos temas. Para algunos, el Papa Juan Pablo II es inconcebible sin el Cardenal Ratzinger y, para otros, el Cardenal Ratzinger es inconcebible sin el Papa Juan Pablo II. A los dos se les considera dos teólogos geniales con una misma filosofía. No es fácil distinguir qué ha sido voluntad del Papa y qué idea de Ratzinger usted ha conseguido dar una gran impronta a este Pontificado. Sin este particular binomio Woityla-Ratzinger, la Iglesia de fin del milenio hubiera sido diferente. Esa es una cuestión sobre la que yo no puedo opinar, Pero sí quisiera dejar constancia de que se sobreestima mi papel. Es cierto que tengo una tarea que cumplir muy importante, que el Papa confía en mí, que los dos hablamos y discutimos -ahora también- sobre algunas cuestiones doctrinales muy relevantes. Es natural que yo tenga algo que decir, o que aportar, a un pronunciamiento doctrinal del Papa, y seguramente eso ha dejado alguna impronta en el Pontificado. Pero, no obstante, el Papa tiene una línea muy clara propiamente suya. Antes de mi llegada, el Papa ya había comenzado su tríptico -las tres Encíclicas sobre la Redención de la humanidad, sobre el Espíritu Santo y sobre la Misericordia divina-, y a eso hay que añadir todo el sector de la ética social, es decir, las otras Encíclicas que ya se habían publicado sobre la Doctrina social de la iglesia. Esos temas son los que más le preocupan y están muy arraigados en lo profundo de su alma, en su personalidad -tal vez "arraigado" no sea un adjetivo muy dinámico-, pero es lo que él lleva en su interior. Y, además, tenía otras cuestiones importantes para consultar conmigo, pero no sólo conmigo. En todo esto hay unanimidad de criterios. Algún día, la cristiandad -y la humanidad entera- se darán cuenta del enorme bien que les ha ocasionado. ¿Nunca ha habido diferencias entre el Papa y su principal guardián de la fe? ¿No ha tenido que contradecir en nada al Papa, no ha tenido que desobedecerle en nada? Diferencias, en el sentido estricto de la palabra, no, nunca. Aunque, lógicamente, cuando tenemos que hacer un intercambio de informaciones puede suceder que tengamos que corregirnos mutuamente, "esto es así" o "no es así", etc, o que incluso haya que frenar algo por no tener suficiente información. Y, a veces, también nos gusta discutir la lógica de los asuntos desde puntos de vista diferentes. Pero nunca ha habido una diferencia propiamente dicha entre los dos. Y yo nunca le he desobedecido. Esas reuniones de trabajo, ¿cómo se llevan a cabo, con qué frecuencia se suelen ver? Hay un ritmo de trabajo bastante rutinario. El Prefecto de la Congregación, generalmente, tiene audiencia con el Papa los viernes por la tarde. Entonces le entrega los trabajos realizados por la Congregación cardenalicia. Pero, una vez al mes, también puede hacerlo el Secretario y, en otras ocasiones, también puede ocurrir que el Papa, por alguna razón, suspenda la audiencia. Esa es la frecuencia y la forma normal de dar a conocer nuestro trabajo al Papa. Le entregamos las actas y comentamos con él los resultados obtenidos; entonces, el Papa nos da su dictamen. Pero, aparte de esto, hay reuniones extraordinarias para casos singulares, siempre que el caso lo requiera. Pablo VI inició la costumbre de reservar el viernes para estos asuntos, y el actual Papa ha seguido esa norma. Al Santo Padre le gusta mucho reunirse una hora u hora y media antes del almuerzo con algún grupo de personas que luego se quedan a almorzar con él. De esa forma, podemos conversar con el Papa de diversos temas, de 12.00 a 15.00 de la tarde. Esto sucede con bastante frecuencia, y ya es casi una rutina normal de trabajo. El círculo de personas que rodea al Papa en estos encuentros es algo mayor. En las audiencias del viernes, el Prefecto despacha a solas con el Papa. Hay también otras reuniones con él de grupos diferentes -incluso de todos los obispos de un país- con los que el Papa desea conversar y conocer sus experiencias, pero, en esos casos, antes se le ha informado de la posición mantenida por cada uno, para que el Santo Padre esté previamente advertido y pueda charlar y discutir con todos. Es decir, el Papa recibe primero información suficiente y conoce los argumentos de las distintas partes -si son de opinión diferente- para comprender mejor sus litigios y poder llegar a la conclusión más conveniente. Ésta sería la segunda posibilidad -en la escala de importancia de hablar con el Santo Padre; es decir, puedo hablar con el Papa en una audiencia o en una conversación con él, los viernes al mediodía. ¿Podría citarme algún tema de los que tratan? Hablamos de todo lo que nosotros hayamos recibido y requiera una decisión. Puede ser de la teología de la liberación, o de la cuestión sobre la función de los teólogos en la Iglesia, o de cuestiones de bioética, y de otras muchas cosas. De cualquier tema que sea motivo de estudio para nuestra Congregación. Cuando tratamos de grandes proyectos, entonces intercambiamos los documentos periódicamente. Si se trata, por ejemplo, de una Encíclica, solemos discutir sobre su mejor enfoque. Entonces se hace una primera propuesta y luego se comenta entre todos. No acometemos los grandes temas en su totalidad, se van estudiando por etapas. De ese modo el Papa conoce las opiniones de todos e interviene cuando le parece conveniente. ¿Y después se interesa por saber en qué ha acabó todo aquello? Si aún no le hemos informado, sí. El Papa, como Jefe de Estado, es el último Príncipe absolutista de Europa y, como cabeza de la Iglesia y sucesor de los Apóstoles, es también la última instancia de la fe. El Vaticano se ha quedado muy anticuado. Sólo hay un pequeño círculo de ancianos, que se bastan a sí mismos, muy distanciados de los problemas y necesidades de la comunidad exterior. Serviría para ilustrar esto la referencia popular "con lentitud vaticana" con el que se quiere aludir a una espera que se hace infinita. ¿Qué opina de todo esto, desde su punto de vista de inquilino? Habría que empezar por decir que el Papa, el Jefe del Estado del Vaticano, teóricamente tiene, en efecto, todos los derechos, pero tácticamente casi nunca ejerce esa función de Jefe de Estado. Es un Estado diminuto, pero que, lógicamente, exige un mínimo de trabajo administrativo; así que hay un gobernador y un gobierno propio del Vaticano. Actualmente están delegadas algunas funciones en determinados colaboradores, para evitar que su forma de gobierno resultara realmente muy pasada de moda. En cuanto al segundo aspecto de su pregunta, el Papa efectivamente, también es la máxima instancia de los guardianes de la fe, eso es absolutamente cierto. Pero, ni aun así, decide de forma absolutista, al contrario, toma las decisiones después de oír las opiniones de todo el Colegio episcopal. El Vaticano es lento, ciertamente, pero eso se debe a que las instancias se estudian paso a paso, y también, al cuidado y al esmero con que se estudian. Tampoco habría que olvidar que su lentitud también está originada por la escasez de personal, por una parte, y por otra, por el volumen de trabajo que va llegando al mismo tiempo y que, generalmente, no es de proceso rápido. Pero en el gobierno de la Iglesia, esto no me parece una desventaja, porque precisamente la prisa sería totalmente desaconsejable, mientras que la paciencia parece mucho más indicada. Ha habido ocasiones en que las cuestiones se han resuelto solas, simplemente con un poco de tiempo, sin haber llegado a estudiarlas. El círculo de cardenales está compuesto por gente mayor, o, al menos, no precisamente jóvenes, pero eso es perfectamente natural. Tiene la ventaja de que no suelen precipitarse en las decisiones y de que, además, tienen mucha más experiencia y eso les hace ser más indulgentes, No obstante, también tienen que suplir el elemento de la juventud. Ahora se ha establecido la regla de que cuando se incorpore un nuevo colaborador, deberá tener menos de 35 años, y tampoco puede permanecer eternamente. De ese modo, la media de edad de nuestros colaboradores tendrá otra imagen. Dicen que lo primero que hay que saber en el Vaticano es cómo funciona el juego del poder y aprender a jugarlo. Este aspecto podría darse, es decir, que alguien crea poder actuar como en una carrera política, "tengo que llegar a tiempo al lugar adecuado y estar del lado más propicio para adelantar puestos, no me vayan a dar de lado". Cosas así podrían darse, porque en el Vaticano todos somos humanos, pero he de decir que conozco muy pocos casos de ese género. Yo, personalmente, entré siendo ya cardenal y no he necesitado luchar por el poder, ni para hacer carrera. Seguramente por eso me interesa tan poco ese tema. ¿Le molesta algo del Vaticano? Yo diría que se podría reducir su administración; pero no tengo ninguna propuesta concreta para hacer. Sencillamente, algunas oficinas están poco aprovisionadas y, por otra parte, el conjunto de la Iglesia universal no requiere mucha administración. Por eso, me parecería razonable preguntarse si no convendría reducir su burocracia al máximo, a lo estrictamente necesario. Pero esto no significa que yo no esté contento con la forma de vida en nuestra Congregación. Tal vez lo que a mi mas me moleste es que haya tanto que hacer. Realmente es casi imposible que nadie pueda dar tanto como se le exige. Una cuestión que suele plantearse con frecuencia es, qué podría hacer yo para cumplir mi obligación en las otras Congregaciones y seguir siendo un ser humano normal, sin abandonar otras cosas como, por ejemplo, las relaciones personales. Pero, ¿en cuántas Congregaciones está? En cinco Congregaciones, dos Consejos y una Comisión (Latinoamérica). Pero sólo la Congregación para los obispos y la de evangelización requieren trabajo continuo. Y algo menos, por regla general, aunque también llevan su tiempo el Consejo para la unidad, la Congregación para la Iglesia ortodoxa y las Congregaciones para la educación y para la cultura. La participación en las demás Congregaciones me da menos trabajo, pero he de decir de todos modos que es un buen paquete. El arzobispo Marcinkus hablaba en cierta ocasión de un "pueblo de comadres" y además decía del Vaticano que "se reúnen tres o cuatro curas y enseguida empiezan a criticar a los demás". Desde luego, eso no ocurre en mi presencia. Pero siempre que hay mucha gente que convive y tiene trabajos muy similares que, además, se interfieren, es natural que de vez en cuando haya algún chisme. Lo cual no significa que esté bien visto. En absoluto. Eso a mí me parece una especie de escape de las limitaciones propias del ser humano. No es bueno hacerse una imagen demasiado idealista del sacerdote. Sería mejor no sorprenderse tanto de nuestros defectos, y pensar que no somos mejores que los demás. Las leyes típicas de un colectivo también nos afectan a nosotros, un colectivo de sacerdotes. Lo que cada uno de nosotros debería hacer es trabajar en plena sintonía con los demás, y para eso hay que guardar cierta disciplina. Y es muy importante que todos y cada uno disipemos cualquier tipo de sombra que - pudiera aparecer. Nosotros no somos mejores que otras personas. 6. Resumen Recibir y aplicar lo que dice no resulta cómodo ni fácil. Desde hace un par de décadas ha mostrado una actitud hostil hacia diversas tendencias. Sin embargo, ¿no se pregunta nunca si eso será conveniente, si estará puntualizando bien las cosas, o, incluso, si en sus declaraciones se estará expresando conforme a las necesidades de nuestro tiempo? Esas preguntas me las planteo a diario. Gracias a Dios, hay otros que saben expresarse mejor que yo, que saben hacer las cosas mejor que Yo y que suplen lo que yo no haya sido capaz de hacer. Poco a poco, uno se va conociendo mejor y también conoce las limitaciones de sus propias facultades. Incluso se percibe claramente que sólo se es una parte de un todo. Pero también uno se va dando cuenta de que está viviendo junto a otros muchos que también reflexionan, que tienen cargos importantes. Por eso es MUY importante que todos, pero sobre todo algunos que gozan de cierto carisma, contribuyan a iluminar las vidas de los demás. A mí me gustaría ser así, en la medida de mis posibilidades, y ser muy autocrítico en mis variadísimas relaciones con los demás, Una vez le preguntaron qué dos libros se llevaría a una isla solitaria, v su respuesta fue inmediata: la Biblia y las Confesiones de San Agustín. ¿Qué clase de confesiones cabría esperar del Cardenal Ratzinger? Yo no puedo hacer grandes confesiones como San Agustín, que, al confesar su vida y su camino de conversión, aportó una gran luz a la existencia cristiana. Yo sólo puedo dejar algún modesto fragmento, que no sé si podrá significar algo para la humanidad o ser útil en algún momento. ¿Existe algo en su vida que le gustaría no haber hecho? Deshacer algo que haya hecho, creo que no. Pero hacerlo de otra manera, creo que sí. Porque en las distintas edades de la vida, las cosas se ven con diferentes perspectivas. Con frecuencia se piensa que el Cardenal Ratzinger intenta conservar algo a buen recaudo, como un padre que almacena celosamente su herencia. Si no puede ser para los hijos, porque harían mal uso de ella, al menos debería ser para los nietos, para que esa herencia no se pierda. Cuando recapacita sobre su trabajo de Prefecto, ¿cree haber impedido que algo se desarrollara por mal camino y no se conociera públicamente? Esa idea de almacenar para los nietos, me parece muy bonita, porque eso es, exactamente, lo que a mí me gustaría conseguir. Me gustaría, que junto a todo el bien y a la belleza que se ha ido desarrollando en nuestra historia, también crecieran, y nunca se perdieran, los grandes valores de la fe con su espléndida luminosidad. Me gustaría mucho que perduraran y se manifestaran siempre. Pero con respecto al balance de mi trabajo, yo creo que en los últimos 15 años se han logrado algunas metas en cuestiones como la teología de la liberación, las declaraciones en el ámbito de la bioética o el Catecismo. Pero, sobre todo, han sido útiles los contactos con las Conferencias episcopales que nos han facilitado conversaciones de gran interés para todos y que nos han ayudado a un mejor entendimiento con los obispos sobre sus preocupaciones y sobre su trabajo en relación con nosotros, en Roma. Con eso se han eliminado ciertos riesgos de unilateralidad en las opiniones, y, además, destacando lo más esencial y repartiendo el peso entre todos, también hemos logrado un equilibrio que todos deseábamos. Uno de los documentos que lleva su firma recuerda mucho a la exhortación del Apóstol Pablo que dice algo así, "Anuncia la Palabra, insiste con ocasión y sin ella, reprende, reprocha y exhorta con toda paciencia y doctrina. Pues, vendrán tiempos en los que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos. Pero tú, sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple fielmente tu ministerios. No quisiera parecer presuntuoso, pero en esas palabras queda expresado exactamente lo que yo pienso que, en líneas generales, está ocurriendo en nuestro tiempo. ¿Le queda aún alguna pregunta por hacer? Si pudiera preguntarle a un espíritu universal, ¿qué le preguntaría exactamente? Le haría la misma pregunta que se hace todo el mundo: ¿Por qué es así el mundo, qué significado tiene el dolor en el mundo, por qué tiene tanto poder el mal en el mundo, siendo Dios Todopoderoso? Es de suponer que en el principal cargo de la Congregación para la Doctrina de la fe no volverá a haber un hombre con su perfil, su biografía, su universalidad, con su manera de pensar, de hacer y de creer. Con usted acaba, no sólo un siglo, acaba también una generación que aún tiene sus raíces en el siglo XIX. "Lo nuevo está aún por llegar", decía en una ocasión. ¿Cómo ve su posición en la historia? ¿Cree haber conseguido abrir una puerta a lo nuevo que venga? ¿O todavía tendrá que hacerlo el siguiente, su próximo sucesor? Primero habría que relativizar todo eso y conocer las nuevas formas que ahora esperamos, ver qué aspecto tienen. Serán tiempos muy diferentes a los nuestros, y la figura que yo actualmente represento seguramente tendrá una estructura diferente. Tampoco sabemos si lo actual podrá tener peso propio en la historia. Los que hemos vivido este siglo, hemos experimentado ciertamente tiempos de mucho cambio, pero en realidad también hemos conocido lo que había antes. Realmente, todavía tenemos relaciones con muchas cosas que, progresivamente, van desapareciendo. Y, al mismo tiempo, estamos también obligados a tomar medidas que hagan posible la continuidad, que se pueda seguir adelante en un mundo nuevo. Eso es lo que yo he intentado hacer. Pero ahora no podemos saber si las cosas seguirán su evolución de forma que este cargo continúe pareciendo un puesto clave o no. Lo único que podemos hacer es comprobar el enorme y permanente cambio de nuestro tiempo, pero, eso mismo, nos impide tener perspectiva de lo que vaya a venir después. En todo caso, lo que a mí me competía, creo yo, era mantener la continuidad y llevarla adelante para introducirla en una historia cada vez más agitada. En general se sospecha que hay dos Ratzinger, uno antes de Roma, progresista, y otro en Roma, conservador y estricto guardián de la fe. De teólogo "teenager" con ideas progresistas, pasó a ser un resignado conservador con esporádicos arrebatos apocalípticos. Y en cierta ocasión usted mismo dijo que Joseph Ratzinger siempre había sido fiel a sí mismo, suprimiendo a los otros dos. Me parece que he contado ya lo más esencial, es decir, que la decisión fundamental de mi vida es una constante en mí, porque yo creo en Dios, en Cristo y en su Iglesia, y a eso dedico mi vida. Esta determinación mía se ha ido desarrollando a lo largo del proceso de mi propia vida y a mí me parece muy justo que haya sido así, y que no se haya detenido en ningún momento. Los hombres cambian mucho con la edad, y un hombre de setenta años no debe pretender hacer lo que hace otro de diecisiete ni al contrario. A mí siempre me ha gustado permanecer fiel al conocimiento de lo esencial, pero al mismo tiempo estar abierto a las variaciones que fueran necesarias. Como es natural, todo lo que rodea al hombre también va variando y llega un momento en el que, de pronto, el hombre se encuentra en otras coordenadas. El debate actual de la Iglesia, es totalmente diferente al de hace treinta años. Incluso las propias circunstancias dan ahora un valor diferente a lo que hacemos y decimos. Que en mi vida se hayan dado giros y cambios no lo discuto, pero mantengo firmemente que siempre han estado basados en una identidad subyacente y, por eso, siempre que ha habido un cambio en mi vida ha sido con el único fin de ser más fiel todavía. En esto estoy totalmente de acuerdo con el Cardenal Newman que decía que, "vivir es cambiar, y ha vivido mucho quien haya sido capaz de cambiar mucho". Normalmente, todos los cargos suelen exigir el pago de un precio. Mucho más si es tan relevante como el de estar al servicio de la verdad. Estar al servicio de la verdad es algo realmente grandioso y el más "relevante" deseo de mi vocación. Pero y aunque el precio sea muy alto, se paga en moneda pequeña- Se manifiesta en cosas muy pequeñas, en cosas muy simples y de un segundo plano. En el fondo permanece siempre el deseo de la verdad, pero después hay que corresponder a esos deseos con los hechos. Y esto suele manifestarse en tener que leer actas, dirigir conversaciones, cétera, cosas muy normales. El precio que yo tuve que pagar fue, sencillamente, renunciar a lo que a mí realmente me hubiera gustado hacer: mantener conversaciones elevadas a nivel intelectual, reflexionar sobre temas espirituales y discutirlos, producir una obra propia en estos tiempos nuestros. Pero tuve que dedicarme a otros asuntos muy distintos, conocer conflictos y aconteceres a niveles fácticos de los cuales muchos llegaron realmente a interesarme, pero también tuve que dejarlos pasar para poder estar al servicio de otras cosas más propias de mi cargo y que requerían mi atención. Poco a poco me fui dando cuenta de que tenía que dejar de pensar "tengo que escribir tal o cual cosa", "tengo que leer esto y lo otro", porque había que reconocer que mi principal tarea era exactamente ésta, la de estar donde estoy. ¿Se lleva bien con su propia vida, le gusta, es un hombre feliz? Sí. Estoy muy conforme con mi vida, porque, además, vivir contrariado con la propia vida o con uno mismo, no conduce a nada, no tiene sentido. Aunque también estoy convencido de que, de la otra manera, como yo me había imaginado, también hubiera llegado a cosas grandes. Así que, por ambos motivos estoy muy agradecido a la vida, y sobre todo a lo que ha sido la voluntad de Dios para mí. Fe, esperanza, caridad, son las virtudes teologales, pero ¿qué significan exactamente en la vida de Joseph Ratzinger? Ya hemos hablado suficiente de la fe, que es la raíz de todo en nuestra vida, que nos ayuda a ver y a creer el, Dios, y que es la clave que nos facilita el camino para entender todo lo demás. Esa fe significa esperanza, pues, tal como ahora es el mundo, el mundo no es bueno, y tampoco debe seguir siendo así. Contemplado sólo empíricamente, podríamos deducir que el mayor poder en el mundo es el del mal. Esperar con espíritu cristiano significa conocer la existencia del mal, y hacerle frente con confianza. Porque la fe se basa, fundamentalmente, en sabernos amados por Dios, y eso significa, no sólo una respuesta afirmativa a Dios, sino también a la Creación, a las criaturas, sobre todo a los hombres, donde tratamos de ver la imagen de Dios para amarle mejor. Nada de esto es sencillo. Sin embargo, en ese sí fundamental, con esa convicción de que Dios ha creado a los hombres y está en ellos y de que no son algo negativo, el amor encuentra su apoyo para, a partir de la fe, fundar una esperanza. La esperanza contiene ese elemento de confianza absoluta frente a los continuos riesgos y peligros de la historia, pero eso no tiene nada que ver con la utopía. Un mundo futuro mejor no es asunto de la esperanza, la meta de la esperanza es la vida eterna. Por eso nadie puede responsabilizarse de esa expectativa, porque no se encuentra en nuestro mundo y nosotros continuamos en él y en el momento presente. La libertad de la generación actual condicionará el mundo de las generaciones venideras que nosotros, ahora, sólo podemos predecir muy limitadamente. Pero sí sabemos que la vida eterna es nuestro futuro y también la fuerza que va marcando la historia. Capítulo II: los problemas de la Iglesia Católica Siguen siendo cientos de miles las personas que acuden a las misas celebradas por el Papa en sus viajes por todo el mundo, pero esa masa convencional de gente apenas da razón de la situación real de la Iglesia. En el año 1984 usted hablaba de un proceso de decadencia en lo que respecta a la Iglesia. Ahora podríamos compararla a los famosos agujeros negros del universo. Es como la caída de una gran estrella cuyo invisible núcleo central se va reduciendo progresivamente hasta hacerse muy pequeña. Manifiesta su existencia pero sólo por los aturdidos movimientos alrededor de su antigua gran masa. Son trozos muy pequeños de un viejo fragmento que no pueden escapar de la fuerza de atracción del seno materno, y vuelan indefensos formando nuevas unidades, tropezando unos con otros o incluso destrozándose entre ellos. Esa imagen de los agujeros negros y de la desintegración de una estrella me parece interesante. Es una forma empírica de ver las cosas. Pero lo cierto de ese proceso que describe es que, en la actual fase de la historia, no existe un movimiento masivo de vuelta a la fe que pueda producir un nuevo vuelco en la historia, para que esa, digamos, estrella -siguiendo con su imagen- pudiera volver a ser compacta, volver a su anterior tamaño y a tener luz propia. Sería, sin duda alguna, crear falsas expectativas Pensar que se va a dar un nuevo cambio en la historia y que la fe va a volver a ser un gran fenómeno de masas, un fenómeno que domine en la historia Pero yo creo sinceramente que se están produciendo resurgimientos silenciosos de los paganos que convergen, hacia una -digamos- nueva Iglesia, y aquella experiencia que tuvo el Señor con sus discípulos vuelve a repetirse. Cuando les dijo "Nunca he visto fe como ésta en Israel", el Señor confiaba, por así decir, en la fe que brotaba de un mundo totalmente paganizado. También puede suceder esto con los cristianos de nuestros días que con frecuencia se cansan de su fe, y la ven como un pesado fardo que han de arrastrar y que no llevan con alegría. Pero la imagen de una estrella desintegrada no nos sirve en el sentido de que el cristianismo es siempre como el grano de mostaza, y, precisamente por eso, vuelve siempre a rejuvenecer. No obstante, nosotros no podemos vaticinar que la fe vuelva a tener en la historia una estructura semejante a la de la Edad Media, cuando todo estaba marcado por el signo de la cruz. Pero estoy totalmente convencido de que la fe seguirá estando presente en la historia. Estará de algún modo rejuvenecida, con una energía nueva y sobreviviendo a la humanidad; estoy seguro de ello. De todas formas, esa experiencia negativa que ahora tenemos, el saber que cuando no hay fe todo se viene abajo y acaba en inmenso vacío, eso, no nos devuelve la fe. Eso acaba simplemente en una resignación fatal, o en el escepticismo, o en puro cinismo, o, peor aún, conduce al hombre a su propia destrucción. Desde hace algún tiempo se ha creado una situación bastante paradójica. En este mundo tan cambiante, que se modifica a una velocidad trepidante Y difícil de asimilar para muchos, se ha creado, al mismo tiempo, un clima bastante favorable a la religión. Hay multitud de formas y mezclas de espiritualidades que despiertan mucho interés en la gente. Pero, en cambio, el hasta ahora gran ejército de la religión, es decir las iglesias cristianas, no parece sacar provecho de esta búsqueda de sentido. Es cierto, ahora parece que hemos irrumpido en una nueva era de la religión. Los hombres buscan la religión por caminos muy variados, pluralistas, pero no la buscan en la fe, ni en la Iglesia. Los hombres van a la búsqueda de novedades donde la religión es casi siempre sólo una forma de transfiguración, como un contrapeso a las cosas de cada día, o deriva hacia la magia o hacia sectas que, luego, manifiestan ser muy perjudiciales para el hombre. La mayoría de los fieles convencionales tal vez se encuentren también algo abrumados por tanta institucionalización, ante tanto poder institucional que hasta ahora ha ido marcando sus vidas. Ya no percibimos la vitalidad ni la sencillez de la fe. Ser cristiano ahora significa pertenecer -del modo que sea- a una gran organización y saber que en ella hay muchos preceptos morales y muchos dogmas difíciles de entender. El cristianismo así parece un lastre pesado de tradiciones e instituciones al que, por otra parte, no se le quiere perder demasiado de vista, porque todos le reconocen su función de ayuda en caso de necesidad. Sobre ese montón de ceniza difícilmente prenderá un fuego con fuerza. En efecto, ahí sólo parece haber cenizas. La Iglesia católica romana tuvo un momento en el que era fuente principal de opinión, pero después quedó convertida en reliquia de tiempos pasados, y nuestro actual mundo, de finales del segundo milenio después de Cristo, casi la ha olvidado y no Parece tener demasiado en cuenta lo poco que aún perdura de la función de la Iglesia. Decir, por ejemplo, cosas como que hay un Dios que tuvo un Hijo, y que ese Dios envió a su Hijo para redimir a los hombres, a muchos les suena al anuncio de una gran locura. Yo creo que podría decirse que ninguna institución en el mundo -sobre todo en el mundo occidental, tan marcado por la fe cristiana y por la Iglesia- ninguna, ha sido tan humillada como la Iglesia católica. Sin embargo, también dice mucho a favor de la Iglesia, católica. Se sienten atraídos por su aspecto de provocación un tanto paradójica que es para muchos, como dijera San Pablo, piedra de escándalo. Y eso se debe a que la Iglesia está llena de sentido para los hombres, no se la pueden saltar en ningún "orden del día". Hace tiempo dije que si la gente se escandaliza, habría que empezar por distinguir un primer de un segundo escándalo. El segundo consiste en el escándalo que pueden producir nuestros fallos, debilidades, y tanta institucionalización. Pero el primer escándalo es que nosotros tenemos que enfrentarnos con cualquier desviación, con cualquier banalidad, con el aburguesamiento, con promesas que son. falsas, y no permitir que el hombre pueda crearse fácilmente una ideología propia. Así que yo diría que la Iglesia católica es motivo de escándalo al contradecir una ideología universal que, según parece, actualmente está evolucionando. Y también porque defiende los valores genuinos del hombre que no se pueden incorporar a esas ideologías; y esto, es enormemente positivo. De todas formas causa extrañeza la pérdida de credibilidad de la Iglesia. Le contaré un ejemplo un poco grotesco: cuando hace unos años el Papa habló de la existencia y el sentido de los ángeles, aquello a muchos les sonó a cuento. Y, de pronto, los ángeles se pusieron de moda: pero eso si, eran ángeles "buenos" que habían sido expulsados de la Iglesia. Es curioso con qué rapidez cambian las modas en los temas espirituales. Lo digo porque antiguamente se quiso llegar a una especie de acuerdo racionalista y se convino en hacer desaparecer de una cristiandad, digamos, depurada, cualquier cosa que pareciese superflua. Ángeles y santos estaban de Más. Pero, más tarde, brotó de pronto varia especie de frenesí por todo lo que estuviera rodeado de misterio y procediera de un universo trascendente, de nodo que se produjo una nueva "moda de los ángeles" originada fuera de la Iglesia y, por tanto, que era bastante dudosa. Hay un fenómeno que a mí me parece muy significativo: cuando las afirmaciones sobre la fe proceden de la iglesia, o no se creen o se reciben como si fueran una carga pesada, pero cuando proceden de fuera de la Iglesia, adquieren un valor propio determinado. Esto significa que estamos cansados de la vida interior de la Iglesia, lo cual nos impide ver que el hombre necesita del bien y de la precisión de las razones de la fe. Por eso pienso que esas cosas que proceden de fuera de la iglesia, pueden servir incluso para despertarnos a nosotros mismos. Y volviendo a examinar ese proceso que veíamos: el conocimiento de todo lo relacionado con la fe se ha venido abajo. Es como si de pronto hubiera sido absorbido por algún extraño y misterioso poder. En Alemania, por ejemplo, hay un treinta por ciento de adultos que cree que la Navidad es un cuento de los Hermanos Grimm, hay sacerdotes que ya no saben lo que son, los creyentes no saben que tienen que creer, los teólogos se dedican a seguir socavando cualquier pilar de la Tradición y, en fin, el tesoro de la Liturgia casi ha desaparecido. Me ha citado una larga serie de puntos que convendría aclarar por separado. Supongo que debería empezar saliendo en defensa de la teología, pero ahora no quiero entrar en ese debate. Tiene razón en eso que ha dicho. Sin embargo, no olvidemos que la información sobre la religión también ha decaído notablemente y lo primero que deberíamos hacer es preguntarnos "¿qué ha sido de nuestra catequesis?", "¿qué pasa ahora en las escuelas que casi todas han suprimido las clases de religión?". Creo que se ha cometido un error muy serio al reducir tanto esta clase de conocimientos. Nuestros profesores han protestado, con razón, diciendo que la clase de religión no es una simple información, es mucho más que eso. Es una forma de enseñar a vivir la vida; en las clases de religión se impartía algo mucho más importante que meras noticias. Se comunicaba a los alumnos, se les transmitía, interés y simpatía hacia un determinado estilo de vida, es decir, se les proporcionaba algo que no pueden adquirir con la simple noticia de los hechos. Creo que habría que lograr un cambio radical en este aspecto, partiendo de la base, que hay que reconocer, de que muchos de los que recibirnos clases de religión en la escuela, no fuimos bien preparados para convertir este mundo tan paganizado. Pero los alumnos tienen que tener los medios a su alcance para poder conocer el cristianismo, deben estar enterados de qué se trata y eso, como es natural, se debe enseñar de una forma amable y simpática, para que ellos puedan forjarse una idea clara y tal vez lleguen a pensar: "esto podría ser bueno para mí". Al parecer, buena parte de la grey que hoy en día sigue asistiendo a Misa y yendo a las procesiones, gente que se manifiesta a favor de la Iglesia, es considerada por los demás como gente exótica. E, incluso, estos pocos van teniendo la impresión de estar viviendo en un mundo que nada tiene que ver con el mundo real Este proceso de decadencia ¿no está siendo más dramático de lo que se pensaba? Actualmente, en algunos sitios, hay una significativa pérdida de cristianos, al mismo tiempo que se produce un gran cambio en la estructura de la Iglesia. La sociedad cristiana que existía hasta el presente evidentemente va desapareciendo. Las relaciones Iglesia-sociedad que existían antes, ahora están dando unos bandazos que posiblemente sólo conducirán a formas nuevas de descristianización. Cuando no se trata de una innovación todo lo que se refiere a la fe deja insensible la conciencia de la sociedad. El ámbito principal de la vida ahora no es otro que el de las innovaciones económicas y técnicas. Esto ocurre el, e 1 conjunto de los medios de comunicación y, muy en particular, en el mundo del entretenimiento, que es el lugar más apropiado para crear nuevos lenguajes y nuevas conductas del hombre. Es, por decir así, el medio donde mejor reaccionan y responden todas las tendencias de la existencia humana, a nivel masivo. Pero ni aun así se consigue que la religión desaparezca totalmente, lo que con eso se logra es desplazarla al ámbito de lo privado. Se tolera la fe como una forma subjetiva de la religión, o, al menos, se permite un espacio para la fe como factor cultural. Y, por otra parte, ahora el cristianismo, en un modelo nuevo de vida, también se concibe de distinta manera y se presenta de modo diferente a una humanidad sumida en la soledad de una existencia demasiado técnica. Esto está sucediendo ahora, en nuestros días. Quiero decir, que podrán ponerse objeciones a movimientos espirituales como los neocatecumenales o los focolares, etc, pero, desde luego, no puede negarse que son grandes innovaciones. El cristianismo se presenta ahora como un nuevo acontecer, para que las gentes que vienen de muy lejos encuentren una oportunidad de vivir una nueva vida en nuestro mundo. La función pública de la Iglesia a partir de ahora ya no podrá ser la misma de antes, las relaciones Iglesia-sociedad no podían seguir con su antigua estructura, y con la actual han encontrado nuevas formas de manifestarse a los hombres. Hay conceptos en el panorama de la Iglesia que en su día fueron muy usuales, pero que hoy en día carecen de relevancia. Y, por otra parte, la creatividad de la Iglesia también Parece haberse perdido. Hasta hace muy poco era frecuente que artistas e intelectuales frecuentaran la Iglesia. Durante muchos siglos eso se consideraba como lo normal: Rafael, Miguel Ángel o Juan Sebastian Bach, hombres muy destacados que fueron creativos y generosos en su disponibilidad al servicio de la Iglesia. Ahora en cambio, en el caso de comprometerse, se comprometerían con Greenpeace o con Amnistía Internacional. Está todo muy relacionado con el curso de la historia que veíamos antes. La cultura popular de nuestros días, tan divulgada por los mass media, es una cultura que carece totalmente de transcendencia, y no refleja la existencia de un cristianismo que pueda influir con garra en el ambiente. Y eso, en parte, hace que las tensiones morales busquen otras vertientes distintas como pueden ser, por ejemplo, esas actividades que ha citado antes. Pero a la Iglesia nunca le faltará creatividad, eso es seguro. Si ahora pensamos en la Antigüedad, San Benito, por ejemplo, no llamó la atención de nadie en su tiempo. Era un hombre de la nobleza romana que se había retirado de la sociedad y no parecía hacer nada singular. Sin embargo, más tarde se reconoció su singularidad señalándole nada menos que como "el arca de supervivencia para Occidente". Yo pienso que hoy en día también hay muchos cristianos, que se retiran, en ese sentido, huyen de ese extraño consenso de la existencia moderna y buscan nuevos modelo de vida; ahora tampoco llaman la atención de nadie, pero con el tiempo, en el futuro se reconocerá lo que en realidad están haciendo. ¿Podría decirme más exactamente qué entiende por "extraño consenso de la existencia humana"? Precisamente lo que acabo de indicar. En la ética del hombre actual "Dios no existe, y de existir, no tiene nada que ver con nosotros". Esa es, prácticamente, la idea general del mundo moderno: "¿Dios no se ocupa de nosotros? Pues nosotros tampoco nos ocuparemos de Dios" Y consecuentemente para ellos la vida eterna tampoco importa. Las obligaciones que teníamos por nuestra responsabilidad ante Dios y ante el juicio divino, han sido suplantadas por las que tenemos ante la historia y la humanidad. Esto ha originado nuevas pautas morales que conducen a algunas conclusiones que podríamos calificar de ciertamente fanáticas; ahora se justifica la planificación familiar, por ejemplo, por el exceso de población o la conservación del equilibrio biológico. Pero esto significa, al mismo tiempo, que también se permite todo lo que no se oponga a ello. Y al no haber autoridad superior al juicio de la opinión pública (que, dicho sea de paso, es tremendamente cruel), las motivaciones de los ideales de vida de los hombres de nuestra época suelen carecer de significado. El valor de los ideales redunda en provecho de lo que está más bien lejos que cerca; porque, en el ámbito más próximo al individuo, abunda el egoísmo... 2. Sobre la situación de la Iglesia Una Iglesia secular está casi obligada a llegar a tiempo a cualquier cambio temporaL Las diferencias culturales e históricas de los pueblos suelen producir ciertos desniveles. y la Iglesia católica no sólo está en un Occidente crítico, emancipado y harto de tanta autoridad. También está en la Iglesia de los mártires de Oriente y en la Iglesia socio-política de América del Sur. Ya eso habría también que añadir otras confesiones e ideas religiosas que se contraponen. En el fuero interno de la Iglesia ahora es más fácil conocer sus diferencias que sus coincidencias. ¿Existe en la Iglesia también algún tipo de consenso? Sí. Yo constato esa imagen que acaba de describir cada vez que nos reunimos con los obispos de cualquier país del mundo. En esos encuentros es natural que tanto el lugar, como los temperamentos o las situaciones de la Iglesia que representan, etcétera, sean muy diversos. Pero siempre se expresa en todos un mismo catolicismo, por ejemplo, en la liturgia, en sus diversas formas de vivir la piedad, en decisiones sobre cuestiones morales y en sus convicciones, que son siempre iguales. A pesar del pluralismo de Iglesias, todas ellas coinciden en un vértice común, una Iglesia única, una profesión de fe única, y, en la práctica, también en su unidad con Roma, que consiste exactamente en tener un a idéntica fe. Convergen ahí mundos muy diversos, pero, por encima de sus diferencias siguen unidos por un algo común a todos ellos que puede ser, por ejemplo, la concelebración, es decir, celebrar la misma Misa juntos, o poder hablar entre ellos y entenderse porque los conceptos esenciales son también los mismos. Creo que esto es una magnífica e importante aportación de la Iglesia católica a la humanidad. Esos mundos tan diversos se apoyan mutuamente en un consenso que, al mismo tiempo, sirve de puente entre ellos. Pero este consenso no deja de ser mínimo. No, yo no diría eso. En apariencia tal vez no sea tan cristalino y uniforme, como podría ser hace cincuenta o no sé cuántos arios exactamente. Va cambiando según las culturas, pero conservando la misma unidad. Todos leen la misma Biblia con el mismo espíritu de Tradición católica, y se saben comprometidos por un mismo Credo y por un mismo Magisterio. La forma que luego empleen para llevar a cabo ese espíritu dependerá de las circunstancias, pero, eso sí, siempre dentro de la misma unidad; eso es algo tangible para mí y no sólo en los encuentros con los obispos, también en los encuentros con grupos de jóvenes de todo el mundo. La identidad católica está por encima de cualquier barrera, eso es una vivencia real. Pero también habría que añadir y tener en cuenta, que en ese abanico de distintos períodos de tiempo, y también de contrastes de culturas a nivel mundial, existen otras vertientes filosóficas unitarias e uniformes. Gracias a las facilidades de la técnica y de los mass media, se ha creado un clima que es común a todo el mundo. La televisión va ganando terreno, poco a poco, y llega hasta los rincones más pobres del globo terráqueo y así va emitiendo determinadas corrientes ideológicas que llegan hasta rincones realmente insólitos. El debate actual es siempre unilateral Y en una sola vertiente uniforme; y lo recibe todo el mundo en un mismo grado, de modo que va invadiendo y dominando las inteligencias. Pero, a pesar de esto, actualmente se está configurando una especie de revolución filosófica, cada vez más potente, orientada hacia el inconformismo y a la búsqueda de una cultura y una fisonomía propias. Y eso nos demuestra que esa uniformidad de cultura, que parecía llegar a todos los rincones del mundo a pesar de su enorme radio de acción no penetra en lo más profundo de la humanidad, no afecta a lo más profundo e íntimo del hombre. Y ahí precisamente es donde se encuentra la complicada, y en muchos aspectos también importante, misión de la Iglesia. ¿Que quiere decir exactamente con esto? Que las convicciones y las formas de conducta que aconseja la Iglesia son mucho más profundas que los diversos giros y modos de hablar, y las conductas que los medios de comunicación propagan. Hay muchas cosas -el manejo de un ordenador, todo lo relacionado con el automóvil, la utilización de una cinta continua, la construcción de un rascacielos, etcétera- todo eso son cosas que avanzan progresivamente y siempre de la misma forma. Van progresando siempre con las mismas leyes técnicas y alguna que otra variante. Pero lo que consigue se reduce a crear diferentes niveles de vida. La ocupación y el quehacer exterior son, efectivamente, iguales en todas partes, Pero eso no quiere decir que, porque coincidan en hacer las mismas cosas, los hombres se entiendan mejor entre ellos. No significa que haya respeto mutuo, ni que vivan en paz. Estas cualidades responden a las convicciones religiosas y éticas del hombre, y a la formación de la conciencia del individuo. Y eso es competencia de la Iglesia. La formación del hombre en su interior, que apenas se ve por fuera, es mucho más difícil y también mucho más importante para la solidaridad de la humanidad y la salvaguarda de la dignidad humana. Se comprende, por tanto, que formar una comunidad de fe, formar una conciencia colectiva, sea algo esencial para la sociedad, pues si no, tampoco se reflejará en el exterior. De ahí la importancia de que en la liturgia, y en la vida de la Iglesia en general, sea materialmente palpable esa comunión interior por encima de cualquier frontera culturas. ¿Existe en el seno de la Iglesia algún grupo o frente divergente, o incluso algún tipo de corriente teológico? Siempre hay corrientes que cruzan la tierra. Citaré, para empezar, la reflexión de la teología de la liberación que ha tenido eco, prácticamente en los cinco continentes, en algunos, por cierto, bien encendida. El núcleo principal de ese pensamiento teológico es que el cristianismo debe repercutir también en la existencia del hombre en la tierra. Además de conseguir libertad para las conciencias debe tratar de hacer valer sus derechos sociales. Esta forma de pensar empleada sólo unilateralmente hace que, por lo general, el hombre interprete su cristianismo como un medio o instrumento de transformación política del mundo. A partir de ese planteamiento se fue forjando la idea de que las religiones no eran más que simples instrumentos para conseguir la libertad o la paz, o para la conservación de la Creación; por lo tanto, las religiones se deberían expresar en resultados políticos concretos y justificarse por algún fin político. Esta temática variaba según las situaciones políticas de los países, pero consiguió extenderse por todo el orbe. Ahora se está implantando con bastante vigor en Asia, y también en África con mucho éxito. Por cierto que incluso ha afectado al mundo islámico. Actualmente están intentando hacer una interpretación del Corán según la teología de la liberación. Esta ideología es todavía una cuestión marginal, como puede suponerse, pero ha tenido un papel bastante significativo en el movimiento terrorista islámico, explicando que el Islam es un movimiento de liberación -por ejemplo- contra Israel. La idea de liberación -si es que podemos citar la libertad como titular de una nueva espiritualidad de nuestro siglo- se ha amalgamado con otra ideología, la del feminismo. Actualmente se considera a la mujer como un ser oprimido; así que la liberación de la mujer sirve de centro nuclear para cualquier actividad de liberación. Y ahora, resulta que a una teología de liberación política le ha tomado la delantera otra liberación antropológica. Además, no se conforman con pensar en un simple cambio de papeles, se ha llegado mucho más lejos que eso, y su objetivo es liberar al hombre de su biología. El fenómeno de la sexualidad que en su forma histórica siempre se ha llamado "engendrar", ahora se caracteriza por la reivindicación de algunos de los aspectos de la sexualidad, que, finalmente, ha acabado en una revuelta contra los procesos biológicos del hombre. La palabra "natural" no debe pronunciarse para nada; es mejor que el hombre pueda modelarse a su gusto, tiene que liberarse de cualquier proceso de su ser: el hombre tiene que hacerse a sí mismo según lo que él quiera, sólo de ese modo será "libre" y liberado. Todo esto, en el fondo, disimula una insurrección del hombre ante la realidad de haber sido creado, y que -como ser biológico- lleva impresa en su ser. Se opone a ser criatura. El hombre tiene que ser su propio creador, versión moderna de aquél "seréis como dioses"; tiene que ser como Dios. El tercer fenómeno que se observa en todo este mundo cada vez más uniforme es la búsqueda de la propia identidad cultural, expresada por el concepto de "inculturación". Un nuevo despertar de viejas culturas, tras la desaparición de la ola marxista, es la nueva corriente que está fluyendo con bastante potencia en Latinoamérica. La "teología india" trata de resucitar la religión y la cultura precolombinas, convencida de que así podrá liberarse de la extranjerización europea que actualmente le desborda. Y ahí se da cierta conexión con el feminismo, que nos parece interesante. Ponen de relieve el culto a Dios, a la madre tierra y, sobre todo, a lo femenino. Eso refuerza las tendencias del feminismo americano-europeo que no se conforma con hacer afirmaciones antropológicas, sino que quiere formar un nuevo concepto de Dios, porque el concepto patriarcal de Dios se proyecta enn la conciencia y eso hace que el mismo concepto afiance la opresión de la mujer. El elemento cósmico (la madre tierra, etc) de este renacimiento de antiguas religiones, hacen clara alusión a las tendencias del New Age, que aspira a la amalgama de todas las religiones y al |
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