¡Dios te salve María!
 

ViveTuFeCatolica

Reunión Sábado 12 de Junio de 2010

Tema: Santo Rosario

Exponente: Luis (doin53)

Dios te salve Reina y madre de misericordia

 Vida, dulzura y esperanza nuestra

 Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva

 a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas

 ea pues Señora y abogada nuestra

 Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos

 y después de este destierro muéstranos a Jesús

 Fruto Bendito de tu vientre

 Oh Clementísima, oh Piadosa o dulce siempre Virgen María

 ruega por nosotros Santa Madre de Dios

 para que seamos dignos de alcanzar la promesas

Amen



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Vamos a iniciar explicando un poco acerca de las cuentas;

 El empleo de instrumentos para contar las oraciones repetidas es antiquísimo, y no es de uno exclusivo de los cristianos, sino también ha sido empleado en otras culturas y religiones; noticias de ello las tenemos en esculturas procedentes de Ninive del s. IX a.C. Y en el libro "Delle meraviglie del mondo" de Marco Polo del s. XIII

 También se sabe que monjes egipcios de los primeros siglos del cristianismo empleaban instrumentos rudimentarios para llevar la cuenta de sus oraciones vocales.

 El primer sistema empleado, después de haber encontrado insuficientes los dedos, fue tomar cierto número de piedrecitas correspondientes al número de oraciones a recitar, retirándolas una a una al terminar cada oración, hasta agotarlas todas. Así hacían por ejemplo San Pablo de Tebas (+ 341) y Santa Clara de Asís.

 La costumbre de emplear piedrecitas fue pronto sustituida por un cordón con nudos o granos enfilados (de cereales, de madera, de plata y hasta de oro) que cumplieran las fórmulas de las oraciones, intercalando otros granos más gruesos, destinados probablemente a indicar una pausa breve, o para evitar el cansancio de una serie demasiado larga.

 Pronto, para mayor comodidad estos cordones fueron unidos por sus extremos, en forma circular, como un gran anillo tomando el nombre de corona, teniendo en cuenta esto... podemos remontarnos a los inicios propios del Rosario,  La Iglesia recomendó rezar el rosario, el cual consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para aquellos que la rezaran. Sin embargo, esta recomendación sólo la seguían las personas cultas y letradas, pero no la mayoría de los cristianos. Por esto, la Iglesia sugirió que aquellos que no supieran leer, suplantaran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A este “rosario corto” se le llamó “el salterio de la Virgen”.

 

 A finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán sufría al ver que la gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses y decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio.

 Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se asustara.

 Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral, alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó.

 En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un sermón en la Iglesia de Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan y, antes de hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el rosario de Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su Hijo como Salvador.

 El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado.

 

 

 En 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó ¨la muerte negra” en la que murieron muchísimas personas.

 Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual Jesús, la Virgen y Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario.

 El Padre Alan comenzó esta labor de propagación junto con todos los frailes dominicos en 1460. Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la Iglesia.

 

 Ninguna mujer se queja porque su novio le lleva "25 rosas repetidas," porque no son 25 rosas repetidas, sino un ramo de rosas. El Rosario es un ramo de flores espirituales para la Madre de Jesús.

 El Evangelio es el relato de la vida y obras de Cristo Jesús. El Rosario es la contemplación de esos misterios. "Por eso precisamente los misterios del Rosario se comparan a las ventanas a través de las cuales podéis dirigir y sumergir la mirada hacia el ´mundo de Dios´." Mensaje de Juan Pablo II (25-IV-87.)

 El Rosario nos ayuda a ver a Jesús con los ojos de María y a guardar sus enseñanzas en nuestro corazón.

 El Santo Padre Juan Pablo II nos dice en su Carta Apostólica acerca del Rosario

 “El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, encierra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio.(2) En él resuena la oración de María, su perenne Magníficat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal.

 Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.”

 “Pero el motivo más importante para volver a proponer con determinación la práctica del Rosario es por ser un medio sumamente válido para favorecer en los fieles la exigencia de contemplación del misterio cristiano, que he propuesto en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte como verdadera y propia «pedagogía de la santidad»: «Es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de

 Mientras en la cultura contemporánea, incluso entre tantas contradicciones, aflora una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por influjo de otras religiones, es más urgente que nunca que nuestras comunidades cristianas se conviertan en «auténticas escuelas de oración».

 El Rosario forma parte de la mejor y más reconocida tradición de la contemplación cristiana. Iniciado en Occidente, es una oración típicamente meditativa y se corresponde de algún modo con la «oración del corazón», u «oración de Jesús», surgida sobre el humus del Oriente cristiano

 “La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún.

 Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos

 Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo «envolvió en pañales y le acostó en un pesebre» (Lc 2,7).

 Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás de Él. Será a veces una mirada interrogadora, como en el episodio de su extravío en el templo:

 «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?» (Lc 2,48); será en todo caso una mirada penetrante, capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones, como en Caná (cf. Jn 2,5);

 otras veces será una mirada dolorida, sobre todo al pie de la cruz, donde todavía será, en cierto sentido, la mirada de la «parturienta», ya que María no se limitará a compartir la pasión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a ella (cf. Jn 19,26-27);

 en la mañana de Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección y, por fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés (cf. Hch 1,14).”

 María vive mirando a Cristo y tiene en cuenta cada una de sus palabras: «Guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19; cf. 2,51). Los recuerdos de Jesús, impresos en su alma, la acompañan en todo momento, llevándola a recorrer con el pensamiento los distintos episodios de su vida junto al Hijo. Han sido aquellos recuerdos los que han constituido, en cierto sentido, el «rosario» que ella rezó constantemente en los días de su vida terrena.

 Y también ahora, entre los cantos de alegría de la Jerusalén celestial, permanecen intactos los motivos de su acción de gracias y su alabanza. Ellos inspiran su solicitud materna hacia la Iglesia peregrina, en la que sigue desarrollando la trama de su «papel» de evangelizadora.

 María propone continuamente a los creyentes los «misterios» de su Hijo, con el deseo de que sean contemplados, para que puedan desplegar toda su fuerza salvadora. Cuando reza el Rosario, la comunidad cristiana está en sintonía con el recuerdo y con la mirada de María.

 

 

 

 El Rosario, oración contemplativa

 

 El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús:

 "Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad" (Mt 6,7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor,

 vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza»

 

 Los misterios´ del Rosario en su mayoría son pasajes bíblicos:

 

 Misterios gozosos:

 Primer misterio: La Encarnación del Hijo de Dios Lc 1,26-38

 Segundo misterio: La Visita de María a Isabel Lc 1,39-45

 Tercer misterio: El nacimiento de Jesús Lc 2,1-7

 Cuarto misterio: La Presentación del niño Jesús Lc 2,22-34

 Quinto misterio: Perdido y hallado en el templo Lc 2,41ss

 

 Misterios Dolorosos:

 Primer misterio: La oración de Jesús en el Huerto Mc 14,32-38

 Segundo misterio: La Flagelación de Jesús Mc 15,15

 Tercer misterio: La Coronación de espinas Mc 15,16-19

 Cuarto misterio: Jesús con la Cruz a cuestas Mc 15,21-22

 Quinto misterio: Crucifixión y muerte de Jesús Jn 19,18-30

 

 Misterios gloriosos:

 Primer misterio: La resurrección de Jesucristo Mt 28,1-6

 Segundo misterio: La Ascensión de Jesús Mc 16,19-20

 Tercer misterio: La Venida del Espíritu Santo Hech 2,1-4

 Cuarto misterio: La Asunción de María Cant 6,10

 Quinto misterio: La coronación de María Ap 12,1ss

 

 Misterios de la Luz

 1.- Su Bautismo en el Jordán Mc 1,9-10

 2.- La autorrevelación en las bodas de Caná Jn 2,1-11

 3.- El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión Mc 1,15

 4.- La Transfiguración Mc 9,2-8

 5.- La Institución de la Eucaristía. Lc 22, 19

 Cabe señalar que es en la encíclica del Santo Padre Juan Pablo II  quien nos invita a incorporar los Misterios Luminosos.

 

 

 Inicio y conclusión

 

 En la práctica corriente, hay varios modos de comenzar el Rosario, según los diversos contextos eclesiales. En algunas regiones se suele iniciar con la invocación del Salmo 69: «Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme», como para alimentar en el orante la humilde conciencia de su propia indigencia; en otras, se comienza recitando el Credo, como haciendo de la profesión de fe el fundamento del camino contemplativo que se emprende. Éstos y otros modos similares, en la medida en que disponen el alma para la contemplación, son usos igualmente legítimos.

La plegaria se concluye rezando por las intenciones del Papa, para elevar la mirada de quien reza hacia el vasto horizonte de las necesidades eclesiales. Precisamente para fomentar esta proyección eclesial del Rosario, la Iglesia ha querido enriquecerlo con santas indulgencias para quien lo recita con las debidas disposiciones.

 En efecto, si se hace así, el Rosario es realmente un itinerario espiritual en el que María se hace madre, maestra, guía, y sostiene al fiel con su poderosa intercesión.

 ¿Cómo asombrarse, pues, si al final de esta oración, en la cual se ha experimentado íntimamente la maternidad de María, el espíritu siente necesidad de dedicar una alabanza a la Santísima Virgen, bien con la espléndida oración de la Salve Regina, bien con las Letanías lauretanas?

 Es como coronar un camino interior, que ha llevado al fiel al contacto vivo con el misterio de Cristo y de su Madre Santísima.

 

 

 La distribución en el tiempo

 

 El Rosario puede recitarse entero cada día, y hay quienes así lo hacen de manera laudable. De ese modo, el Rosario impregna de oración los días de muchos contemplativos, o sirve de compañía a enfermos y ancianos que tienen mucho tiempo disponible.

 Pero es obvio -y eso vale, con mayor razón, si se añade el nuevo ciclo de los mysteria lucis- que muchos no podrán recitar más que una parte, según un determinado orden semanal.

 Esta distribución semanal da a los días de la semana un cierto «color» espiritual, análogamente a lo que hace la liturgia con las diversas fases del año litúrgico.

 Según la praxis corriente, el lunes y el jueves están dedicados a los «misterios gozosos», el martes y el viernes a los «dolorosos», el miércoles, el sábado y el domingo a los «gloriosos».

 ¿Dónde introducir los «misterios de luz»? Considerando que los misterios gloriosos se proponen seguidos el sábado y el domingo, y que el sábado es tradicionalmente un día de marcado carácter mariano, parece aconsejable trasladar al sábado la segunda meditación semanal de los misterios gozosos, en los cuales la presencia de María es más destacada

 Queda así libre el jueves para la meditación de los misterios de luz.

 

No obstante, esta indicación no pretende limitar una conveniente libertad en la meditación personal y comunitaria, según las exigencias espirituales y pastorales y, sobre todo, las coincidencias litúrgicas que pueden sugerir oportunas. Lo verdaderamente importante es que el Rosario se comprenda y se experimente cada vez más como un itinerario contemplativo. Por medio de él, de manera complementaria a cuanto se realiza en la liturgia, la semana del cristiano, centrada en el domingo, día de la Resurrección, se convierte en un camino a través de los misterios de la vida de Cristo, y Él se consolida en la vida de sus discípulos  como Señor del tiempo y de la historia.

 

  En palabras de Papa León XII :

 

“La forma de oración de que hablamos fue denominada con el bello nombre de Rosario, como para expresar, al mismo tiempo, el perfume de las rosas y la gracia de las guirnaldas. Nombre que, además de ser indicadísimo para significar una devoción dirigida a Aquella que es justamente saludada “Rosa mística” del paraíso y, ceñida con una corona de estrellas es venerada

 

 

 

De tantas Gracias q podemos alcanzar del rezo del Santo Rosario hay 15 promesas

 

 1. Los que Fielmente recen el Rosario recibirán insignes gracias

 

 2. Protección especial de nuestra Madre a quien recite, así como las más notables gracias.

 

 3. El Rosario es la defensa más poderosa contra el demonio, se destruye el vicio el pecado y se vencen todas las herejías

 

 4. Por el rezo florecen las virtudes y las buenas obras, se obtiene la misericordia de Dios en abundancia, se aparta el corazón del mundo para desear los bienes celestiales

 

 5. El alma que se recomienda a María por el rezo del Santo Rosario no perecerá jamás

 

 6. El q recite el Rosario devotamente  meditando los misterios no será vencido por la mala fortuna en su Justo Juicio, Dios no lo castigará, no sufrirá muerte repentina y si es justo permanecerá en Gracia de Dios  y será digno de alcanzar la vida eterna

 

 7. El que conserva la devoción no morirá sin recibir los Sacramentos

 

 8. Los fieles a su rezo tendrán en vida y en la muerte la Luz de Dios  y plenitud de su Gracia, en la hora de la muerte participaran de los meritos de los Santos en el Paraíso

 

 9. A quienes acostumbre rezar el Rosario se les librará del purgatorio

 

 10. Los fieles hijos del Rosario merecerán un grado elevado de gloria en el Cielo

 

 11. Se obtendrá todo lo que se pidiese por medio del rezo del Santo Rosario (ojo)

 12. Todos los que propagan el rezo del Santo Rosario recibirán mi auxilio en sus necesidades

 

 13. Para los devotos nuestra Madre nos ha alcanzado de Jesús la intercesión de toda la corte celestial en vida y en la muerte

 

 14. Todos los que rezan el Rosario son hijos auténticos de María y hermanos de Jesús nuestro Señor

 

 15. La devoción del Santo Rosario es gran señal de predestinación  con las debidas providencias su rezo alcanza Indulgencia Plenaria a rezarlo.

 

Por mi parte termino diciendo que el rezo del Rosario tiene como centro a Cristo, no se dejen engañar por los hermanos separados que dicen que se le reza a Maria mas q a Dios, el rezo del Ave María encierra la misma encarnación de nuestro Salvador.

 

 

 

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