¡Dios te salve María!
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ViveTuFeCatolica Reunión Sábado Tema: San José Moscati
Fue juez en el Tribunal de Cassino, Presidente del Tribunal de Benevento, Consejero de la Corte de Apelo, primero en Ancona y después en Nápoles, donde murió el 21 de diciembre de 1897. Francesco Moscati conoció y se casó con Rosa de Luca, marquesa de Roseto, en Cassino. José fue el séptimo de nueve hijos. Hasta que vivió, el padre del Santo llevó su familia al pueblo nativo todos los años, para transcurrir un período de descanso y para estar en contacto con la naturaleza. Todos juntos iban a la iglesia de las Clarisas y muchas veces Francesco mismo ayudaba a Misa. Entre los familiares de Moscati, Gennaro y Nina merecen un recuerdo particular. Gennaro era el primogénito. Así el Santo escribía de él: "Gennarino es el que ha hecho las veces de nuestro padre, que nos ha criado; es el que merece todo nuestro respecto y reverencia". Nina fue la única mujer a sobrevivir en la familia Moscati. Su hermano Eugenio hablando de la caridad del Santo dijo: "José hacía el bien con la complicidad de nuestra hermana Nina". Nina siguió José por toda la vida y lo ayudó en las obras benéficas y de apostolado. Había una extraordinaria afinidad espiritual entre ellos. Nina murió cuatro años después del Santo, el 24 de septiembre de 1931. José, ingresó a la universidad para estudiar medicina y a los veintidós años de edad se graduó con las mejores calificaciones de su generación. Se levantaba diariamente muy temprano para ir a misa y recibir la comunión. Después se dirigía a las colonias pobres para ver algunos enfermos y a las ocho treinta de la mañana iniciaba el trabajo en el hospital. De los pobres nunca aceptaba honorarios, antes bien los curaba a sus expensas o los ayudaba sin hacerse notar. Después de la muerte del doctor, su hermana Ana aseguró que durante su vida, dedicó todas sus ganancias -que no eran pocas- a los pobres, sin quedarse con nada. Cuando todos estaban a salvo, el techo del edificio se derrumbó por el peso de las cenizas. Durante la epidemia de cólera de 1911 en Nápoles, se mantuvo en su puesto a pesar de que los demás médicos se ausentaban, sosteniendo con abnegación heroica las tareas más difíciles en las zonas más afectadas de la ciudad. A pesar de la renuncia a la cátedra universitaria, Moscati fue siempre profesor y maestro. En efecto el futuro santo prefirió estar junto a los enfermos pero no renunció a la enseñanza. Moscati era particularmente predispuesto a la enseñanza porque a su sólida preparación se unía el deseo de estar al día, la pasión por la investigación, una curiosidad innata por las novedades y la capacidad de dominar distintos sectores de la medicina sin invadir las especializaciones de los demás, entendiendo los diferentes ámbitos, examinando las posibilidades y los límites. Además, tenía capacidades expresivas, comunicativas y persuasivas junto a un aspecto noble y digno y a un buen físico. El recuerdo de sus Estudiantes Felice Piccinini - "A veces parecía cansado, pero sonreía de nuevo como veía sus amigos y especialmente sus estudiantes [...]. Tenía capacidad para arrastrar a una masa de estudiantes jóvenes que lo consideraban un verdadero educador cristiano, un maestro que se dedicaba a las ciencias positivas obteniendo grandes honores y que reconocía en la majestad y hermosura de la naturaleza la obra de una fuerza superior, el juicio, el orden y la potencia infinita de un Dios que llamaba Divina Providencia." La Eucaristía como el centro de la vida de Moscati ¿De dónde Moscati sacaba su vitalidad espiritual, su amor por los pobres, su equilibrio entre ciencia y fe que era la parte fundamental de su ejercicio profesional? Él mismo nos contesta. La señorita Emilia Pavese, que trabajaba en hospital y era testigo de su trabajo intenso le preguntó un día el origen de su fuerza inagotable. Moscati contestó con las palabras de San Pablo: “Yo puedo hacer todo gracias a Ése que me consuela.”(Fil. 4, 13). Desde mañana se unía a Dios y adoraba a Jesús Sacramentado mirando el ábside de la iglesia del Gesù Nuovo a través de su ventana. “Con respecto a la devoción hacia la Santísima Eucaristía – dijo el Doct. Enrico Sica – puedo decir que el Siervo de Dios recibía la Santa Comunión todos los días y siempre se predisponía para aquel Sacramento con un sincero agradecimiento.” Y el abogado Nicola Mastelloni: “Moscati mostraba mucha devoción en todas sus ejercicios espirituales como ir a Misa, recibir la Santa Comunión, adorar al Santísimo Sacramento. Su recogimiento espiritual revelaba claramente su grande amor por Dios.” El Padre jesuita Giovanni Aromatisi, consejero espiritual de Moscati declaró: “A propósito de su devoción hacia el Santísimo Sacramento, puedo asegurar que éste fue el centro de su vida. Recibía la Santa Comunión todos los días también a costa de muchas molestias. De hecho, era capaz de viajar toda la noche en ayunas para recibir el sacramento el día siguiente. Todos sus enfermos, especialmente los que estaban lejos en Sicilia o Calabria, sabían que para haber una visita de Moscati tenían que asegurar la presencia de un sacerdote de modo que el Siervo de Dios pudiera ir a misa, ayudarla y recibir la Santa Comunión.” Extraordinario amor para la Virgen María Desde niño Moscati sintió un amor extraordinario para la Virgen. María siempre estaba presente en sus pensamientos, a menudo hablaba de ella, siempre llevaba consigo la corona del rosario que tocaba y besaba muchas veces. Cuando las campanas sonaban el Ave María, hacía el signo de la cruz e invitaba la gente en hospital a recitar el Ángelus. Se guarda todavía una estatua de mármol de la Virgen, que él veneraba en su casa. Sobre la mesa de su dormitorio tenía en cambio una estatua de bronce pequeña que representa María y el Niño que duerme sobre sus rodillas. María hace un signo de silencio con el dedo sobre la boca. Bajo está indicado el título: "Vierge au silence" (La Virgen del silencio). Todos los que han conocido el futuro santo lo afirman y citan muchos particulares de esta pobreza. Moscati no era metalizado y siempre daba lo que tenía a los pobres; llevaba trajes decorosos y su hermana Nina se ocupaba de su vestuario. Mesurado en la comida, no amaba los refinamientos y no tenía carrozas, coches o caballos a diferencia de sus colegas. Cuenta el jesuita P.Antonio de Pergola que, a la vuelta de Vico Equense en compañía de Moscati, se detuvieron en Castellammare di Stabia y se dirigieron al "pobre y miserable domicilio de un ferroviario enfermo, alrededor de cuya cabecera se hallaban los compañeros del enfermo y quienes, en el mismo tren, habían rogado al profesor que fuera a visitarlo." Moscati dio inicio al reconocimiento y el Padre, al notar que los ferroviarios recolectaban dinero para pagarle, intentó disuadirles. Moscati se dio cuenta y entonces "se acercó y con elocuente sencillez les dirigió estas palabras: 'Ya que vosotros, renunciando a una parte de vuestro duro trabajo, habéis acudido en auxilio de vuestro amigo enfermo, yo me asocio a vuestro sentido humanitario y contribuyo a la colecta con un cuota, para que el enfermo pueda conseguir, con el total acumulado, los medios necesarios para curar la enfermedad', y les entregó tres billetes de 10 liras." Una monja del Sagrado Corazón ha contado que Moscati, al visitar a una enferma, le recetó un tratamiento, pero durante su segunda visita vio que no había seguido dicho tratamiento. Al darse cuenta de que, a pesar de que era espaciosa, la casa no podía disimular la pobreza, "halló enseguida el modo de remediar discretamente la situación: usó palabras de reprensión, diciéndoles que cuando se llama al médico, hay que seguir sus consejos, tras de lo cual se marchó. La familia se quedó apesadumbrada, pero más tarde, al retirar los almohadones de la enferma, encontraron un billete de 500 liras. El Dr. Moscati, para evitar reacciones de admiración ante su caridad, prefirió asumir una actitud de reprensión y aspereza." Su densa jornada, llena de ocupaciones en el hospital, la universidad, el consultorio y las visitas domiciliarias, quebrantaron su salud. Murió el 12 de abril de 1927. Aquella mañana, como siempre, asistió al hospital, visitando a numerosos enfermos. Hacia las tres de la tarde se sentó en un sillón, donde murió. Entre los primeros que acudieron a rezar ante su cadáver estuvo el cardenal Ascalesi, quien ante los presentes, pronunció estas conmovedoras palabras: “El doctor pertenecía a la Iglesia; no a aquella de quienes sanó el cuerpo, sino de la de quienes salvó el alma y que salieron a su encuentro mientras subía al cielo”. Fue beatificado en 1975 por el papa Pablo VI. En vista de la canonización es examinada la curación de una leucemia (mielosis aguda mieloblástica) del joven Giuseppe Montefusco, ocurrida en 1979. La señora fue a la Iglesia del Gesú Nuovo, y enseguida reconoció el rostro de la foto vista en sueños. Desde ese momento empezó a rezar a Moscati, y consiguió que se le unieran parientes y amigos. Su hijo Giuseppe se curó totalmente en pocos días. Retornó a su duro trabajo de herrero y no ha vuelto a sufrir recaídas. Después se casó, y ahora vive felizmente con su mujer e hijos. ORACION
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