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Los Falsos Católicos Ser Católico no es sólo cuestión de nombre

Ago 29, 2008 • Categoría: Varios

 

Pbro. Juan Javier Padilla Cervantes

Alrededor del año 110 de nuestra Era, San Ignacio de Antioquía, quien fue discípulo de San Juan Evangelista, escribió por vez primera las palabras “la Iglesia Católica” (“he katholike ekklesia”) para describir y designar a la Iglesia fundada por Cristo, y diferenciarla de otras doctrinas falsas de su tiempo. Hoy, mil novecientos años después, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana (fundada por Cristo) sigue enfrentándose a esta misma realidad, con grupos y personas que se autoproclaman y se consideran católicos, pero que no admiten la autoridad del Papa ni de los Obispos, enseñan doctrinas extrañas, rechazan los Sacramentos y hasta promueven el aborto y las uniones homosexuales. Todos estos, ¿realmente son católicos o falsos católicos?

Testigos privilegiados

¿Qué persona o fuente podría decirnos con plena autoridad que ésta es la verdadera Iglesia Católica?; ¿Cuáles serían las características de la Iglesia Católica? La respuesta la encontramos en el período del nacimiento de la Iglesia, en los primeros siglos de su historia, en el pensamiento y escritos de los llamados Santos Padres, quienes, a través de sus comentarios y literatura, nos transmitieron la doctrina viva que predicó Jesucristo, que había sido difundida sin interrupción por los Apóstoles a sus sucesores, los Obispos.
Por su cercanía a aquel tiempo, el testimonio de los Padres goza de especial valor. Podríamos decir que ellos fueron, después de los Apóstoles, como dijo San Agustín, los sembradores, los regadores, los constructores, los pastores y los alimentadores de la Iglesia Católica, que pudo expandirse gracias a su acción vigilante e incansable. Incluso hoy en día, para que la Iglesia continúe creciendo, es indispensable conocer a fondo su doctrina y su obra, que se distingue por ser al mismo tiempo pastoral y teológica, catequética y cultural, espiritual y social y, se puede decir, única con respecto a cuanto ha sucedido en otras épocas de la historia de la Iglesia. Y  lo verdaderamente importante no es la afirmación hecha por uno u otro aisladamente, sino la concordancia de todos ellos en la doctrina católica.

No es cosa de membrete

Para ser católico no basta con decir o gritar: ¡Soy católico! San Ignacio de Antioquía, en su Carta a la Iglesia de Magnesia de Meandro, relata: “Es, pues, necesario, no sólo llamarse cristianos, sino serlo en realidad, pues hay algunos que reconocen ciertamente al Obispo su carácter de vigilante o supervisor, pero luego actúan a sus espaldas. Los tales no me parece a mí que tengan buena conciencia, pues no están firmemente reunidos con la grey, conforme al mandamiento”. Y en su Carta a los fieles de Filadelfia, les ruega que eviten la herejía: “Usen una sola Eucaristía, porque la carne de Jesucristo Nuestro Señor es una y uno el cáliz para unirnos a todos en su sangre. Hay un altar, así como un Obispo, junto con el cuerpo de presbíteros y diáconos, mis hermanos siervos, para que todo lo que hagan ustedes lo hagan de acuerdo con Dios”.

Características de la Iglesia Católica

Los escritos del Obispo San Ignacio revisten gran importancia porque demuestran la catolicidad de la Iglesia desde tiempos apostólicos. Los Apóstoles lo ordenaron Obispo de Antioquía, donde permaneció por 40 años hasta su martirio. A la Iglesia Católica la describe como “una institución divina cuyo fin es la salvación de las almas”, “debe permanecer en unidad”, “es santa”, “es católica”, “es infalible”, “tiene jerarquía, a la que debemos estar unidos en obediencia, obispos, sacerdotes, diáconos”; nos enseña también que la Iglesia tiene quién la encabece: el Papa, “que reside en el territorio de los romanos… que preside en la unión del amor…” Es el primero en utilizar la palabra Eucaristía para referirse al Santísimo Sacramento; insiste en celebrar el Domingo como día del Señor; otras de sus enseñanzas fueron sobre el Sacramento del Matrimonio, la virginidad de María y la divinidad y humanidad de Cristo. Ahondar en la doctrina de los Santos Padres es profundizar en las raíces de nuestra fe. Ellos auxiliaron y siguen auxiliando a la Iglesia Católica a ver con claridad, a distinguir los errores, las falsas doctrinas y las falsas Iglesias. A este respecto, bien aconseja San Vicente de Lerins, frente a doctrinas extrañas: “Cuando alguna nueva doctrina surja en el seno de la Iglesia, habrá que adherirse con firmeza a la creencia de la Iglesia Universal; y suponiendo que la nueva doctrina fuera de tal naturaleza que llegara a contaminarla casi por completo, como ocurrió con el arrianismo (creencia que enseñaba que Jesús no era Dios), habrá que aferrarse a la doctrina de más antigüedad; si incluso en ella hallamos algún error, sostendremos lo establecido por los Concilios generales o, en su defecto, lo aprobado por aquéllos que, en diferentes épocas y lugares, se mantuvieron siempre firmes en la unanimidad de la fe católica”.

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