¡Dios te salve María!
 

ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

cuerpo, se aproxima la muerte y así se muere de muerte amarga. 15Y dondequiera,

cuando quiera, como quiera que muere el hombre en pecado mortal sin penitencia ni

satisfacción, si puede satisfacer y no satisface, el diablo arrebata su alma de su cuerpo

con tanta angustia y tribulación, que nadie puede saberlo sino el que las sufre. 16Y todos

los talentos y poder y ciencia y sabiduría (2 Par 1,12) que pensaban tener, se les quitará

(cf. Lc 8,18; Mc 4,25). 17Y lo dejan a parientes y amigos; y ellos toman y dividen su

hacienda, y luego dicen: Maldita sea su alma, porque pudo darnos más y adquirir más de

lo que adquirió. 18Los gusanos comen el cuerpo, y así aquéllos perdieron el cuerpo y el

alma en este breve siglo, e irán al infierno, donde serán atormentados sin fin.

 

19A todos aquellos a quienes lleguen estas letras, les rogamos, en la caridad que es

Dios (cf. 1 Jn 4,16), que reciban benignamente, con amor divino, las susodichas

odoríferas palabras de nuestro Señor Jesucristo. 20Y los que no saben leer, hagan que se

las lean muchas veces; 21y reténganlas consigo junto con obras santas hasta el fin,

porque son espíritu y vida (Jn 6,64). 22Y los que no hagan esto, tendrán que dar cuenta

en el día del juicio (cf. Mt 12,36), ante el tribunal de nuestro Señor Jesucristo (cf. Rom

14,10).

 

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CARTA A LOS FIELES II [CtaF2]

 

(Segunda redacción)

 

En el nombre del Señor, Padre e Hijo y Espíritu Santo. Amén.

 

1A todos los cristianos religiosos, clérigos y laicos, hombres y mujeres, a todos

los que habitan en el mundo entero, el hermano Francisco, su siervo y súbdito: obsequio

con reverencia, paz verdadera del cielo y sincera caridad en el Señor.

 

2Puesto que soy siervo de todos, estoy obligado a serviros a todos y a

administraros las odoríferas palabras de mi Señor. 3Por eso, considerando en mi espíritu

que no puedo visitaros a cada uno personalmente a causa de la enfermedad y debilidad

de mi cuerpo, me he propuesto anunciaros, por medio de las presentes letras y de

mensajeros, las palabras de nuestro Señor Jesucristo, que es la Palabra del Padre, y las

palabras del Espíritu Santo, que son espíritu y vida (Jn 6,64).

 

 

 

 

22


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

[La Palabra del Padre encarnada: el Señor Jesucristo]

 

4El altísimo Padre anunció desde el cielo, por medio de su santo ángel Gabriel, esta

Palabra del Padre, tan digna, tan santa y gloriosa, en el seno de la santa y gloriosa Virgen

María, de cuyo seno recibió la verdadera carne de nuestra humanidad y fragilidad. 5Él,

siendo rico (2 Cor 8,9), quiso sobre todas las cosas elegir, con la beatísima Virgen, su

Madre, la pobreza en el mundo. 6Y cerca de la pasión, celebró la Pascua con sus

discípulos y, tomando el pan, dio las gracias y lo bendijo y lo partió diciendo: Tomad y

comed, éste es mi cuerpo (Mt 26,26). 7Y tomando el cáliz dijo: Ésta es mi sangre del

Nuevo Testamento, que será derramada por vosotros y por muchos para remisión de los

pecados (Mt 26,27). 8Después oró al Padre diciendo: Padre, si es posible, que pase de

mí este cáliz (Mt 26,39). 9Y se hizo su sudor como gotas de sangre que caían en tierra

(Lc 22,44). 10Puso, sin embargo, su voluntad en la voluntad del Padre, diciendo: Padre,

hágase tu voluntad (Mt 26,42); no como yo quiero, sino como quieras tú (Mt 26,39).

11Y la voluntad del Padre fue que su Hijo bendito y glorioso, que él nos dio y que nació

por nosotros, se ofreciera a sí mismo por su propia sangre como sacrificio y hostia en el

ara de la cruz; 12no por sí mismo, por quien fueron hechas todas las cosas (cf. Jn 1,3),

sino por nuestros pecados, 13dejándonos ejemplo, para que sigamos sus huellas (cf. 1

Pe 2,21). 14Y quiere que todos nos salvemos por él y que lo recibamos con nuestro

corazón puro y nuestro cuerpo casto. 15Pero son pocos los que quieren recibirlo y ser

salvos por él, aunque su yugo sea suave y su carga ligera (cf. Mt 11,30).

 

 

 

 

[Práctica de la vida cristiana]

 

16Los que no quieren gustar cuán suave sea el Señor (cf. Sal 33,9) y aman las

tinieblas más que la luz (Jn 3,19), no queriendo cumplir los mandamientos de Dios, son

malditos; 17de ellos se dice por el profeta: Malditos los que se apartan de tus mandatos

(Sal 118,21). 18Pero, ¡oh cuán bienaventurados y benditos son aquellos que aman a Dios

y hacen como dice el mismo Señor en el Evangelio: Amarás al Señor tu Dios con todo el

corazón y con toda la mente, y a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22,37.39)!

 

19Por consiguiente, amemos a Dios y adorémoslo con corazón puro y mente pura,

porque él mismo, buscando esto sobre todas las cosas, dijo: Los verdaderos adoradores

adorarán al Padre en espíritu y verdad (Jn 4,23). 20Pues todos los que lo adoran, lo

deben adorar en el Espíritu de la verdad (cf. Jn 4,24). 21Y digámosle alabanzas y

oraciones día y noche (Sal 31,4) diciendo: Padre nuestro, que estás en el cielo (Mt 6,9),

porque es preciso que oremos siempre y que no desfallezcamos (cf. Lc 18,1).

 

 

 

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

22Ciertamente debemos confesar al sacerdote todos nuestros pecados; y

recibamos de él el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo. 23Quien no come su

carne y no bebe su sangre (cf. Jn 6,55. 57), no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3,5).

24Sin embargo, que coma y beba dignamente, porque quien lo recibe indignamente, come

y bebe su propia condenación, no distinguiendo el cuerpo del Señor (1 Cor 11,29), esto

es, que no lo discierne. 25Además, hagamos frutos dignos de penitencia (Lc 3,8). 26Y

amemos al prójimo como a nosotros mismos (cf. Mt 22,39). 27Y si alguno no quiere

amarlo como a sí mismo, al menos no le cause mal, sino que le haga bien.

 

28Y los que han recibido la potestad de juzgar a los otros, ejerzan el juicio con

misericordia, como ellos mismos quieren obtener del Señor misericordia. 29Pues habrá

un juicio sin misericordia para aquellos que no hayan hecho misericordia (Sant 2,13).

30Así pues, tengamos caridad y humildad; y hagamos limosnas, porque la limosna lava

las almas de las manchas de los pecados (cf. Tob 4,11; 12,9). 31En efecto, los hombres

pierden todo lo que dejan en este siglo; llevan consigo, sin embargo, el precio de la

caridad y las limosnas que hicieron, por las que tendrán del Señor premio y digna

remuneración.

 

32Debemos también ayunar y abstenernos de los vicios y pecados (cf. Eclo 3,32),

y de lo superfluo en comidas y bebida, y ser católicos. 33Debemos también visitar las

iglesias frecuentemente y venerar y reverenciar a los clérigos, no tanto por ellos mismos

si fueren pecadores, sino por el oficio y administración del santísimo cuerpo y sangre de

Cristo, que sacrifican en el altar, y reciben, y administran a los otros. 34Y sepamos

todos firmemente que nadie puede salvarse sino por las santas palabras y por la sangre

de nuestro Señor Jesucristo, que los clérigos dicen, anuncian y administran. 35Y ellos

solos deben administrar, y no otros. 36Y especialmente los religiosos, que han

renunciado al siglo, están obligados a hacer más y mayores cosas, pero sin omitir éstas

(cf. Lc 11,42).

 

37Debemos tener odio a nuestro cuerpo con sus vicios y pecados, porque dice el

Señor en el Evangelio: Todos los males, vicios y pecados salen del corazón (Mt 15,18-

19; Mc 7,23). 38Debemos amar a nuestros enemigos y hacer bien a los que nos tienen

odio (cf. Mt 5,44; Lc 6,27). 39Debemos observar los preceptos y consejos de nuestro

Señor Jesucristo. 40Debemos también negarnos a nosotros mismos (cf. Mt 16,24) y

poner nuestro cuerpo bajo el yugo de la servidumbre y de la santa obediencia, como cada

uno lo haya prometido al Señor. 41Y que ningún hombre esté obligado por obediencia a

obedecer a nadie en aquello en que se comete delito o pecado.

 

42Mas aquel a quien se ha encomendado la obediencia y que es tenido como el

mayor, sea como el menor (Lc 22,26) y siervo de los otros hermanos. 43Y haga y tenga

 

 

24


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

para con cada uno de sus hermanos la misericordia que querría se le hiciera a él, si

estuviese en un caso semejante (cf. Mt 7,12). 44Y no se irrite contra el hermano por el

delito del mismo hermano, sino que, con toda paciencia y humildad, amonéstelo

benignamente y sopórtelo.

 

45No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino que, por el contrario,

debemos ser sencillos, humildes y puros. 46Y tengamos nuestro cuerpo en oprobio y

desprecio, porque todos, por nuestra culpa, somos miserables y pútridos, hediondos y

gusanos, como dice el Señor por el profeta: Yo soy gusano y no hombre, oprobio de los

hombres y desprecio de la plebe (Sal 21,7). 47Nunca debemos desear estar por encima

de los otros, sino que, por el contrario, debemos ser siervos y estar sujetos a toda

humana criatura por Dios (1 Pe 2,13).

 

 

 

 

[Bienaventuranza de la vida teologal]

 

48Y sobre todos ellos y ellas, mientras hagan tales cosas y perseveren hasta el fin,

descansará el espíritu del Señor (Is 11,2) y hará en ellos habitación y morada (cf. Jn

14,23). 49Y serán hijos del Padre celestial (cf. Mt 5,45), cuyas obras hacen. 50Y son

esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo (cf. Mt 12,50). 51Somos

esposos cuando, por el Espíritu Santo, el alma fiel se une a Jesucristo. 52Somos

ciertamente hermanos cuando hacemos la voluntad de su Padre, que está en el cielo (cf.

Mt 12,50); 53madres, cuando lo llevamos en nuestro corazón y en nuestro cuerpo (cf. 1

Cor 6,20), por el amor y por una conciencia pura y sincera; y lo damos a luz por medio

de obras santas, que deben iluminar a los otros como ejemplo (cf. Mt 5,16).

 

54¡Oh cuán glorioso y santo y grande, tener un Padre en los cielos! 55¡Oh cuán

santo, consolador, bello y admirable, tener un esposo! 56¡Oh cuán santo y cuán amado,

placentero, humilde, pacífico, dulce, amable y sobre todas las cosas deseable, tener un tal

hermano y un tal hijo!, que dio su vida por sus ovejas (cf. Jn 10,15) y oró al Padre por

nosotros diciendo: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado (Jn 17,11).

57Padre, todos los que me has dado en el mundo eran tuyos y tú me los has dado (Jn

17,6). 58Y las palabras que tú me diste se las he dado a ellos; y ellos las han recibido y

han reconocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me has enviado (Jn

17,8); ruego por ellos y no por el mundo (cf. Jn 17,9); bendícelos y santifícalos (Jn

17,17). 59Y por ellos me santifico a mí mismo, para que sean santificados en (Jn 17,19)

la unidad, como también nosotros (Jn 17,11) lo somos. 60Y quiero, Padre, que, donde

yo esté, estén también ellos conmigo, para que vean mi gloria (Jn 17,24) en tu reino (Mt

20,21).

 

 

25


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

61Y a aquel que tanto ha soportado por nosotros, que tantos bienes nos ha traído

y nos traerá en el futuro, y a Dios, toda criatura que hay en los cielos, en la tierra, en el

mar y en los abismos rinda alabanza, gloria, honor y bendición (cf. Ap 5,13), 62porque

él es nuestro poder y nuestra fortaleza, y sólo él es bueno, sólo él altísimo, sólo él

omnipotente, admirable, glorioso y sólo él santo, laudable y bendito por los infinitos

siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

[De los que no hacen penitencia]

 

63Pero todos aquellos que no viven en penitencia, y no reciben el cuerpo y la

sangre de nuestro Señor Jesucristo, 64y se dedican a vicios y pecados; y los que andan

tras la mala concupiscencia y los malos deseos, y no guardan lo que prometieron, 65y

sirven corporalmente al mundo con los deseos carnales, los cuidados y preocupaciones

de este siglo y los cuidados de esta vida, 66engañados por el diablo, cuyos hijos son y

cuyas obras hacen (cf. Jn 8,41), están ciegos, porque no ven la verdadera luz, nuestro

Señor Jesucristo. 67No tienen la sabiduría espiritual, porque no tienen en sí al Hijo de

Dios, que es la verdadera sabiduría del Padre; de ellos se dice: Su sabiduría ha sido

devorada (Sal 106,27). 68Ven, conocen, saben y hacen el mal; y ellos mismos, a

sabiendas, pierden sus almas. 69Ved, ciegos, engañados por nuestros enemigos, a saber,

por la carne, el mundo y el diablo, que al cuerpo le es dulce hacer el pecado y amargo

servir a Dios, porque todos los males, vicios y pecados salen y proceden del corazón de

los hombres, como dice el Señor en el Evangelio (cf. Mc 7,21.23). 70Y nada tenéis en

este siglo ni en el futuro. 71Pensáis poseer por largo tiempo las vanidades de este siglo,

pero estáis engañados, porque vendrá el día y la hora en los que no pensáis y no sabéis e

ignoráis.

 

72Enferma el cuerpo, se aproxima la muerte, vienen los parientes y amigos

diciendo: Dispón de tus bienes. 73He aquí que su mujer y sus hijos y los parientes y

amigos fingen llorar. 74Y mirando alrededor los ve llorando, se mueve por un mal

movimiento, y pensando dentro de sí dice: He aquí mi alma y mi cuerpo y todas mis

cosas, que pongo en vuestras manos. 75Verdaderamente es maldito este hombre, que

confía y expone su alma y su cuerpo y todas sus cosas en tales manos; 76por eso el

Señor dice por el profeta: Maldito el hombre que confía en el hombre (Jer 17,15). 77Y al

punto hacen venir al sacerdote; el sacerdote le dice: «¿Quieres recibir la penitencia de

todos tus pecados?» 78Responde: «Quiero». «¿Quieres satisfacer según puedes, con tus

bienes, por tus pecados y por aquello en que defraudaste y engañaste a la gente?»

79Responde: «No». Y el sacerdote le dice: «¿Por qué no?» 80«Porque lo he dejado todo

en manos de los parientes y amigos.» 81Y comienza a perder el habla, y así muere aquel

 

 

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miserable.


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


 

82Y sepan todos que dondequiera y como quiera que muera el hombre en pecado

mortal sin satisfacción –si podía satisfacer y no satisfizo–, el diablo arrebata su alma de

su cuerpo con tanta angustia y tribulación, cuanta ninguno puede saberlo, sino el que las

sufre. 83Y todos los talentos y poder y ciencia que pensaba tener (cf. Lc 8,18), se le

quitará (Mc 4,25). 84Y lo deja a parientes y amigos, y ellos tomarán y dividirán su

hacienda, y luego dirán: «Maldita sea su alma, porque pudo darnos más y adquirir más

de lo que adquirió». 85Los gusanos comen el cuerpo; y así aquél pierde el cuerpo y el

alma en este breve siglo, e irá al infierno, donde será atormentado sin fin.

 

 

 

 

[Despedida]

 

86En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 87Yo, el

hermano Francisco, vuestro menor siervo, os ruego y os conjuro, en la caridad que es

Dios (cf. 1 Jn 4,16) y con la voluntad de besaros los pies, que recibáis con humildad y

caridad éstas y las demás palabras de nuestro Señor Jesucristo, y que las pongáis por

obra y las observéis. 88Y a todos aquellos y aquellas que las reciban benignamente, las

entiendan y envíen copia de las mismas a otros, y si en ellas perseveran hasta el fin (Mt

24,13), bendígalos el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

 

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CARTA A Fr. LEÓN [CtaL]

 

1Hermano León, tu hermano Francisco te desea salud y paz. 2Así te digo, hijo

mío, como una madre, que todo lo que hemos hablado en el camino, brevemente lo

resumo y aconsejo en estas palabras, y si después tú necesitas venir a mí por consejo,

pues así te aconsejo: 3Cualquiera que sea el modo que mejor te parezca de agradar al

Señor Dios y seguir sus huellas y pobreza, hazlo con la bendición del Señor Dios y con

mi obediencia. 4Y si te es necesario en cuanto a tu alma, para mayor consuelo tuyo, y

quieres, León, venir a mí, ven.

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

 

 

 

CARTA A UN MINISTRO [CtaM]

 

1A fray N., ministro: El Señor te bendiga (cf. Núm 6,24). 2Acerca del caso de tu

alma, te digo, como puedo, que todo aquello que te impide amar al Señor Dios, y

quienquiera que sea para ti un impedimento, trátese de frailes o de otros, aun cuando te

azotaran, debes tenerlo todo por gracia. 3Y así lo quieras y no otra cosa. 4Y tenlo esto

por verdadera obediencia al Señor Dios y mí, porque sé firmemente que ésta es

verdadera obediencia. 5Y ama a aquellos que te hacen esto. 6Y no quieras de ellos otra

cosa, sino cuanto el Señor te dé. 7Y ámalos en esto; y no quieras que sean mejores

cristianos. 8Y que esto sea para ti más que el eremitorio. 9Y en esto quiero conocer si tú

amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieras esto, a saber, que no haya hermano

alguno en el mundo que haya pecado todo cuanto haya podido pecar, que, después que

haya visto tus ojos, no se marche jamás sin tu misericordia, si pide misericordia. 10Y si

él no pidiera misericordia, que tú le preguntes si quiere misericordia. 11Y si mil veces

pecara después delante de tus ojos, ámalo más que a mí para esto, para que lo atraigas al

Señor; y ten siempre misericordia de tales hermanos. 12Y, cuando puedas, haz saber a

los guardianes que, por tu parte, estás resuelto a obrar así.

 

13Y de todos los capítulos de la Regla que hablan de los pecados mortales, con la

ayuda del Señor, en el capítulo de Pentecostés, con el consejo de los hermanos, haremos

un capítulo de este tenor: 14Si alguno de los hermanos, por instigación del enemigo,

pecara mortalmente, esté obligado por obediencia a recurrir a su guardián. 15Y todos los

hermanos que sepan que ha pecado, no lo avergüencen ni lo difamen, sino tengan gran

misericordia de él, y mantengan muy oculto el pecado de su hermano; porque no

necesitan médico los sanos sino los que están mal (Mt 9,12). 16De igual modo, estén

obligados por obediencia a enviarlo a su custodio con un compañero. 17Y el custodio

mismo que lo atienda con misericordia, como él querría que se le atendiera, si estuviese

en un caso semejante (cf. Mt 7,12). 18Y si cayera en un pecado venial, confiéselo a un

hermano suyo sacerdote. 19Y si no hubiera allí sacerdote, confiéselo a un hermano suyo,

hasta que tenga un sacerdote que lo absuelva canónicamente, como se ha dicho. 20Y

éstos no tengan en absoluto potestad de imponer otra penitencia sino ésta: Vete, y no

quieras pecar más (cf. Jn 8,11).

 

21Para que este escrito sea mejor observado, tenlo contigo hasta Pentecostés; allí

estarás con tus hermanos. 22Y, con la ayuda del Señor Dios, procuraréis completar estas

cosas y todas las otras que se echan de menos en la Regla.

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

 

 

 

 

 

 

CARTA A TODA LA ORDEN [CtaO]

 

1En el nombre de la suma Trinidad y de la santa Unidad, Padre e Hijo y Espíritu

Santo. Amén.

 

2A todos los reverendos y muy amados hermanos, a fray A., ministro general de

la religión de los Hermanos Menores, su señor, y a los demás ministros generales que lo

serán después de él, y a todos los ministros y custodios y sacerdotes de la misma

fraternidad, humildes en Cristo, y a todos los hermanos sencillos y obedientes, primeros

y últimos, 3el hermano Francisco, hombre vil y caduco, vuestro pequeñuelo siervo, os

desea salud en aquel que nos redimió y nos lavó en su preciosísima sangre (cf. Ap 1,5);

4al oír su nombre, adoradlo con temor y reverencia, rostro en tierra (cf. 2 Esd 8,6); su

nombre es Señor Jesucristo, Hijo del Altísimo (cf. Lc 1,32), que es bendito por los siglos

(Rom 1,25).

 

5Oíd, señores hijos y hermanos míos, y prestad oídos a mis palabras (Hch 2,14).

6Inclinad el oído (Is 55,3) de vuestro corazón y obedeced a la voz del Hijo de Dios.

7Guardad en todo vuestro corazón sus mandamientos y cumplid perfectamente sus

consejos. 8Confesadlo, porque es bueno (Sal 135,1), y ensalzadlo en vuestras obras

(Tob 13,6); 9porque por esa razón os ha enviado al mundo entero, para que de palabra y

de obra deis testimonio de su voz y hagáis saber a todos que no hay omnipotente sino él

(cf. Tob 13,4). 10Perseverad en la disciplina (Heb 12,7) y en la santa obediencia, y lo

que le prometisteis con bueno y firme propósito cumplidlo. 11Como a hijos se nos

ofrece el Señor Dios (Heb 12,7).

 

12Así pues, os ruego a todos vosotros, hermanos, besándoos los pies y con la

caridad que puedo, que manifestéis toda reverencia y todo honor, tanto cuanto podáis, al

santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, 13en el cual las cosas que hay en

los cielos y en la tierra han sido pacificadas y reconciliadas con el Dios omnipotente (cf.

Col 1,20).

 

 

 

 

[A los hermanos sacerdotes]

 

14Ruego también en el Señor a todos mis hermanos sacerdotes, los que son y

serán y desean ser sacerdotes del Altísimo, que siempre que quieran celebrar la misa,

 

 

29


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

puros y puramente hagan con reverencia el verdadero sacrificio del santísimo cuerpo y

sangre de nuestro Señor Jesucristo, con intención santa y limpia, y no por cosa alguna

terrena ni por temor o amor de hombre alguno, como para agradar a los hombres (cf. Ef

6,6; Col 3,22); 15sino que toda la voluntad, en cuanto la gracia la ayude, se dirija a Dios,

deseando agradar al solo sumo Señor en persona, porque allí solo él mismo obra como le

place; 16porque, como él mismo dice: Haced esto en memoria mía (Lc 22,19; 1 Cor

11,24); si alguno lo hace de otra manera, se convierte en Judas el traidor, y se hace reo

del cuerpo y de la sangre del Señor (cf. 1 Cor 11,27).

 

17Recordad, hermanos míos sacerdotes, lo que está escrito de la ley de Moisés,

cuyo transgresor, aun en cosas materiales, moría sin misericordia alguna por sentencia

del Señor (cf. Heb 10,28). 18¡Cuánto mayores y peores suplicios merecerá padecer

quien pisotee al Hijo de Dios y profane la sangre de la alianza, en la que fue santificado,

y ultraje al Espíritu de la gracia! (Heb 10,29). 19Pues el hombre desprecia, profana y

pisotea al Cordero de Dios cuando, como dice el Apóstol, no distingue (1 Cor 11,29) ni

discierne el santo pan de Cristo de los otros alimentos y obras, y o bien lo come siendo

indigno, o bien, aunque sea digno, lo come vana e indignamente, siendo así que el Señor

dice por el profeta: Maldito el hombre que hace la obra de Dios fraudulentamente (cf. Jer

48,10). 20Y a los sacerdotes que no quieren poner esto en su corazón de veras los

condena diciendo: Maldeciré vuestras bendiciones (Mal 2,2).

 

21Oídme, hermanos míos: Si la bienaventurada Virgen es de tal suerte honrada,

como es digno, porque lo llevó en su santísimo seno; si el Bautista bienaventurado se

estremeció y no se atreve a tocar la cabeza santa de Dios; si el sepulcro, en el que yació

por algún tiempo, es venerado, 22¡cuán santo, justo y digno debe ser quien toca con sus

manos, toma en su corazón y en su boca y da a los demás para que lo tomen, al que ya

no ha de morir, sino que ha de vivir eternamente y ha sido glorificado, a quien los ángeles

desean contemplar! (1 Pe 1,12).

 

23Ved vuestra dignidad, hermanos sacerdotes (cf. 1 Cor 1,26), y sed santos,

porque él es santo (cf. Lev 19,2). 24Y así como el Señor Dios os ha honrado a vosotros

sobre todos por causa de este ministerio, así también vosotros, sobre todos, amadlo,

reverenciadlo y honradlo. 25Gran miseria y miserable debilidad, que cuando lo tenéis tan

presente a él en persona, vosotros os preocupéis de cualquier otra cosa en todo el

mundo. 26¡Tiemble el hombre entero, que se estremezca el mundo entero, y que el cielo

exulte, cuando sobre el altar, en las manos del sacerdote, está Cristo, el Hijo del Dios

vivo (Jn 11,27)! 27¡Oh admirable celsitud y asombrosa condescendencia! ¡Oh humildad

sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal

manera se humilla, que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan!

 

 

 

30


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

28Ved, hermanos, la humildad de Dios y derramad ante él vuestros corazones (Sal 61,9);

humillaos también vosotros para que seáis ensalzados por él (cf. 1 Pe 5,6; Sant 4,10).

29Por consiguiente, nada de vosotros retengáis para vosotros, a fin de que os reciba todo

enteros el que se os ofrece todo entero.

 

30Amonesto por eso y exhorto en el Señor que, en los lugares en que moran los

hermanos, se celebre solamente una misa por día, según la forma de la santa Iglesia. 31Y

si en un lugar hubiera muchos sacerdotes, que el uno se contente, por amor de la caridad,

con oír la celebración del otro sacerdote; 32porque el Señor Jesucristo colma a los

presentes y a los ausentes que son dignos de él. 33El cual, aunque se vea que está en

muchos lugares, permanece, sin embargo, indivisible y no conoce detrimento alguno, sino

que, siendo uno en todas partes, obra como le place con el Señor Dios Padre y el

Espíritu Santo Paráclito por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

[A todos los hermanos]

 

34Y, porque el que es de Dios oye las palabras de Dios (cf. Jn 8,47), debemos, en

consecuencia, nosotros, que más especialmente estamos dedicados a los divinos oficios,

no sólo oír y hacer lo que dice Dios, sino también custodiar los vasos y los demás libros

litúrgicos, que contienen sus santas palabras, para que nos penetre la celsitud de nuestro

Creador y nuestra sumisión al mismo. 35Por eso, amonesto a todos mis hermanos y los

animo en Cristo para que, en cualquier parte en que encuentren palabras divinas escritas,

las veneren como puedan, 36y, por lo que a ellos respecta, si no están bien guardadas o

se encuentran indecorosamente esparcidas en algún lugar, las recojan y las guarden,

honrando al Señor en las palabras que habló (3 Re 2,4). 37Pues muchas cosas son

santificadas por las palabras de Dios (cf. 1 Tim 4,5), y el sacramento del altar se realiza

en virtud de las palabras de Cristo.

 

38Además, yo confieso todos mis pecados al Señor Dios, Padre e Hijo y Espíritu

Santo, a la bienaventurada María, perpetua virgen, y a todos los santos del cielo y de la

tierra, a fray H., ministro de nuestra religión, como a venerable señor mío, y a los

sacerdotes de nuestra Orden y a todos los otros hermanos míos benditos. 39En muchas

cosas he pecado por mi grave culpa, especialmente porque no he guardado la Regla que

prometí al Señor, ni he rezado el oficio como manda la Regla, o por negligencia, o con

ocasión de mi enfermedad, o porque soy ignorante e iletrado. 40Por tanto, a causa de

todas estas cosas, ruego como puedo a fray H., mi señor ministro general, que haga que

la Regla sea observada inviolablemente por todos; 41y que los clérigos recen el oficio con

devoción en la presencia de Dios, no atendiendo a la melodía de la voz, sino a la

 

 

31


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

consonancia de la mente, de forma que la voz concuerde con la mente, y la mente

concuerde con Dios, 42para que puedan aplacar a Dios por la pureza del corazón y no

recrear los oídos del pueblo con la sensualidad de la voz. 43Pues yo prometo guardar

firmemente estas cosas, así como Dios me dé la gracia para ello; y transmitiré estas cosas

a los hermanos que están conmigo para que sean observadas en el oficio y en las demás

constituciones regulares.

 

44Y a cualesquiera de los hermanos que no quieran observar estas cosas, no los

tengo por católicos ni por hermanos míos; tampoco quiero verlos ni hablarles, hasta que

hagan penitencia. 45Esto lo digo también de todos los otros que andan vagando,

pospuesta la disciplina de la Regla; 46porque nuestro Señor Jesucristo dio su vida para

no perder la obediencia de su santísimo Padre (cf. Fil 2,8).

 

47Yo, el hermano Francisco, hombre inútil e indigna criatura del Señor Dios, digo

por el Señor Jesucristo a fray H., ministro de toda nuestra religión, y a todos los

ministros generales que lo serán después de él, y a los demás custodios y guardianes de

los hermanos, los que lo son y los que lo serán, que tengan consigo este escrito, lo

pongan por obra y lo conserven diligentemente. 48Y les suplico que guarden

solícitamente lo que está escrito en él y lo hagan observar más diligentemente, según el

beneplácito del Dios omnipotente, ahora y siempre, mientras exista este mundo.

 

49Benditos vosotros del Señor (Sal 113,13), los que hagáis estas cosas, y que el

Señor esté eternamente con vosotros. Amén.

 

 

 

 

[Oración]

 

 

 

 

50Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios, danos a nosotros,

miserables, hacer por ti mismo lo que sabemos que tú quieres, y siempre querer lo que te

place, 51para que, interiormente purificados, interiormente iluminados y abrasados por

el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas (cf. 1 Pe 2,21) de tu amado Hijo,

nuestro Señor Jesucristo, 52y por sola tu gracia llegar a ti, Altísimo, que, en Trinidad

perfecta y en simple Unidad, vives y reinas y eres glorificado, Dios omnipotente, por

todos los siglos de los siglos. Amén.

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

 

 

 

EXHORTACIÓN A LA ALABANZA DE DIOS [ExhAD]

 

1Temed al Señor y dadle honor (Ap 14,7).

 

2Digno es el Señor de recibir alabanza y honor (cf. Ap 4,11).

 

3Todos los que teméis al Señor, alabadlo (cf. Sal 21,24).

 

4Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo (Lc 1,28).

 

5Alabadlo, cielo y tierra (cf. Sal 68,35 - Salt. Rom.).

 

6Alabad todos los ríos al Señor (cf. Dan 3,78).

 

7Bendecid, hijos de Dios, al Señor (cf. Dan 3,82).

 

8Éste es el día que hizo el Señor, exultemos y alegrémonos en él (Sal 117,24 - Salt.

Rom). ¡Aleluya, aleluya,aleluya! ¡Rey de Israel! (Jn 12,13).

 

9Todo espíritu alabe al Señor (Sal 150,6).

 

10Alabad al Señor, porque es bueno (Sal 146,1); todos los que leéis esto, bendecid

al Señor

 

(Sal 102,21 - Salt. Rom.).

 

11Todas las criaturas, bendecid al Señor (cf. Sal 102,22).

 

12Todas las aves del cielo, alabad al Señor (cf. Dan 3,80; Sal 148,7-10). 13Todos

los niños, alabad al Señor (cf. Sal 112,1).

 

14Jóvenes y vírgenes, alabad al Señor (cf. Sal 148,12).

 

15Digno es el cordero, que ha sido sacrificado, de recibir alabanza, gloria y honor

(cf. Ap 5,12).

 

16Bendita sea la santa Trinidad e indivisa Unidad.

 

17San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate.

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

 

 

 

EXPOSICIÓN DEL PADRE NUESTRO [ExpPN]

 

1Oh santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro.

 

2Que estás en el cielo: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para el

conocimiento, porque tú, Señor, eres luz; inflamándolos para el amor, porque tú, Señor,

eres amor; habitando en ellos y colmándolos para la bienaventuranza, porque tú, Señor,

eres sumo bien, eterno bien, del cual viene todo bien, sin el cual no hay ningún bien.

 

3Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu noticia, para que

conozcamos cuál es la anchura (cf. Ef 3,18) de tus beneficios, la largura de tus promesas,

la sublimidad de la majestad y la profundidad de los juicios.

 

4Venga a nosotros tu reino: para que tú reines en nosotros por la gracia y nos

hagas llegar a tu reino, donde la visión de ti es manifiesta, la dilección de ti perfecta, la

compañía de ti bienaventurada, la fruición de ti sempiterna.

 

5Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: para que te amemos con todo el

corazón (cf. Lc 10,27), pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a

ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu

honor; y con todas nuestras fuerzas, gastando todas nuestras fuerzas y los sentidos del

alma y del cuerpo en servicio de tu amor y no en otra cosa; y para que amemos a nuestro

prójimo como a nosotros mismos, atrayéndolos a todos a tu amor según nuestras

fuerzas, alegrándonos del bien de los otros como del nuestro y compadeciéndolos en sus

males y no dando a nadie ocasión alguna de tropiezo (cf. 2 Cor 6,3).

 

6Danos hoy nuestro pan de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo:

para memoria e inteligencia y reverencia del amor que tuvo por nosotros, y de lo que por

nosotros dijo, hizo y padeció.

 

7Perdona nuestras ofensas: por tu misericordia inefable, por la virtud de la pasión

de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus

elegidos.

 

8Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: y lo que no

perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que lo perdonemos plenamente, para que, por ti,

amemos verdaderamente a los enemigos, y ante ti por ellos devotamente intercedamos,

no devolviendo a nadie mal por mal (1 Tes 5,15), y nos apliquemos a ser provechosos

para todos en ti.

 

 

 

34


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

9No nos dejes caer en la tentación: oculta o manifiesta, súbita o importuna.

 

10Y líbranos del mal: pasado, presente y futuro. Gloria al Padre, etc.

 

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FORMA DE VIDA PARA SANTA CLARA [FVCl]

 

1Ya que por divina inspiración os habéis hecho hijas y siervas del altísimo y sumo

Rey, el Padre celestial, y os habéis desposado con el Espíritu Santo, eligiendo vivir

según la perfección del santo Evangelio, 2quiero y prometo tener siempre, por mí mismo

y por mis hermanos, un cuidado amoroso y una solicitud especial de vosotras como de

ellos.

 

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OFICIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR [OfP]

 

[Introducción]

 

Comienzan los salmos que dispuso nuestro muy bienaventurado padre Francisco

para reverencia y memoria y alabanza de la pasión del Señor. Se ha de decir uno de ellos

por cada hora del día y de la noche. Y comienzan desde las completas del Viernes Santo

[que se decían al final del día del Jueves Santo], porque en aquella noche fue traicionado

y apresado nuestro Señor Jesucristo. Y adviértase que así decía el bienaventurado

Francisco este oficio: primero decía la oración que el Señor y Maestro nos enseñó:

Santísimo Padre nuestro, etc., con las alabanzas, a saber: Santo, santo, santo, como se

contiene más arriba. Terminadas las alabanzas con la oración, comenzaba esta antífona:

Santa Virgen María. Francisco decía en primer lugar los salmos de Santa María; después

decía otros salmos que había elegido y, al final de todos esos salmos, decía los salmos de

la pasión. Terminado el salmo, decía esta antífona: Santa Virgen María. Terminada la

antífona, se había concluido el oficio.

 

 

 

 

 

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

Parte I

 

Para el triduo sacro de la semana santa y ferias del año

 

Completas

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo I

 

1Oh Dios, te conté mi vida, * y tú pusiste mis lágrimas en tu presencia (Sal 55,8b-

9).

 

2Todos mis enemigos tramaban males contra mí (Sal 40,8 - Salterio Romano=R), *

y juntos celebraron consejo (cf. Sal 70,10c - Salterio Galicano=G).

 

3Y me devolvieron mal por bien, * y odio por mi amor (cf. Sal 108,5).

 

4En lugar de amarme, me criticaban, * pero yo oraba (Sal 108,4).

 

5Padre santo mío (Jn 17,11), rey del cielo y de la tierra, no te alejes de mí, *

porque la tribulación está cerca y no hay quien me ayude (Sal 21,12 - R).

 

6Retrocedan mis enemigos * el día en que te invoque; así conoceré que tú eres mi

Dios (Sal 55,10 - cf. R).

 

7Mis amigos y mis compañeros se acercaron y se quedaron en pie frente a mí, * y

mis allegados se quedaron lejos de pie (Sal 37,12 - R).

 

8Alejaste de mí a mis conocidos, * me consideraron como abominación para ellos,

fui traicionado y no huía (Sal 87,9 - cf. R).

 

9Padre santo (Jn 17,11), no alejes tu auxilio de mí (Sal 21,20); * Dios mío, atiende

a mi auxilio (cf. Sal 70,12).

 

10Ven en mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo: Como era en el principio, ahora y

siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

Antífona:

 

 

 

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

1Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las

mujeres, 2hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro

santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: 3ruega por nosotros con san

Miguel arcángel y con todas las virtudes de los cielos y con todos los santos ante tu

santísimo amado Hijo, Señor y maestro.- Gloria al Padre. Como era.

 

Adviértase que la sobredicha antífona se dice en todas las horas; y se dice en lugar

de la antífona, de la capítula, del himno, del versículo y de la oración; y así se hace en

maitines y en todas las horas. Ninguna otra cosa decía en ellas, sino esta antífona con sus

salmos. Para terminar el oficio, el bienaventurado Francisco decía siempre:

 

Oración:

 

Bendigamos al Señor Dios vivo y verdadero: tributémosle siempre alabanza, gloria,

honor, bendición y todos los bienes. Amén. Amén. Hágase. Hágase.

 

Maitines

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo II

 

1Señor, Dios de mi salvación, * de día y de noche clamé ante ti (Sal 87,2).

 

2Llegue mi oración a tu presencia, * inclina tu oído a mi súplica (Sal 87,3).

 

3Atiende a mi alma y rescátala, * por causa de mis enemigos, líbrame (Sal 68,19).

 

4Porque tú eres quien me sacó (R) del vientre materno, ' mi esperanza desde los

pechos de mi madre; * desde su seno fui lanzado a ti (Sal 21,10).

 

5Desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios; * no te apartes de mí (Sal 21,11).

 

6Tú conoces mi oprobio y mi confusión * y mi vergüenza (Sal 68,20). 7En tu

presencia están todos los que me atribulan; * improperio y miseria esperó mi corazón

(Sal 68,21).

 

8Y esperé que alguien se contristara conmigo, y no lo hubo; * y que alguien me

consolara, y no lo encontré (Sal 68,21).

 

9Oh Dios, los inicuos se alzaron contra mí, * y la sinagoga de los poderosos

anduvo buscando mi alma; y no te pusieron a ti ante sus ojos (Sal 85,14).

 

 

 

 

37


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

10Fui contado con los que bajan a la fosa; * llegué a ser como un hombre sin

ayuda, libre entre los muertos (Sal 87,5-6).

 

11Tú eres mi Padre santísimo, * Rey mío y Dios mío (Sal 43,5).

 

12Atiende a mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).

 

 

 

 

Prima

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo III

 

1Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí, * porque mi alma confía en ti (Sal

56,2).

 

2Y esperaré a la sombra de tus alas, * hasta que pase la iniquidad (Sal 56,2).

 

3Clamaré al santísimo Padre mío altísimo, * al Señor, que ha sido mi bienhechor

(cf. Sal 56,3).

 

4Envió desde el cielo y me libró, * entregó al oprobio a los que me pisoteaban (Sal

56,4).

 

5Envió Dios su misericordia y su verdad; * libró mi alma (Sal 56,4-5 - R) de mis

fortísimos enemigos y de aquellos que me odiaron, porque se hicieron fuertes contra mí

(Sal 17,18).

 

6Prepararon un lazo para mis pies, * y doblegaron mi alma (Sal 56,7).

 

7Cavaron ante mí una fosa, * y cayeron en ella (Sal 56,7).

 

8Mi corazón está preparado, oh Dios, mi corazón está preparado; * cantaré y

recitaré un salmo (Sal 56,8).

 

9Levántate, gloria mía, levántate, arpa y cítara; * me levantaré a la aurora (Sal

56,9).

 

10Te confesaré entre los pueblos, Señor, * y te recitaré un salmo entre las gentes

(Sal 56,10).

 

11Porque tu misericordia se ha engrandecido hasta los cielos; * y hasta las nubes,

 

 

38


 

 

 

tu verdad (Sal 56,11).


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


 

12Álzate sobre los cielos, oh Dios; * y sobre toda la tierra, tu gloria (Sal 56,12).

 

Adviértase que el predicho salmo se dice siempre en prima.

 

 

 

 

Tercia

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo IV

 

1Ten piedad de mí, oh Dios, porque me ha pisoteado el hombre, * todo el día

hostigándome me ha atribulado (Sal 55,2).

 

2Mis enemigos me han pisoteado todo el día, * porque son muchos los que

guerrean contra mí (Sal 55,3).

 

3Todos mis enemigos maquinaban males contra mí, * pronunciaron una palabra

inicua contra mí (Sal 40,8-9 - cf. R).

 

4Los que acechaban mi alma * celebraron consejo juntos (Sal 70,10).

 

5Salían fuera * y hablaban (Sal 40,7 - R) sobre eso mismo (Sal 40,8 - G).

 

6Todos los que me vieron se rieron de mí, * hicieron muecas y movieron la cabeza

(Sal 21,8).

 

7Y yo soy gusano y no hombre, * oprobio de los hombres y desecho del pueblo

(Sal 21,7).

 

8Me he convertido en gran oprobio para mis vecinos, más que todos mis

enemigos, * y en temor para mis conocidos (Sal 30,12).

 

9Padre santo (Jn 17,11), no alejes tu auxilio de mí, * mira por mi defensa (Sal

21,20).

 

10Atiende a mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).

 

 

 

 

Sexta

 

 

39


 

ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo V

 

1A voz en grito clamé al Señor, * a voz en grito supliqué al Señor (Sal 141,2).

 

2En su presencia derramo mi oración, * y ante él expongo mi tribulación (Sal

141,3).

 

3Cuando me va faltando el aliento, * y tú conoces mis senderos (Sal 141,4).

 

4En este camino por donde andaba, * los soberbios me escondieron un lazo (Sal

141,4 - cf. R).

 

5Yo miraba a la derecha, y veía, * y no había quien me conociese (Sal 141,5).

 

6No tengo adonde huir, * y no hay quien cuide de mi alma (Sal 141,5).

 

7Porque por ti soporté el oprobio, * la confusión cubrió mi rostro (Sal 68,8).

 

8Me he convertido en extraño para mis hermanos, * y en peregrino para los hijos

de mi madre (Sal 68,9).

 

9Padre Santo (Jn 17,11), el celo de tu casa me devoró, * y los oprobios de los que

te censuraban cayeron sobre mí (Sal 68,10).

 

10Y se alegraron a mi costa y se reunieron, * se acumularon sobre mí los azotes y

de improviso (Sal 34,15).

 

11Se multiplicaron más que los cabellos de mi cabeza * los que me odiaron sin

causa (Sal 68,5).

 

12Se hicieron fuertes los enemigos que me perseguían injustamente; * devolví

entonces lo que no había robado (Sal 68,5).

 

13Levantándose testigos inicuos, * me preguntaban lo que no sabían (Sal 34,11).

 

14Me devolvían mal por bien (Sal 34,12) y me criticaban, * porque seguía la

bondad (Sal 37,21).

 

15Tú eres mi Padre santísimo, * Rey mío y Dios mío (Sal 43,5).

 

16Atiende a mi ayuda, * Señor, Dios de mi salvación (Sal 37,23).

 

 

 

 

40


 

 

 

 

 

 

Nona


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo VI

 

1Oh todos vosotros los que pasáis por el camino, * atended y ved si hay dolor

como mi dolor (Lam 1,12).

 

2Porque me rodearon perros innumerables, * me asedió el consejo de los malvados

(Sal 21,17).

 

3Ellos me miraron y contemplaron, * se repartieron mis vestidos y echaron a

suerte mi túnica (Sal 21,18-19).

 

4Taladraron mis manos y mis pies, * y contaron todos mis huesos (Sal 21,17-18 -

R).

 

5Abrieron su boca contra mí, * como león que apresa y ruge (Sal 21,14).

 

6Estoy derramado como el agua, * y todos mis huesos están dislocados (Sal

21,15).

 

7Y mi corazón se ha vuelto como cera que se derrite * en medio de mis entrañas

(Sal 21,15 - R).

 

8Se secó mi vigor como una teja, * y mi lengua se me pegó al paladar (Sal 21,16).

 

9Y me dieron hiel para mi comida, * y en mi sed me dieron vinagre (Sal 68,22).

 

10Y me llevaron al polvo de la muerte (cf. Sal 21,16), * y aumentaron el dolor de

mis llagas (Sal 88,27).

 

11Yo dormí y me levanté (Sal 3,6 - R), * y mi Padre santísimo me recibió con

gloria (cf. Sal 72,24).

 

12Padre santo (Jn 17,11), sostuviste mi mano derecha ' y me guiaste según tu

voluntad, * y me recibiste con gloria (Sal 72,24 - R).

 

13Pues, ¿qué hay para mí en el cielo?; * y fuera de ti, ¿qué he querido sobre la

tierra? (Sal 72,25).

 

 

 

41


 

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