¡Dios te salve María!
 

ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

14Mirad, mirad, porque yo soy Dios, dice el Señor; * seré ensalzado entre las

gentes y seré ensalzado en la tierra (cf. Sal 45,11).

 

15Bendito el Señor Dios de Israel (Lc 1,68), que redimió las almas de sus siervos

con su propia santísima sangre, * y no abandonará a ninguno de los que esperan en él

(Sal 33,23 - R).

 

16Y sabemos que viene, * que vendrá a juzgar la justicia (cf. Sal 95,13 - R).

 

 

 

 

Vísperas

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo VII

 

1Pueblos todos, batid palmas, * aclamad a Dios con gritos de júbilo (Sal 46,2).

 

2Porque el Señor es excelso, * terrible, Rey grande sobre toda la tierra (Sal 46,3).

 

3Porque el santísimo Padre del cielo, nuestro Rey antes de los siglos, * envió a su

amado Hijo desde lo alto y realizó la salvación en medio de la tierra (Sal 73,12).

 

4Alégrense los cielos y exulte la tierra, ' conmuévase el mar y cuanto lo llena; * se

alegrarán los campos y todo lo que hay en ellos (Sal 95,11-12).

 

5Cantadle un cántico nuevo, * cantad al Señor, toda la tierra (Sal 95,1).

 

6Porque grande es el Señor y muy digno de alabanza, * más temible que todos los

dioses (Sal 95,4).

 

7Familias de los pueblos, ofreced al Señor, ' ofreced al Señor gloria y honor, *

ofreced al Señor gloria para su nombre (Sal 95,7-8).

 

8Ofreced vuestros cuerpos ' y llevad a cuestas su santa cruz, * y seguid hasta el

fin sus santísimos preceptos (cf. Lc 14,27; 1 Pe 2,21).

 

9Tiemble en su presencia la tierra entera; * decid entre las gentes que el Señor

reinó desde el madero (Sal 95,9-10 - G/R).

 

Hasta aquí se dice a diario desde el Viernes Santo hasta la fiesta de la Ascensión. Y

en la fiesta de la Ascensión se añaden estos versículos:

 

 

 

42


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

10Y subió al cielo, y está sentado a la derecha del santísimo Padre en el cielo;

elévate sobre el cielo, oh Dios, * y sobre toda la tierra, tu gloria (Sal 56,12).

 

11Y sabemos que viene, * que vendrá a juzgar la justicia (cf. Sal 95,13 - R).

 

 

 

 

Y adviértase que, desde la Ascensión hasta el Adviento del Señor, se dice a diario

y del mismo modo este salmo, a saber: Pueblos todos, con los sobredichos versículos,

diciendo Gloria al Padre allí donde se termina el salmo, a saber: que vendrá a juzgar la

justicia.

 

Adviértase que los sobredichos salmos se dicen desde el Viernes Santo hasta el

domingo de Resurrección. También se dicen desde la octava de Pentecostés hasta el

Adviento del Señor y desde la octava de la Epifanía hasta el domingo de Resurrección,

exceptuados los domingos y fiestas principales, en que no se dicen; por el contrario, se

dicen todos los otros días.

 

 

 

 

Parte II

 

Para el tiempo pascual

 

En el Sábado Santo, a saber, acabado el día del sábado

 

Completas

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo VIII

 

1Oh Dios, ven en mi auxilio; * Señor, date prisa en socorrerme.

 

2Queden confundidos y avergonzados * los que buscan mi alma.

 

3Que retrocedan y se ruboricen * los que me desean males.

 

4Que retrocedan al punto ruborizados * los que me dicen: Bravo, bravo.

 

5Que se gocen y se alegren en ti todos los que te buscan, * y digan siempre:

‘Magnificado sea el Señor’, los que aman tu salvación.

 

6Mas yo soy necesitado y pobre; * oh Dios, ayúdame.

 

 

43


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

7Mi auxilio y mi libertador eres tú; * Señor, no tardes (Sal 69,2-6).

 

Y se dice a diario en completas, hasta la octava de Pentecostés.

 

 

 

 

Domingo de Resurrección

 

Maitines

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo IX

 

1Cantad al Señor un cántico nuevo, * porque ha hecho maravillas (Sal 97,1).

 

2Su diestra ha sacrificado a su amado Hijo, * y su santo brazo (cf. Sal 97,1).

 

3El Señor ha dado a conocer su salvación, * ante la mirada de las gentes ha

revelado su justicia (Sal 97,2).

 

4En aquel día envió el Señor su misericordia, * y de noche su cántico (Sal 41,9).

 

5Éste es el día que hizo el Señor, * exultemos y alegrémonos en él (Sal 117,24).

 

6Bendito el que viene en el nombre del Señor; * Dios es Señor, y él nos iluminó

(Sal 117,26-27).

 

7Alégrense los cielos y exulte la tierra, ' conmuévase el mar y cuanto lo llena; * se

alegrarán los campos y todo lo que hay en ellos (Sal 95,11-12).

 

8Familias de los pueblos, ofreced al Señor, ' ofreced al Señor gloria y honor, *

ofreced al Señor gloria para su nombre (Sal 95,7-8).

 

Hasta aquí se dice a diario desde el domingo de Resurrección hasta la fiesta de la

Ascensión en todas las horas, excepto en vísperas y en completas y prima. Y la noche

de la Ascensión se añaden estos versículos:

 

9Reinos de la tierra, cantad a Dios, * cantad un salmo al Señor (Sal 67,33).

 

10Cantad un salmo a Dios, que se eleva sobre los cielos, * hacia el oriente (Sal

67,33-34).

 

11He aquí que lanza él su voz, su voz poderosa: ' Dad gloria a Dios en Israel; * su

 

 

 

44


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

magnificencia y su poder en las nubes (Sal 67,34-35).

 

12Admirable es Dios en sus santos; * el Dios de Israel dará poder y fortaleza a su

pueblo; bendito sea Dios (Sal 67,36). Gloria.

 

Y adviértase que este salmo se dice a diario desde la Ascensión del Señor hasta la

octava de Pentecostés, con los sobredichos versículos, en maitines, y en tercia y sexta y

nona, diciendo Gloria al Padre allí donde se dice: bendito sea Dios, y no en otro lugar.

 

Adviértase también que se dice del mismo modo sólo en maitines de los domingos

y fiestas principales, desde la octava de Pentecostés hasta el Adviento del Señor, y

desde la octava de Epifanía hasta el Jueves Santo, porque en este día el Señor comió la

pascua con sus discípulos; igualmente, cuado se quiera, se puede decir otro salmo en

maitines o en vísperas, a saber: Te ensalzaré, Señor, etc. [Sal 29], como está en el

salterio; y esto desde el domingo de Resurrección hasta la fiesta de la Ascensión, y no

más allá.

 

 

 

 

Prima

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo: Ten piedad de mí, oh Dios, como antes [Sal III]

 

Tercia, Sexta y Nona

 

Se dice el Salmo: Cantad, como antes [Sal IX]

 

Vísperas

 

Salmo: Pueblos todos, como antes [Sal VII]

 

 

 

 

Parte III

 

Para los domingos y fiestas principales

 

Comienzan otros salmos que dispuso igualmente nuestro muy bienaventurado

padre Francisco, que han de decirse, en lugar de los sobredichos salmos de la pasión del

Señor, los domingos y las fiestas principales, desde la octava de Pentecostés hasta el

Adviento, y desde la octava de Epifanía hasta el Jueves Santo; entiende bien que se han

 

 

45


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

de decir ese día porque es la pascua del Señor.

 

Completas

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo: Oh Dios, ven en mi auxilio, como está en el salterio [Sal VIII]

 

Maitines

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo: Cantad, como antes [Sal IX]

 

Prima

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo: Ten piedad de mí, oh Dios, como antes [Sal III]

 

 

 

 

Tercia

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo X

 

1Aclamad al Señor, tierra entera, ' decid un salmo en honor de su nombre, * dadle

gloria en alabanza suya (Sal 85,1-2).

 

2Decid a Dios: Qué terribles son tus obras, Señor; * por la grandeza de tu fuerza,

te adularán tus enemigos (Sal 65,3).

 

3Que toda la tierra te adore y salmodie para ti, * que diga un salmo en honor de tu

nombre (Sal 65,4).

 

4Venid, oíd y os contaré, todos los que teméis a Dios, * cuánto ha hecho él a mi

alma (Sal 65,16).

 

5A él clamé con mi boca, * y lo alabé con mi lengua (Sal 65,17 - R).

 

6Y desde su santo templo escuchó mi voz, * y mi clamor llegó a su presencia (Sal

17,7).

 

 

 

46


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

7Bendecid, pueblos, a nuestro Señor; * y haced que se oiga la voz para su alabanza

(cf. Sal 65,8).

 

8Y serán benditas en él todas las tribus de la tierra, * todos los pueblos lo

engrandecerán (Sal 71,17).

 

9Bendito el Señor, Dios de Israel (Lc 1,68), * el único que hace grandes maravillas

(Sal 71,18).

 

10Y bendito su nombre glorioso para siempre; * y toda la tierra se llenará de su

gloria. Amén, amén (Sal 71,19).

 

 

 

 

Sexta

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo XI

 

1Que te escuche el Señor en el día de la tribulación, * que te proteja el nombre del

Dios de Jacob (Sal 19,2).

 

2Que te envíe auxilio desde el santuario, * y que desde Sión mire por ti (Sal 19,3).

3Que se acuerde de todos tus sacrificios, * y que tu holocausto le sea grato (Sal 19,4).

 

4Que te conceda lo que tu corazón desea, * y que confirme todos tus designios

(Sal 19,5).

 

5Nos alegraremos en tu salvación, * y en el nombre del Señor Dios nuestro

seremos engrandecidos (Sal 19,6 - R).

 

6Que el Señor colme todas tus peticiones; ' ahora conozco que (Sal 19,7) el Señor

envió a Jesucristo, su Hijo, * y juzgará a los pueblos con justicia (Sal 9,9).

 

7Y el Señor se ha hecho refugio de los pobres, ' ayuda oportuna en la tribulación; *

y que esperen en ti los que conocen tu nombre (Sal 9,10-11 - R).

 

8Bendito el Señor, mi Dios (Sal 143,1), ' porque se ha hecho mi protector y mi

refugio * en el día de mi tribulación (Sal 58,17).

 

9Ayuda mía, a ti te salmodiaré, ' porque tú, oh Dios, eres mi protector, * Dios

mío, misericordia mía (Sal 58,18).

 

 

47


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

 

 

 

Nona

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo XII

 

1En ti, Señor, esperé, no sea confundido para siempre; * en tu justicia líbrame y

sálvame (Sal 70,1-2).

 

2Inclina a mí tu oído, * y sálvame (Sal 70,2).

 

3Sé tú para mí un Dios protector ' y un lugar fortificado, * para que me salves (Sal

70,3).

 

4Porque tú, Señor, eres mi esperanza, * mi confianza, Señor, desde mi juventud

(Sal 70,5).

 

5En ti estoy apoyado desde el seno materno, ' desde el vientre de mi madre eres tú

mi protector; * en ti está siempre mi canción (Sal 70,6).

 

6Que se llene mi boca de alabanza, ' para que yo cante tu gloria, * tu grandeza todo

el día (Sal 70,8).

 

7Escúchame, Señor, porque tu misericordia es benigna; * mírame según la

inmensidad de tus misericordias (Sal 68,17).

 

8Y no apartes tu rostro de tu siervo; * escúchame enseguida, porque estoy

atribulado (Sal 68,18).

 

9Bendito el Señor, mi Dios (Sal 143,1), ' porque se ha hecho mi protector y mi

refugio * en el día de mi tribulación (Sal 58,17).

 

10Ayuda mía, a ti te salmodiaré, ' porque tú, oh Dios, eres mi protector, * Dios

mío, misericordia mía (Sal 58,18).

 

 

 

 

Vísperas

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo: Pueblos todos, como antes [Sal VII]

 

 

48


 

 

 

 

 

 

Parte IV


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


 

Para el tiempo del Adviento del Señor

 

Comienzan otros salmos que igualmente dispuso nuestro muy bienaventurado

padre Francisco, que se han de decir, en lugar de los sobredichos salmos de la pasión del

Señor, desde el Adviento del Señor hasta la vigilia de Navidad, y no más allá.

 

 

 

 

Completas

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo XIII

 

1¿Hasta cuándo, Señor, me olvidarás por siempre? * ¿Hasta cuándo apartarás tu

rostro de mí?

 

2¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma, * dolor en mi corazón cada día?

 

3¿Hasta cuándo triunfará mi enemigo sobre mí? * Mira y escúchame, Señor, Dios

mío.

 

4Ilumina mis ojos para que nunca me duerma en la muerte, * para que nunca diga

mi enemigo: He prevalecido contra él.

 

5Los que me atribulan se alegrarían si yo cayera; * pero yo he esperado en tu

misericordia.

 

6Mi corazón exultará en tu salvación; cantaré al Señor que me colmó de bienes, * y

salmodiaré al nombre del Señor altísimo (Sal 12,1-6).

 

 

 

 

Maitines

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo XIV

 

1Te alabaré, Señor, santísimo Padre, Rey del cielo y de la tierra, * porque me has

 

 

49


 

ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

consolado (cf. Is 12,1).

 

2Tú, oh Dios, eres mi salvador; * actuaré confiadamente y no temeré (cf. Is 12,2).

 

3Mi fuerza y mi alabanza es el Señor, * y se ha hecho salvación para mí (Is 12,2).

 

4Tu diestra, Señor, se ha engrandecido en la fortaleza; ' tu diestra, Señor, hirió al

enemigo, * y en la inmensidad de tu gloria derribaste a mis adversarios (Ex 15,6-7).

 

5Que lo vean los pobres y se alegren; * buscad a Dios y vivirá vuestra alma (Sal

68,33).

 

6Alábenlo el cielo y la tierra, * el mar y cuanto se mueve en ellos (Sal 68,35).

 

7Porque Dios salvará a Sión, * y se reconstruirán las ciudades de Judá (Sal 68,36 -

R).

 

8Y habitarán allí, * y la adquirirán en herencia (Sal 68,36).

 

9Y la estirpe de sus siervos la poseerá, * y los que aman su nombre habitarán en

ella (Sal 68,37).

 

 

 

 

Prima

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo: Ten piedad de mí, oh Dios, como antes [Sal III]

 

Tercia

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo: Aclamad al Señor, como antes [Sal X]

 

Sexta

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo: Que te escuche el Señor, como antes [Sal XI]

 

Nona

 

Antífona: Santa Virgen María

 

 

50


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

Salmo: En ti, Señor, esperé, como antes [Sal XII]

 

Vísperas

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo: Pueblos todos, como antes [Sal VII]

 

Adviértase también que no se dice todo el salmo, sino hasta el versículo [9]:

Tiemble en su presencia la tierra entera; pero entiéndase bien que se ha de decir todo el

versículo [8]: Ofreced vuestros cuerpos. Acabado este versículo, se dice allí: Gloria al

Padre, y así se dice a diario en Vísperas, desde Adviento hasta la vigilia de Navidad.

 

 

 

 

Parte V

 

Para el tiempo de la Navidad del Señor

 

hasta la octava de Epifanía

 

Vísperas de la Navidad del Señor

 

Antífona: Santa Virgen María

 

Salmo XV

 

1Gritad de gozo a Dios, nuestra ayuda (Sal 80,2); * aclamad al Señor Dios vivo y

verdadero con gritos de júbilo (cf. Sal 46,2).

 

2Porque el Señor es excelso, * terrible, Rey grande sobre toda la tierra (Sal 46,3).

 

3Porque el santísimo Padre del cielo, Rey nuestro antes de los siglos (Sal 73,12), '

envió a su amado Hijo de lo alto, * y nació de la bienaventurada Virgen santa María.

 

4Él me invocó: Tú eres mi Padre; * y yo lo constituiré mi primogénito, excelso

sobre los reyes de la tierra (Sal 88,27-28).

 

5En aquel día envió el Señor su misericordia, * y de noche su cántico (Sal 41,9).

 

6Éste es el día que hizo el Señor, * exultemos y alegrémonos en él (Sal 117,24).

 

7Porque un santísimo niño amado se nos ha dado, ' y nació por nosotros (cf. Is

9,6) de camino y fue puesto en un pesebre, * porque no tenía lugar en la posada (cf. Lc

 

 

51


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

2,7).

 

8Gloria al Señor Dios en las alturas, * y en la tierra, paz a los hombre de buena

voluntad (cf. Lc 2,14).

 

9Alégrense los cielos y exulte la tierra, ' conmuévase el mar y cuanto lo llena; * se

alegrarán los campos y todo lo que hay en ellos (Sal 95,11-12).

 

10Cantadle un cántico nuevo, * cantad al Señor, toda la tierra (Sal 95,1).

 

11Porque grande es el Señor y muy digno de alabanza, * más temible que todos los

dioses (Sal 95,4).

 

12Familias de los pueblos, ofreced al Señor, ' ofreced al Señor gloria y honor, *

ofreced al Señor gloria para su nombre (Sal 95,7-8).

 

13Ofreced vuestros cuerpos ' y llevad a cuestas su santa cruz, * y seguid hasta el

fin sus santísimos preceptos (cf. Lc 14,27; 1 Pe 2,21).

 

Adviértase que este salmo se dice desde la Natividad del Señor hasta la octava de

Epifanía, en todas las horas. Si alguno quiere decir este of icio del bienaventurado

Francisco, dígalo así: primero diga el Padre nuestro, con las alabanzas, a saber: Santo,

santo, santo. Acabadas las alabanzas con la oración, como está más arriba, se comienza

la antífona: Santa María, con el salmo que está establecido para cada hora del día y de la

noche. Y dígase con gran reverencia.

 

------------------------------------------------------------------------

 

 

 

 

 

 

 

ORACIÓN ANTE EL CRUCIFIJO DE SAN DAMIÁN [ORSD]

 

Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta,

esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu

santo y verdadero mandamiento.

 

------------------------------------------------------------------------

 

 

 

 

 

 

 

 

52


 

 

 

 

 

 

Capítulo I


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

REGLA BULADA [Rb=1 R]


 

¡En el nombre del Señor!

 

Comienza la vida de los Hermanos Menores:

 

1La regla y vida de los Hermanos Menores es ésta, a saber, guardar el santo

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad.

2El hermano Francisco promete obediencia y reverencia al señor papa Honorio y a sus

sucesores canónicamente elegidos y a la Iglesia Romana. 3Y los otros hermanos estén

obligados a obedecer al hermano Francisco y a sus sucesores.

 

 

 

 

Capítulo II

 

De aquellos que quieren tomar esta vida, y cómo deben ser recibidos.

 

1Si algunos quisieran tomar esta vida y vinieran a nuestros hermanos, envíenlos a

sus ministros provinciales, a los cuales solamente y no a otros se conceda la licencia de

recibir hermanos. 2Y los ministros examínenlos diligentemente de la fe católica y de los

sacramentos de la Iglesia. 3Y si creen todo esto y quieren confesarlo fielmente y

guardarlo firmemente hasta el fin, 4y no tienen mujer o, si la tienen, también la mujer ha

entrado ya en un monasterio o, emitido ya por ella el voto de continencia, les ha dado

licencia con la autorización del obispo diocesano, y siendo de una tal edad la mujer, que

de ella no pueda originarse sospecha, 5díganles la palabra del santo Evangelio (cf. Mt

19,21, y paralelos), que vayan y vendan todas sus cosas y se apliquen con empeño a

distribuirlas a los pobres. 6Si esto no pudieran hacerlo, les basta la buena voluntad. 7Y

guárdense los hermanos y sus ministros de preocuparse de sus cosas temporales, para

que libremente hagan de sus cosas lo que el Señor les inspire. 8Con todo, si buscan

consejo, que los ministros puedan enviarlos a algunas personas temerosas de Dios, con

cuyo consejo sus bienes se distribuyan a los pobres. 9Después concédanles las ropas del

tiempo de probación, a saber, dos túnicas sin capilla, y cordón y paños menores y

caparón hasta el cordón, 10a no ser que a los mismos ministros alguna vez les parezca

otra cosa según Dios. 11Y finalizado el año de la probación, sean recibidos a la

obediencia, prometiendo guardar siempre esta vida y Regla. 12Y de ningún modo les será

lícito salir de esta religión, conforme al mandato del señor Papa, 13porque, según el

santo Evangelio, nadie que pone la mano al arado y mira atrás, es apto para el reino de

Dios (Lc 9,62). 14Y los que ya prometieron obediencia, tengan una túnica con capilla, y

 

 

53


 

ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

otra sin capilla los que quieran tenerla. 15Y quienes se ven obligados por la necesidad,

puedan llevar calzado. 16Y todos los hermanos vístanse de ropas viles, y puedan

reforzarlas de sayal y otros retazos con la bendición de Dios. 17A los cuales amonesto y

exhorto que no desprecien ni juzguen a los hombres que ven vestidos de telas suaves y

de colores, usar manjares y bebidas delicadas, sino más bien que cada uno se juzgue y

desprecie a sí mismo.

 

 

 

 

Capítulo III

 

Del oficio divino y del ayuno, y cómo los hermanos deben ir por el mundo.

 

1Los clérigos recen el oficio divino según la ordenación de la santa Iglesia Romana,

excepto el salterio, 2por lo que podrán tener breviarios. 3Y los laicos digan veinticuatro

Padrenuestros por maitines; por laudes, cinco; por prima, tercia, sexta y nona, por cada

una de estas horas, siete; por vísperas, doce; por completas, siete; 4y oren por los

difuntos. 5Y ayunen desde la fiesta de Todos los Santos hasta la Natividad del Señor.

6Mas la santa cuaresma que comienza en la Epifanía y dura cuarenta días continuos, la

cual consagró el Señor con su santo ayuno (cf. Mt 4,2), los que voluntariamente la

ayunan, benditos sean del Señor, y los que no quieren, no estén obligados. 7Pero ayunen

la otra, hasta la Resurrección del Señor. 8Y en los otros tiempos no estén obligados a

ayunar, sino el viernes. 9Pero en tiempo de manifiesta necesidad no estén obligados los

hermanos al ayuno corporal. 10Aconsejo de veras, amonesto y exhorto a mis hermanos

en el Señor Jesucristo que, cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan con

palabras (cf. 2 Tim 2,14), ni juzguen a los otros; 11sino sean apacibles, pacíficos y

moderados, mansos y humildes, hablando a todos honestamente, como conviene. 12Y no

deben cabalgar, a no ser que se vean obligados por una manifiesta necesidad o

enfermedad. 13En cualquier casa en que entren, primero digan: Paz a esta casa (cf. Lc

10,5). 14Y, según el santo Evangelio, séales lícito comer de todos los manjares que les

ofrezcan (cf. Lc 10,8).

 

 

 

 

Capítulo IV

 

Que los hermanos no reciban dinero.

 

1Mando firmemente a todos los hermanos que de ningún modo reciban dinero o

pecunia por sí o por interpuesta persona. 2Sin embargo, para las necesidades de los

enfermos y para vestir a los otros hermanos, los ministros solamente y los custodios,

 

 

54


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

por medio de amigos espirituales, tengan solícito cuidado, según los lugares y tiempos y

frías regiones, como vean que conviene a la necesidad; 3esto siempre salvo que, como se

ha dicho, no reciban dinero o pecunia.

 

 

 

 

Capítulo V

 

Del modo de trabajar.

 

1Los hermanos a quienes el Señor ha dado la gracia de trabajar, trabajen fiel y

devotamente, 2de tal suerte que, desechando la ociosidad, enemiga del alma, no apaguen

el espíritu de la santa oración y devoción, al cual las demás cosas temporales deben

servir. 3Y como pago del trabajo, reciban para sí y sus hermanos las cosas necesarias al

cuerpo, excepto dinero o pecunia, 4y esto humildemente, como conviene a siervos de

Dios y seguidores de la santísima pobreza.

 

 

 

 

Capítulo VI

 

Que nada se apropien los hermanos, y del pedir limosna y de los hermanos

enfermos.

 

1Los hermanos nada se apropien, ni casa, ni lugar, ni cosa alguna. 2Y como

peregrinos y forasteros (cf. 1 Pe 2,11) en este siglo, sirviendo al Señor en pobreza y

humildad, vayan por limosna confiadamente, 3y no deben avergonzarse, porque el Señor

se hizo pobre por nosotros en este mundo (cf. 2 Cor 8,9). 4Esta es aquella eminencia de

la altísima pobreza, que a vosotros, carísimos hermanos míos, os ha constituido

herederos y reyes del reino de los cielos, os ha hecho pobres de cosas, os ha sublimado

en virtudes (cf. Sant 2,5). 5Esta sea vuestra porción, que conduce a la tierra de los

vivientes (cf. Sal 141,6). 6Adhiriéndoos totalmente a ella, amadísimos hermanos, por el

nombre de nuestro Señor Jesucristo, ninguna otra cosa jamás queráis tener debajo del

cielo. 7Y, dondequiera que estén y se encuentren los hermanos, muéstrense familiares

mutuamente entre sí. 8Y confiadamente manifieste el uno al otro su necesidad, porque, si

la madre cuida y ama a su hijo (cf. 1 Tes 2,7) carnal, ¿cuánto más amorosamente debe

cada uno amar y cuidar a su hermano espiritual? 9Y, si alguno de ellos cayera en

enfermedad, los otros hermanos le deben servir, como querrían ellos ser servidos (cf. Mt

7,12).

 

 

 

 

 

55


ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

Capítulo VII

 

De la penitencia que se ha de imponer a los hermanos que pecan.

 

1Si algunos de los hermanos, por instigación del enemigo, pecaran mortalmente,

para aquellos pecados acerca de los cuales estuviera ordenado entre los hermanos que se

recurra a solos los ministros provinciales, estén obligados dichos hermanos a recurrir a

ellos cuanto antes puedan, sin tardanza. 2Y los ministros mismos, si son presbíteros,

con misericordia impónganles penitencia; y si no son presbíteros, hagan que se les

imponga por otros sacerdotes de la orden, como mejor les parezca que conviene según

Dios. 3Y deben guardarse de airarse y conturbarse por el pecado de alguno, porque la ira

y la conturbación impiden en sí mismos y en los otros la caridad.

 

 

 

 

Capítulo VIII

 

De la elección del ministro general de esta fraternidad y del capítulo de

Pentecostés.

 

1Todos los hermanos estén obligados a tener siempre por ministro general y

siervo de toda la fraternidad a uno de los hermanos de esta religión, y estén firmemente

obligados a obedecerle. 2En falleciendo el cual, hágase la elección del sucesor por los

ministros provinciales y custodios en el capítulo de Pentecostés, al que los ministros

provinciales estén siempre obligados a concurrir juntamente, dondequiera que fuese

establecido por el ministro general; 3y esto una vez cada tres años o en otro plazo

mayor o menor, según fuere ordenado por dicho ministro. 4Y si en algún tiempo

apareciera a la generalidad de los ministros provinciales y custodios que el dicho

ministro no es suficiente para el servicio y utilidad común de los hermanos, estén

obligados los dichos hermanos, a quienes está confiada la elección, a elegirse en el

nombre del Señor otro para custodio. 5Y después del capítulo de Pentecostés, que los

ministros y custodios puedan, cada uno, si quisieran y les pareciera que conviene,

convocar a sus hermanos a capítulo una vez ese mismo año en sus custodias.

 

 

 

 

Capítulo IX

 

De los predicadores.

 

1Los hermanos no prediquen en la diócesis de un obispo, cuando éste se lo haya

denegado. 2Y ninguno de los hermanos se atreva en absoluto a predicar al pueblo, a no

 

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

ser que haya sido examinado y aprobado por el ministro general de esta fraternidad, y

por él le haya sido concedido el oficio de la predicación. 3Amonesto también y exhorto a

los mismos hermanos a que, en la predicación que hacen, su lenguaje sea ponderado y

sincero (cf. Sal 11,7; 17,31), para provecho y edificación del pueblo, 4anunciándoles los

vicios y las virtudes, la pena y la gloria con brevedad de sermón; porque palabra

abreviada hizo el Señor sobre la tierra (cf. Rom 9,28).

 

 

 

 

Capítulo X

 

De la amonestación y corrección de los hermanos.

 

1Los hermanos que son ministros y siervos de los otros hermanos, visiten y

amonesten a sus hermanos, y corríjanlos humilde y caritativamente, no mandándoles

nada que sea contrario a su alma y a nuestra Regla. 2Mas los hermanos que son súbditos

recuerden que, por Dios, negaron sus propias voluntades. 3Por lo que firmemente les

mando que obedezcan a sus ministros en todo lo que al Señor prometieron guardar y no

es contrario al alma y a nuestra Regla. 4Y dondequiera haya hermanos que sepan y

conozcan que no pueden guardar espiritualmente la Regla, a sus ministros puedan y

deban recurrir. 5Y los ministros recíbanlos caritativa y benignamente, y tengan tanta

familiaridad para con ellos, que los hermanos puedan hablar y obrar con ellos como los

señores con sus siervos; 6pues así debe ser, que los ministros sean siervos de todos los

hermanos. 7Amonesto de veras y exhorto en el Señor Jesucristo que se guarden los

hermanos de toda soberbia, vanagloria, envidia, avaricia (cf. Lc 12,15), cuidado y

solicitud de este siglo (cf. Mt 13,22), detracción y murmuración, y los que no saben

letras, no se cuiden de aprenderlas; 8sino que atiendan a que sobre todas las cosas deben

desear tener el Espíritu del Señor y su santa operación, 9orar siempre a él con puro

corazón y tener humildad, paciencia en la persecución y en la enfermedad, 10y amar a

esos que nos persiguen, nos reprenden y nos acusan, porque dice el Señor: Amad a

vuestros enemigos y orad por los que os persiguen y os calumnian (cf. Mt 5,44).

11Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el

reino de los cielos (Mt 5,10). 12Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo (Mt

10,22).

 

 

 

 

Capítulo XI

 

Que los hermanos no entren en los monasterios de monjas.

 

 

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

1Mando firmemente a todos los hermanos que no tengan sospechosas relaciones o

consejos con mujeres, 2y que no entren en los monasterios de monjas, fuera de aquellos

a quienes les ha sido concedida una licencia especial por la Sede Apostólica; 3y no se

hagan padrinos de hombres o mujeres, para que, con esta ocasión, no se origine

escándalo entre los hermanos o respecto a los hermanos.

 

 

 

 

Capítulo XII

 

De los que van entre los sarracenos y otros infieles.

 

1Cualesquiera hermanos que, por divina inspiración, quieran ir entre los sarracenos

y otros infieles, pidan la correspondiente licencia de sus ministros provinciales. 2Pero

los ministros a ninguno le concedan la licencia de ir, sino a aquellos que vean que son

idóneos para enviar. 3Con miras a todo lo dicho, impongo por obediencia a los ministros

que pidan del señor Papa uno de los cardenales de la santa Iglesia Romana, que sea

gobernador, protector y corrector de esta fraternidad, 4para que, siempre súbditos y

sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, estables en la fe católica (cf. Col 1,23),

guardemos la pobreza y humildad y el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, que

firmemente hemos prometido.

 

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REGLA NO BULADA [Rnb=1 R]

 

 

 

 

Prólogo

 

1¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo! 2Ésta es la vida del

Evangelio de Jesucristo, que el hermano Francisco pidió al señor papa que se la

concediera y confirmara; y él se la concedió y confirmó para sí y para sus hermanos,

presentes y futuros. 3El hermano Francisco y todo el que sea en el futuro cabeza de esta

religión, prometa obediencia y reverencia al señor papa Inocencio y a sus sucesores. 4Y

todos los otros hermanos estén obligados a obedecer al hermano Francisco y a sus

sucesores.

 

 

 

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

 

 

 

Cap. I: Que los hermanos deben vivir sin propio y en castidad y obediencia

 

1La regla y vida de estos hermanos es ésta, a saber, vivir en obediencia, en castidad

y sin propio, y seguir la doctrina y las huellas de nuestro Señor Jesucristo, quien dice:

2Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás

un tesoro en el cielo; y ven, sígueme (Mt 19,21; cf. Lc 18,22). 3Y: Si alguno quiere venir

en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame (Mt 16,24). 4Del mismo

modo: Si alguno quiere venir a mí y no odia padre y madre y mujer e hijos y hermanos y

hermanas, y aun hasta su vida, no puede ser discípulo mío (Lc 14,26). 5Y: Todo el que

haya dejado padre o madre, hermanos o hermanas, mujer o hijos, casas o campos por mí,

recibirá cien veces más y poseerá la vida eterna (cf. Mt 19,29; Mc 10,29; Lc 18,29).

 

 

 

 

Cap. II: De la admisión y vestidos de los hermanos

 

1Si alguno, queriendo por inspiración divina tomar esta vida, viene a nuestros

hermanos, sea recibido benignamente por ellos. 2Y si está decidido a tomar nuestra vida,

guárdense mucho los hermanos de entrometerse en sus negocios temporales, y

preséntenlo a su ministro cuanto antes puedan. 3El ministro, por su parte, recíbalo

benignamente y confórtelo y expóngale diligentemente el tenor de nuestra vida. 4Hecho

lo cual, el susodicho candidato, si quiere y puede espiritualmente y sin impedimento,

venda todas sus cosas y aplíquese con empeño a distribuirlas todas a los pobres.

5Guárdense los hermanos y el ministro de los hermanos de entrometerse en absoluto en

sus negocios; 6y no reciban dinero alguno ni por sí mismos ni por medio de persona

interpuesta. 7Sin embargo, si se encuentran en la indigencia, por causa de la necesidad

pueden los hermanos recibir, como los demás pobres, las cosas necesarias al cuerpo,

exceptuado el dinero. 8Y cuando el candidato regrese, el ministro concédale para un año

las ropas del tiempo de probación, a saber, dos túnicas sin capilla, y el cordón y los

paños menores y el caparón hasta el cordón. 9Y finalizado el año y término de la

probación, sea recibido a la obediencia. 10Después no le será lícito entrar en otra

religión, ni «vaguear fuera de la obediencia», conforme al mandato del señor papa y

según el Evangelio; porque nadie que pone la mano al arado y que mira atrás, es apto

para el reino de Dios (Lc 9,62). 11Y si viniera alguno que no puede dar sus bienes sin

impedimento, pero tiene voluntad espiritual, que los deje y le basta. 12Ninguno sea

recibido contra la forma e institución de la santa Iglesia.

 

13Mas los otros hermanos, los que ya prometieron obediencia, tengan una túnica

 

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

con capilla y otra sin capilla, si fuera necesario, y cordón y paños menores. 14Y todos

los hermanos vístanse de ropas viles, y puedan reforzarlas de sayal y otros retazos con

la bendición de Dios; porque dice el Señor en el Evangelio: Los que visten de ropa

preciosa y viven en delicias (Lc 7,25) y los que se visten con vestidos muelles, en las

casas de los reyes están (Mt 11,8). 15Y aunque se les llame hipócritas, no cesen, sin

embargo, de obrar bien, y no busquen vestidos caros en este siglo, para que puedan tener

un vestido en el reino de los cielos.

 

 

 

 

Cap. III: Del oficio divino y del ayuno

 

1Dice el Señor: Esta clase de demonios no puede salir sino con ayuno y oración

(cf. Mc 9,26); 2y de nuevo: Cuando ayunáis, no os pongáis tristes como los hipócritas

(Mt 6,16).

 

3Por eso, todos los hermanos, ya clérigos ya laicos, recen el oficio divino, las

alabanzas y las oraciones, tal como deben hacerlo. 4Los clérigos recen el oficio y oren

por los vivos y por los muertos según la costumbre de los clérigos. 5Y por los defectos

y negligencias de los hermanos digan cada día el Miserere mei Deus (Sal 50) con el

Padrenuestro; 6y por los hermanos difuntos digan el De profundis (Sal 129) con el

Padrenuestro. 7Y pueden tener solamente los libros necesarios para cumplir su oficio.

8Y también a los laicos que saben leer el salterio les sea permitido tenerlo. 9Pero a los

otros, que no saben letras, no les sea permitido tener libro alguno. 10Los laicos digan el

Credo y veinticuatro Padrenuestros con el Gloria al Padre, por maitines; y por laudes,

cinco; por prima, el Credo y siete Padrenuestros con el Gloria al Padre; por tercia, sexta

y nona, por cada una de estas horas, siete; por vísperas, doce; por completas, el Credo y

siete Padrenuestros con el Gloria al Padre; por los muertos, siete Padrenuestros con el

Requiem aeternam; y por los defectos y negligencias de los hermanos, tres

Padrenuestros cada día.

 

11E igualmente, todos los hermanos ayunen desde la fiesta de Todos los Santos

hasta Navidad, y desde Epifanía, cuando nuestro Señor Jesucristo comenzó a ayunar,

hasta Pascua. 12Mas en otros tiempos no estén obligados a ayunar, según esta vida, sino

el viernes. 13Y séales lícito comer de todos los manjares que les ofrezcan, según el

Evangelio (cf. Lc 10,8).

 

 

 

 

Cap. IV: De los ministros y de los otros hermanos: cómo han de organizarse

 

 

 

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ESCRITOS COMPLETOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 

1¡En el nombre del Señor! 2Todos los hermanos que son constituidos ministros y

siervos de los otros hermanos, coloquen a sus hermanos en las provincias y en los

lugares en que estén, visítenlos con frecuencia y amonéstenlos espiritualmente y

confórtenlos. 3Y todos mis otros frailes benditos obedézcanles diligentemente en aquello

que mira a la salvación del alma y no es contrario a nuestra vida. 4Y compórtense entre

sí como dice el Señor: Todo cuanto queréis que os hagan los hombres, hacédselo también

vosotros a ellos (Mt 7,12); 5y: No hagas al otro lo que no quieres que se te haga (Tob

4,15). 6Y recuerden los ministros y siervos que dice el Señor: No he venido a ser servido

sino a servir (Mt 20,28), y que, porque les ha sido confiado el cuidado de las almas de

los hermanos, si algo de ellos se pierde por su culpa y mal ejemplo, tendrán que dar

cuenta en el día del juicio

 

 ante el Señor Jesucristo (cf. Mt 12,36).

 

 

 

 

Cap. V: De la corrección de los hermanos que tropiezan

 

1Por lo tanto, custodiad vuestras almas y las de vuestros hermanos, porque es

horrendo caer en las manos del Dios vivo (Heb 10,31). 2Y si alguno de los ministros

ordenara a alguno de los hermanos algo contra nuestra vida o contra su alma, no esté

obligado a obedecerle, porque no es obediencia aquella en la que se comete delito o

pecado. 3Sin embargo, todos los hermanos que están bajo los ministros y siervos,

consideren razonable y caritativamente los hechos de los ministros y siervos. 4Y si

vieren que alguno de ellos camina carnalmente y no espiritualmente, en comparación de

la rectitud de nuestra vida, si no se enmendare después de la tercera amonestación,

denúncienlo al ministro y siervo de toda la fraternidad en el capítulo de Pentecostés, sin

que lo impida contradicción alguna. 5Y si entre los hermanos hubiera en cualquier parte

algún hermano que quiere caminar carnalmente y no espiritualmente, los hermanos con

quienes está, amonéstenlo, instrúyanlo y corríjanlo humilde y caritativamente. 6Y si

después de la tercera amonestación no quisiera enmendarse, envíenlo cuanto antes

puedan a su ministro y siervo o notifíquenselo, y que el ministro y siervo haga de él

como mejor le parezca que conviene según Dios.

 

7Y guárdense todos los hermanos, tanto los ministros y siervos como los otros, de

turbarse o airarse por el pecado o mal del otro, porque el diablo quiere echar a perder a

muchos por el delito de uno solo; 8por el contrario, ayuden espiritualmente como mejor

puedan al que pecó, porque no necesitan médico los sanos sino los que están mal (cf. Mt

9,12 y Mc 2,17).

 

 

 

 

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